absurdario de amores insinuosos
-
- Mensajes: 38
- Registrado: Sab Ene 21, 2006 2:29 pm
absurdario de amores insinuosos
Él abrió ese cajón, y no por casualidad o causalidad, si no más bien por simple rutina, pues lo hacía todos los jueves a las 15:14 de la tarde (obvio y evidente, por otro lado). Ella, claro, no lo sabía. La gente no cuenta esas manías a la persona con la que decides compartir vida, piso y recibos de la luz. Esas cosas, si acaso, se las cuentas a algún extraño que pueda escribir un relato con ello (no se vayan por las ramas, no es el caso). Pero allí estaba él con el cajón ese abierto y temblando. No era un temblor certero y firme, sino un movimiento en las células del cuerpo que le creaban un leve tembleque bastante incómodo pero invisible seguramente a ojos de los demás. Como los demás, en aquel momento, no tenían ojos, pues tampoco importa demasiado. El caso es que no supo reaccionar. No chilló al ver la foto, no se espantó ni salió corriendo. No trato de pedir ayuda a propios y extraños, no llamó a la ambulancia ni a los bomberos y por supuesto no llamó a la policía. Se quedó así . Es decir, perplejo como un botón de espacio pulsado 29 veces seguidas. Y la cosa no acaba ahí (ojalá), porque el señor protagonista de nombre llamado Juan (sí, me lo acabo de inventar, pero es que estas cosas o se improvisan o no salen) después miró la habitación y decidió buscar por algún rincón escondido: en alguna taza de té sin usar, detrás del lugar reservado para la tele, entre las piernas de los radiadores y la mesita de los alfileres, la dichosa máquina que pudo crear tamaño peligro. Una foto. Comenzaba el sarpullido en su brazo. Ni siquiera se atrevía a tocarla. Trató de cogerla con pinzas pero el señor Juan no andaba diestro en estas artes y se le escabullía como un trocito de arcilla en las manos de un inexperto alfarero. Pensó también en quemar el cajón, pero luego pensó también que no fuera a ser que se le fuera de las manos y ardiera la casa y todo se fuera, ya sabéis, si no al carajo sí a tomar por culo. Y de la máquina ni rastro, hay que ver, cosas tan raras que ocurren: uno abre el cajón que abre todos los jueves a las 15:14 de la tarde, se encuentra una foto (satanás!!!) y no hay máquina en parte alguna de toda la puta casa. Ya me diréis cómo vamos a buscar lógica al relato con semejante déficit de información. Pero sigamos. Porque luego llegó. Ella. Media metro sesenta y tres de carne pálida y perfecta. Morena de pelo, de sangre roja y ojos azules. En la espalda 13 lunares y dos mejillas en la cara. En los pies tenía unas leves cosquillas si la tocabas levemente entre los dedos índice y corazón, si hiciéramos una analogía en los nombres de abajo en relación con los de arriba, es decir los de la mano. Él esto último no lo sabía, porque esas cosas no se dicen a la persona con quien decides compartir cenas diarias, siestas viendo la televisión y la limpieza del cuarto de baño, eso, si acaso, se lo cuentas a un extraño que se siente junto a ti en un tren y quiera escribirte un relato, pero no se desvíen que tampoco es el caso. Y qué pasó cuando llegó. Que él la busco porque tenía miedo y el temblor no se iba y había una foto en el cajón y ya habían surgido tres granos en su brazo derecho. Dios mío, mi amor, qué hacemos, cómo demonios lo arreglamos. Entre tanto miedo y tanta desesperación él tardo tres minutos y medio (más o menos) en percatarse de que ella seguía con el abrigo puesto y que su mano derecha no salía de la manga por alguna razón. Después se sobresaltó y salió corriendo cuando miró hacia el suelo y allí estaba, otra foto enemiga, otro sicario del mal en persona, otro cómplice de satanás. Es difícil explicar la situación, porque él escapó pitando hacia otro lugar alejado, a esconderse del horrible mundo de las imágenes sobre papel impreso, a meterse en su propio refugio, a esconderse de tamaña maldad. Ella, sin quitarse el abrigo ni sacar el brazo de la manga, se acercó a la habitación donde Juan, al que ella llamaba marido, había decidido resguardarse del mundo y sus imágenes. Entró titubeando, pidiendo permiso, y luego pronunció las palabras que Juan nunca deseó oír: tengo algo que decirte, cariño. Entonces él rompió en llanto y ella también y el mundo se vino abajo, se deshicieron caminos, se descolgaron puentes, se descalabraron secretos y sueños a plazo fijo, se murieron recuerdos, se ahorcaron con la palabra futuro escrita con la sangre de las venas de Marat. Dime, le respondió él como eligiendo una respuesta que no tenía elección. Es mi brazo cariño. Y entonces sucedió, fue horrible, él estuvo a punto de vomitar y desangrarse vivo, no pudo contener el nudo que se le hizo y un escarabajo le salió de la boca: de la manga de ella volvió a salir una foto. Ella asentía con la cabeza, lloraba como lloran las mujeres cuando la vida maltrata y el destino es una sucia palabra que conviene no pronunciar. Lloraba y lloraba y lloraba. Él se hundió más abajo del suelo. 5 granos más le salieron en la espalda, la cara ya estaba roja y empezaba a sudar. Ella se quito el abrigo y entonces pudimos (todos en este caso) contemplar el tamaño de la desgracia: en su brazo derecho le había salido una cámara. Otro escarabajo salió de la boca de él, pero no se fueron las ganas de vomitar. Ella lloraba y maldecía, pronunciaba palabras odiosas y malsonantes, le veía a él y veía su brazo y entonces deseaba, como dice el dicho, cortar por lo sano y seguir juntitos y arremangados, el cigarro después de follar, las tardes de domingo sin fútbol, los viajes a ninguna parte, los abrazos en cualquier lugar. Pero él cada vez tenía más y más sarpullido, sudores que traspasaban la piel, ojeras que iban creciendo hasta llegar a las orejas, el pelo se le estaba cayendo y ya le costaba respirar. De su mano, la de ella, seguían saliendo fotos, una tras otra y tras otra y tras otra, pli plas plis plas plis plas, entonces vio que él se estaba muriendo, que la alergia le mataba, que ella era causa de todo eso y que o se iba ahora o llegaría el final. Su final, el de él. Así que decidida y pensando en la vida, recogió los desperdicios que había hecho, las fotos que había sacado, le enfocó en un primer plano plis plas, y se fue con su recuerdo a otra parte, con su cámarabrazo y todos sus sentimientos agarrados y agarrados en el pecho. Él, poquito a poco, se fue recuperando, empezó a respirar, mató los escarabajos y los granos se batieron en retirada. Luego supo que todo estaba demasiado vacío, que la casa era una simple guarida fría e impersonal si no estaba ella, y que mañana, en fin, sería una mierda eso de despertar.
-
- Mensajes: 1571
- Registrado: Lun Mar 14, 2005 7:21 pm
- Ubicación: http://hervione.multiply.com/
- Contactar:
-
- Mensajes: 7524
- Registrado: Jue Ago 05, 2004 10:24 am
- Ubicación: A Coruña... y sus bares de rock xD (y www.ladesidia.com)
- Contactar:
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 4 invitados