Relojes

[Korvus]

Ayer, mientras te esperaba en el bar de la esquina, sentado en el taburete con mi cara de germen de barra, decidí tomar un tercio y mirar a la rubia de al lado. Aquella despampanante mujer no bebía su café, mas bien lo engullía, se atoraba con su contenido como si en ello se le fuera la vida. Movido por una gran curiosidad (quizá entregado a los exuberantes encantos de la dama) decidí acercarme a ella.
?Hola que tal?, -le dije- ?¿vienes mucho por aquí??. Y ella dedicándome una sonrisa tan embriagadora como fugaz me respondió ?llego tarde, debo irme; hasta otra? Al coger su chaqueta y cubrir su delicado cuerpo comprendí que debía tener prisa de verdad y decidí apresurarme a darle mi número antes de que desapareciera sin dejar mayor rastro que el carmín sobre la taza, que todavía debía estar ardiendo.

Me da pena. La gente tiene una hora para despertarse, una hora en su oficina, su hora de coger el metro, una hora para comer, una hora para dormir, incluso tiene ?tiempo de ocio? (esto debe ser una o dos horas a la semana para pensar lo que debe hacer en su hora de hacer las cosas que pensó en su tiempo libre).
La vida nos observa pasar por ella apresuradamente, corriendo, permanentemente pendientes del reloj. Dichoso aparatito que en lugar de hacernos la existencia más sencilla, nos entrega todo un atropello de carreras, sudores, estrés y alguna que otra indigestión. De esta manera entregamos al reloj todo nuestro tiempo.
Debería existir alguna otra manera de medir el tiempo, algo menos agobiante, no se: ?quedamos dentro de siete coches rojos en la esquina? o ?nos vemos en quince sonrisas?, quizás ?dentro de tres sueños cumplidos? Pero no es así. Nos controla un estridente sonido que, aunque discreto, nos ensordece cada día más; el tic-tac eterno rige nuestras existencias; indiferentemente sigue adelante, ni siquiera se para y se gira cuando te has dormido y llegas tarde, sigue avanzando como recordándote minuto a minuto que tu ritmo de vida es cada vez mas frenético y que un segundo olvidado es un tiempo perdido, un instante absurdo? casi sin sentido.
Y por supuesto que respeto a la gente ocupada, ¡Dios me libre! La gente ocupada es la que hace de este país un lugar mejor. Son estos que no tienen tiempo para pensar en lo que estoy diciendo porque, joder? ya están suficientemente ocupados haciendo miles de cosas, que si ellos hacen, por algo será.
Esta gente ocupada es la que rige nuestro nivel de vida; quizás pongan el sol ahí arriba cada mañana o declaren la guerra a algún país enemigo. Si. Admiro a la gente ocupada que entrega su sabiduría y su tiempo a cuestiones tan dignas como realizar una cumbre política sobre inmigración, una tala de árboles en pos de la creación de viviendas (que las traigo baratitas, oiga), un fichaje millonario de invierno, buscar petróleo perforando todo lugar con mas de dos palmos de tierra o dando un sermón en algún púlpito dorado sobre la humildad y la solidaridad. Esa gente ocupada merece todo mi respeto y admiración. Seguro que todos llevan reloj.

De manera que, para no convertirme en un enfermo social de traje y corbata, hoy rompí todos mis relojes. El despertador el primero, que me hace saltar de la cama en un estado de violencia desmesurada; hoy pegó su último gritito contra la pared. Después he recorrido la casa con una sonrisa en los labios y cara de exterminador de plagas olisqueando los ?tic-tac? en todos los rincones y me he entregado a una orgía de placer y sangre atemporal que me ha devuelto de nuevo la alegría. No recuerdo una sola mañana en la que haya desayunado de mejor humor que la de hoy.

Sin embargo he de reconocer que temo al tiempo. Quizás todo mi odio hacia él beba directamente de la fuente de terror que me produce el verle correr.
Temo perder la eterna y ya plateada cabeza de mi juventud, caer en una hipoteca, en una monotonía tan sutil que me obligue a amarla. Temo olvidarme de quien soy y de que odié el tiempo. Me produce terror no disfrutar de las pequeñas cosas, un resfriado, una borrachera o pasear bajo la lluvia. Me aterra despertar una mañana y descubrir que te has ido de mi cama y de mi, o que estas demasiado ocupada para besarme o gritarme. Temo dejar de temer a los peluqueros.

Pero no importa, de todas formas hoy es un gran día. O al menos puede serlo, me ha llamado la rubia de ayer y he quedado con ella dentro de una hora en el bar de la esquina. Ay? ¡y yo sin relojes! ¿qué hora debe ser? ¿Las cinco? Debo apresurarme quizás llegue tarde.

[chicadelaciudad]

La vida nos observa pasar por ella apresuradamente, corriendo, permanentemente pendientes del reloj.

Somos esclavos del reloj, es cierto, pero este pequeño aparatito solo nos calcula en forma de segundos minutos y horas cada parte de nuestras vidas y aunque nos estrese y lleguemos a odiarlo...va pasando y a la vez marcando en nuestros rostros arrugas que simplemente son marcas de que hemos vivido y a su vez asumirlas -junto al constante tic.tac - considero que es algo bello para ganar la batalla que la fortuna nos depara...

igualmente...¿quién no ha deseado alguna vez la llegada de una hora en concreto?

me gusto mucho! bonita reflexión

[Kaizen]

ENORME Korvus. Se te echaba de menos...

Una magnífica historia, perfectamente contada y con un mensaje claro y apasionante. Mi enhorabuena y mi "Oleeeee del día!".


PD: Yo no tengo reloj.

[Cronos]

Siempre me faltan horas de dormir
como me gusta no tener reloj
de madrugada me siento mejor...

Aplausos, si señor. De todos modos, el reloj no es el problema. El problema es cuanto mira(mo)s para él, cuanto nos dejamos vivir por él...