Cuando ries, cuando lloras, cuando sientes que todo alrededor se hace grande y tú te vuelves pequeñita, o cuando necesitas simplemente oirlo, un "te quiero" viaja desde mis labios y se posa en tus oidos, y es ahí cuando me hago grande, grande para abarcar la sonrisa que me lanzas y que no se si podre recoger con mis humildes ojos. Ahí es cuando me enamoro de ti, de tu ojos, de tu sonrisa, pero sobre todo de tu forma de ser, de tu forma de sentir, de tu forma de actuar, de tu empatía con el resto del mundo.
Porque, ¿sabes?, yo también sé sentir, y pensaba que lo había olvidado, pero tu me lo has recordado. Te preguntaras cómo, pero ni yo mismo te lo podría decir. Son tantas cosas. Esas pequeñas cosillas de las que siempre hablamos en textos como este que pretenden abrir una ventana a los sentimientos para que fluyan libres. Son esas cosas pequeñas, todas ellas, las que tu y yo sabemos, y algunas que ni siquiera intuimos, las que me hacen escribir, por una vez, sólo para ti. Mentiría si dijese que jamás había estado tan enamorado de nadie, por supuesto, pero también es cierto que esta vez es especial. Si existe un orden de sucesos durante el "enamoramiento", esta vez me he saltado pasos para llegar directamente a ti.
Ojalá pudiese escribirte sólo a ti, ojalá pudiese, como dicen los platero, cantar sólo para ti, pero no puedo y me da rabia, porque el mundo no tiene porque emocionarse sabiendo que me llegas dentro, que en algún lugar de mi maltrecho cuerpo existe un "algo" que lleva tu nombre.
Me llegas dentro enana
