mas erotismo pal personal...

Poesía y relatos.
princesa_duende
Mensajes: 307
Registrado: Dom Feb 27, 2005 1:03 pm
Ubicación: in the lap of the gods

mas erotismo pal personal...

Mensajepor princesa_duende » Mar Jul 19, 2005 2:08 am

LA VIRGEN Y LUCIFER
La madre superiora del internado religioso donde María estudiaba decía que su nombre no hacía honor a su alma. De nombre virginal e inmaculado, María vivía resignada sus días, esperando a que su padre, rico comerciante, le casara con algún viejo maloliente. La vida de las señoritas de dinero en aquella época era así. Su hermano pequeño heredaría el negocio próspero de su padre y ella aguantaría la suerte que le tocase, como hizo su madre, veinte años menor que su padre; ella murió en el parto de Jaime, su hermano, como consecuencia de una hemorragia incontrolable.
María era una preciosa joven de dieciséis años recién cumplidos, pelirroja y de ojos verdes, grandes y despiertos. Una densa manada de pecas recorría su cuerpo, aún en desarrollo. Y en su espalda, las iras de la madre superiora, que aún pensaba que el castigo físico era la mejor opción para ?salvar el alma de María?, su gran empresa. Que equivocada estaba, María había sido elegida al nacer, pero no por el ente que la monja pensaba...
La mañana se levantó fresca y despejada y María salió pronto a respirar al balcón de su cuarto (algo más grande y lujoso que el de sus compañeras, que la tenían envidia) aún sin asearse y con el pelo revuelto de la noche anterior. Sus vestiduras no dejaban ver su cuerpo, pero el aire semifrío había conseguido ponerle la carne de gallina y que los rosados pezones se encogieran, formando dos graciosos bultitos en su camisón. Una ráfaga de aire lo levantó, dejando ver sus piernas, delgadas, pero no esqueléticas, con las formas de lo que sería una mujer, a punto de sufrir el último paso en su desarrollo.
La madre superiora pasó bajo el balcón de María en su habitual paseo matutino, cuando de pronto vio al descubierto parte de los encantos de María, y como una loca comenzó a gritarle enfurecida:

-¡Demonio, tápate! ¿No te da vergüenza ir mostrando las piernas? ¡Eres una señorita, no una fulana! ¡Si te viera tu padre!

Subió corriendo a los aposentos de María, donde comenzó a pegarle, otra vez. A la joven, curiosamente, le daba igual. Después de morir su madre entre sus brazos, entre aquel charco de sangre, comprendió al fin que ?sólo somos carne?. El dolor físico le daba igual, pero tenía muy claro que quería irse de allí. La reprimenda que le cayó cuando vino a visitarle su padre fue de órdago. Que si tú no tienes que salir así al balcón, que si voy a ordenar que te pongan rejas, que si eres una señorita, que si que pensarán los que pasen. Además, pronto saldrás de aquí, vas a casarte. ¿Recuerdas aquel señor que me acompañaba la última vez que vine a verte?
El señor Idoiz... valiente asqueroso. Sólo con verle le daban nauseas. Se trataba de un baboso bien entrado en los cuarenta, ricachón como su padre y solterón (cosa que a María no le extrañaba nada), siempre oliendo a alcohol y con un gran puro adornando sus labios llenos de... eso blanco. ¡Que asco!
María no pudo soportar la idea de tener que aguantar a ese hombre hasta que él muriera o ella se quitara la vida... y aquella noche se escapó.
No sabía lo que le depararía la noche, pero cuando intuyó que las hermanas dormían y sus compañeras acallaban sus deseos más íntimos en sus catres, con lo puesto y sin nada de comida ni dirección definida, atravesó la tétrica verja de la que había sido su casa durante diez largos años. Mientras bajaba la calle, dejando atrás el internado, recordaba la primera paliza que le propinó la madre superiora nada más entrar en el colegio. Todo porque su padre no había sabido vestirla aquel día y, según la bruja aquella, ?las señoritas no deben llevar pantalones ni dejar entrever sus piernas?. Pero ella, por ser pequeña, calló sumisa.

-Maldita puta ? pensaba mientras desaparecía el colegio tras un edificio, María miraba hacia atrás rabiosa ? algún día te las devolveré todas juntas.

Por volver la vista hacia el internado, chocó contra otro cuerpo y ambos cayeron al suelo. Con el orgullo más herido aún, si cabe, se encontró de frente con una mujer. Con los ojos pintados con tonos azules y los labios rojo cereza, alguna que otra arruguita y vestiduras de encaje, María adivinó que se trataba de una prostituta.

-Lo siento ? dijo la joven, en un tono condescendiente, provocado por la historia que aquella mujer llevaba escrita en la mirada.

Gritos a lo lejos. La madre superiora había salido en su busca, y la policía perseguía a la prostituta; ambas se miraron aterradas y se escondieron en un portal que algún sereno despistado no había cerrado bien. La mala fortuna colocó a su lado a un gran perro que, con sus ladridos, delató a ambas féminas.
La madre superiora hartó de golpes a María, le agarró de sus rizos pelirrojos y le prometió otra paliza más soberana aún mientras le arrastraba de vuelta al internado. Mientras María era obligada a volver al colegio, oyó sus gritos desgarrados e imaginó que la habían matado, o peor... que antes de acabar con su vida los policías la habrían violado. Algo le dijo que había sido así.

