Tú mi princesa montada
en su unicornio blanco.
La que hace que intercambiemos
besos por nubes de azúcar.
Tú, la que cruzas ríos y montañas
para encontrarnos en aquella
cabaña de madera que tanto
nos gusta, dónde el viento
sopla a favor de nuestros
deseos, dónde nos encontramos
por primera vez; aquella tarde
que me sonreías y yo te lo
agradecía con una mirada.
Extraño aquellos besos que
me dabas en la cara.
Si te asomas a la ventana
mira la luna y piensa que
te estaré hablando detrás
de ella, que aquí hay alguien
que te empezó a querer; y
gracias por hacerlo tan especial.
Porque no son suficientes
un cúmulo de estrellas, si por
eso ni por nada te cambiaría.
Gracias....
Tú, unicornio blanco
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