Hoy me da la gana
de escribirle al amor
y jugar a sentirme más vivo.
Me viene en gana
pellizcarte el corazón
para decirte que aquí sigo.
Ni seis versos
he podido aguantar
sin caer en lo tópico,
corazón, amor,
no me importa, hoy da igual,
acabaré como empecé,
a tumba abierta
y sin pensar lo que digo.
Sabes, hoy me he dado cuenta,
que el tiempo se nos come a raudales,
que no recuerdo nada
anterior a que llegases.
Continuo buscando
a la Osa Mayor por tus lunares
al igual que el primer día,
con ese mismo espíritu
de niño aventurero,
que aun con mocos en la cara,
corre lleno de alegría
porque ha conseguido
el cromo más buscado.
Ya ves,
nuestra segunda primavera,
hay que ver
como florecimos en la primera?
Pero sigo sin saber?
¿De dónde proviene
tu aroma?
Y doy fe que he caminado
por los más vastos frutales,
que he sido valle
por donde se cuela
madrugador el rocío,
y hasta viví del estraperlo
de estaciones.
Nada comparable
con tu olor a poesía.
Tampoco alcanzo a descifrar
la naturaleza de tus sonrisas,
y mira que he pecado de alquimista,
que he sido tahúr
de ingenio apresurado,
que me gusta infiltrarme
entre el iris de los arcos,
ya sabes que en la trile
me saqué el doctorado.
A veces,
he llegado incluso
a creer que comprendo
el sentido de la vida.
Pero nada más lejos,
joder, si es que sonríes
y no me encuentro?
¿Y tu ombligo?
Mira que con mis
cálculos estructurales
logré pender a la Luna
de un solo hilo,
acrecentar el deseo
entre las torres Kyo,
siempre tan cerca,
y hasta el misterio de Keops
perdió su atractivo.
Pero, ¿cómo demonios
se anuda ese ombligo?
En que indecoroso
estado de sitio
me dejas,
pandeo meloso.
Mi pequeña muñeca
con cara de porcelana
y alma de guerrillera,
de ti deberían narrar leyendas?
En estado de sitio
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