Con descuido y tranquilidad,
haces crecer las flores en mi ombligo,
que te espero en la vanidad, allí
donde no haya nada, con tu fuego,
con el mío, un aleatorio y nuevo cielo
que nos acoja vivos, descalzos, de madrugada.
Un arroyo de clara luna,
que amanse mis dunas en tu espalda,
pétalos de jazmines arrugados
sembraremos al hacer la cama.
Entonces sabré quién eres,
andaré por tu nombre por las mañanas
en la pestaña soplada que agita el viento,
mojama empapada de sudor al alba.
Limpiaré mordiscos a las nubes,
de los caballos que giran en sus caras,
sin hacer ruido, y al marcharme,
fabricaré persianas,
que son pestañas de estos ojos míos
avivando la oscura luz de plata,
para que te quedes dormido.
Con calor y sombra, remacharás
muñecas descosidas del sabor
que marcan agujas, como el gusto a la sarna.
Y no podrás despreciar nada,
que lo curo con tal de tus besos que chocan,
y no habrás de desperdiciar nada,
pétalos, sudor, ombligos, calor al alba,
es estrella enredada en el camino
de la inmortalidad del alma.
((ralde))
Con los petalos.
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