Desde que resucité de aquella muerte segura, seguía siempre el mismo camino. Pero ayer mis pies estaban más acelerados que nunca, de hecho comenzar a jadear me sirvió para darme cuenta de que iba demasiado deprisa. Paré un instante, metí mi mano derecha en el bolsillo, necesitaba saber si allí seguía aquel agujero, y sí. De hecho no parecía haber aumentado ni de tamaño, ni de espesura en todos estos años de renacimiento. Es un roto de baja calidad, pero que arroja lo que contiene como los otros. Eché la vista atrás para cerciorarme si allí seguía mi rastro. Todo lo que caía de aquella brecha mal remendada de mi pantalón. Todo aquello era lo que en realidad marcaba la senda de mi camino. Si llega, muero ? recordé- y predispuse mis pies para seguir adelante en mi huida.
Sin embargo, por una vez, la melodía de un pájaro me incitó a detenerme y mirar hacia el frente. Levanté la vista sin pensarlo, y mi garganta se convirtió en un nudo de ocho lazos. Tragué tanta saliva como pude. Jamás me había encontrado antes con algo tan blanco, tan deshecho. Traté de recordar entonces como fue el futuro en otras ocasiones, y cuando estaba ahí, apunto de encontrar una solución, aquel pequeño pájaro que andaba amenizándome el jornal se acercó para decirme, ? recordar el futuro? Un poco estúpido, ¿no crees?-. En ese mismo instante comenzó a llover, y lo que parecía un aguacero agradable, que hacía despertar la primavera de cualquier conciencia apagada, lo que empezó como gotas temblando de frío resguardadas en mis manos vacías, y en las cuencas de mis ojos, terminó desatándose en la peor de las tormentas. Arrastró consigo todo aquello que encontró a su paso. Desnudó de ladrillos a los edificios, de pétalos a las flores, de minutos a las horas? Arrastró a la luna y la dejó, al borde de la muerte, colgando del sol. Y aquel pájaro calado hasta los huesos, y a pesar de sus dos hermosas alas, no pudo luchar más contra la fuerza del huracán. ¡Dios mío! Si aquel pájaro había muerto, ¿qué podía hacer yo que carezco de alas?, si aquel edificio se quedó sin tejado, si la luna se había dejado ya de ver? No podía ya huir hacia delante, no podía escapar ya. Ella estaba demasiado cerca, así que sencillamente, decidí sentarme en aquel banco a esperar a que su recuerdo me alcanzara? Y una vez más, allí morir.
Resucité (parecía)
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