Mensajepor . » Dom Sep 13, 2015 10:26 pm
GENIO
El es el afecto y el presente pues ha hecho la casa abierta al invierno espumoso y al rumor del estío, él, que ha purificado las bebidas y los alimentos, él, que es el encanto de los lugares huidizo y la delicia sobrehumana de las estaciones. El es el afecto y el porvenir, la fuerza y el amor que nosotros, de pie entre las rabias y los hastíos, vemos pasar por el cielo de tempestad y por las banderas de éxtasis.
El es el amor, medida perfecta y reinventada, razón maravillosa e imprevista, y la eternidad: máquina amada por las cualidades fatales. Todos nosotros hemos tenido el espanto de su concesión y de la nuestra.
Oh gozo de nuestra salud, ímpetu de nuestras facultades, afecto egoísta y pasión por él, él que nos ama en su vida infinita...
Y nosotros lo recordamos y él viaja... y si la Adoración se va, suena, su promesa suena: "Atrás esas supersticiones, esos antiguos cuerpos, esas domesticidades y esas edades. ¡Es esta época que ha zozobrado!"
El no se irá, él no bajará otra vez de un cielo, él no cumplirá con la redención de las cóleras de mujeres y de las alegrías de los hombres y de todo este pecado: eso ya está hecho, siendo él, y siendo amado.
Oh sus soplos, sus cabezas, sus carreras: la terrible celeridad de la perfección de las formas y de la acción.
¡Oh fecundidad del espíritu e inmensidad del universo!
¡Su cuerpo! ¡El desprendimiento soñado, el rompimiento de la gracia cruzada por violencia nueva!
¡Su vista, su vista! todos los arrodillazgos antiguos y las penas levantados tras su paso.
¡Su día! la abolición de todos los sufrimientos sonoros y móviles en la música más intensa.
¡Su paso! las migraciones más enormes que las antiguas invasiones.
¡Oh él y nosotros! el orgullo más benévolo que las caridades perdidas.
¡Oh mundo! ¡y el canto claro de las desdichas nuevas!
El nos ha conocido a todos y a todos nos ha amado. Sepamos, en esta noche de invierno, de cabo a cabo, del polo tumultuoso al castillo, de la multitud a la playa, de mirada a mirada, fuerzas y sentimientos cansados, llamarlo y verlo, y despedirlo, y bajo las mareas y en lo alto de los desiertos de nieve, seguir sus miras, sus soplos, su cuerpo, su día.
A. RIMBAUD