Cuatro dimensiones, no necesito más; no sea que por alguna cuerda me ahorque y pierda también mi segunda oportunidad como perdà la cuenta de las veces que aferré a clavos ardiendo (crucificado en el techo en postura normal), aun asà paro la cinta porque reniego del final de la canción. Más de cuatro canciones que aferran sus uñas a mis poros y me acompañan por cada pedazo de tierra que piso y hago mÃo. Y esa violencia interna y contenida que se despierta cuando siento que me las violan.
En el mismo sitio desde el que enfilé la cuesta, navegando por la cuarta dimensión: observo el espacio. Lo acaparo inmeditamente con mis menudeces y me hago una trinchera de humo para sentirme a salvo. Reconozco mis propias huellas y voy trazando con ellas una linea invisible para los que están fuera, e intermitente para el resto de los que están dentro. Yo, como guardián del tiempo en el mundo que sólamente yo habito, soy el único capaz de reconocer la continuidad entre los puntos.
Rompo los espejos en los que me perdÃ, agarro unos fragmentos en mis manos y aprieto tan fuerte como puedo para que aquellos restos de cristal se transformen en cicatrices que vendrán conmigo; parte de mi. Beben de mi sangre sin hacerme dios de nadie. Porque aquà a santificación del cuerpo es un acto mortal y carnal de necesidad, y cuando cae sobre mis manos no digo "amén"; porque cada uno de mis dedos ya está hablando a su manera. Aún asà y sin llegar aún a la boca, presiento la comunión.
Es un acto tan sacrÃlego que tardarÃa cuarenta cuaresmas en cumplir penitencia repitiendo las oraciones que yo mismo me inventé. Por ello, no pienso pedir perdón. Simplemente, haré equilibrios sobre la lÃnea temporal y, justo antes de que los trocitos de cristales que quedaban por las venas me destrocen de dentro a afuera, llegaré a sostenerme; desde aquà no parece tan dificil. Busco nuevas razones por las que perderme, y motivos que resulten convincentes (o llenos de vicio)
Mis labios se quedan secos con ganas de contar historias nuevas, de aplicarme los cuentos de prÃncipes (pero no azules, ni siquiera monárquicos...y más canallas que los que nos engañan en los cuentos). Mis manos siempre van por delante, aparte de porque no veo nada en mitad de este ruido inmenso, por ser ellas quien en verdad conocen la verdadera intención de mis gestos, e incluso mis palabras.
Mi boca se pierde por la cuarta dimensión dibujando un mundo nuevo mientras mis manos, ajenas, se dedican a construirlo. Ellas han tomado el control del espacio. Sigue siendo todo tan facil que me resbalo por el suelo que brilla amarillo hoy. Mantendré mi nariz a salvo, al menos.
Cuatro dimensiones
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