María despertó a los dos días llena de moratones, sobre todo en las piernas, ante la atónita mirada de su padre, que no comprendía por qué habían hecho eso a su hija. Se oyó un golpe fuera, posiblemente sus compañeras cotilleando.

-¡Papá, no dejes que entre nadie! ? gritó desquiciada, temiendo que la volvieran a pegar. Lloraba harta de vivir en el internado; dispuesta a lo que fuera para liberarse de aquel suplicio, corrió al balcón desnuda, decidida a tirarse al vacío. ? ¡La superiora! ¡Esa puta! ¡Mira lo que me ha hecho! ? chilló desesperada María. Su aguante hacia el dolor había sido colmado y su rabia rebosaba por cada poro de su piel.

Su padre reflexionó rápido y le dijo:

-La superiora ha aparecido colgada de una soga esta mañana. Hija mía, no, no lo hagas...

Con una de sus amoratadas piernas colgando en el vacío, María giró el cuerpo cuanto pudo hacia su padre.

-¿Cómo dices? ¿Ha muerto? ¿Quién ha sido? ? preguntó totalmente sorprendida. -¿Quién...?
La madre superiora había sido encontrada colgada con su crucifijo colgando invertido sobre su cabeza. María notó como algo en su interior, una brisa fresca, que la liberaba de aquella carga que había soportado diez años; a quien hubiera sido, se lo agradecería siempre.

Su madre la había educado en la fe cristiana, y por causa de aquella arpía, hacía mucho que había dejado de creer, pues alguna vez la madre superiora le había gritado ?¡En nombre de Dios, eres el demonio! ¡Abandona el cuerpo de esta niña inocente!?, mientras la azotaba salvajemente. No entendía por qué, si Dios se supone que es bueno, alguien te puede pegar en su nombre. No imaginaba quien le había librado de la madre superiora, pero pronto lo descubriría.

A la mañana siguiente y sin autopsia, enterraron a la maldita religiosa y poco tardaron en nombrar a otra hermana directora provisional del internado, mientras se decidía quien se haría cargo definitivamente del puesto. Las niñas fueron mandadas a sus hogares durante una semana para que olvidaran lo sucedido. Nadie entre las hermanas quería hablar sobre la difunta, porque en el fondo, nadie la quería. María estaba muy contenta porque vería a su hermano y a su padre, pero temía no volver porque su padre quisiera entregarla a aquel hombre asqueroso y eternamente ebrio.
El carruaje que mandó a su padre a buscarla llegó puntual; el conductor cargó pronto su equipaje y en menos de una hora ya estaba en casa. Allí estaba el señor Idoiz, sentado a la derecha de su padre, mirándola de arriba abajo. María se sintió sucia y rompió a llorar mientras corría a refugiarse en su pocas veces habitado cuarto. Al rato de estar en la cama tirada, llorando desesperada, pensando en locuras para escapar de allí, apareció su padre.

-María, ¿qué te ocurre? ¿No estás contenta? ? preguntó su padre.
-Papá... ¿cómo voy a estar contenta? Yo no quiero a ese señor ni cerca ni lejos, ni de ninguna forma. Yo quiero vivir a mi aire, hasta que decida que ha llegado el momento de casarme con quien yo quiera.
-Pero hija... verás, necesitamos dinero. Las cosas no han ido muy bien, y si te casas con él, podremos salir adelante. Es un buen hombre, serás feliz, al final acabarás queriéndole, como mamá conmigo, y yo también la quise mucho. No temas...

María comprendió que era un matrimonio por interés. Que ella no pintaba nada y todo a la vez. Quería vivir a su forma, pero su padre siempre se había ocupado de ella y... no podía dejarle en la estacada. Bueno, quizá Idoiz no era tan malo... aceptaría. Su padre se enteró dos días después de la decisión de su hija. Aquella noche no durmió bien. Sentía que algo la atormentaba, diciéndole que no debía, que aquel no era su destino, pero se resignó una vez más, y al final cayó dormida.
A la mañana siguiente, el señor Idoiz se presentó en casa de María para hablar con su padre, pero no de la boda que se avecinaba, sino de algo muy distinto. Algo que dejó fascinado al señor Ramírez. Prestaría sin interés alguno el dinero a su amigo, y además comunicóle que no se iba a casar con María, porque consideró que era muy mayor para ella y que debía casarse con un muchacho de su edad. María dio saltos de alegría al saberlo, y volvió a sentir aquella brisa fresca en su interior... las cosas ya iban mejor. Algo no cuadraba. De tener un destino desgraciado (quizá no tanto, viendo la generosidad de Idoiz con su padre), ha pasado a poder disponer de su vida y no ser maltratada por nadie. ¿Quién velaba por su alma?

Pasó el resto de la semana tranquila después de estos últimos acontecimientos, y regresó al internado, donde se había decidido que la hermana a la que habían nombrado como directora provisional sería la definitiva, porque era la que seguía en edad a la superiora muerta. En el colegio reinaba la paz, las niñas habían vuelto a salir al jardín y María se encontraba más feliz que nunca. Por fin podría cerrar algunas heridas.

La prostituta. ¿Habría muerto? ¿Qué habría sido de ella? No quiso quedarse con la duda y una noche salió a buscarla. No tardó en encontrarla, siempre en la misma esquina, esta vez con media cara deformada por un severo corte que alguien (seguramente los policías) había practicado en su madura pero bonita cara. Efectivamente, los policías la violaron como quien viola a un animal por insatisfacción sexual, boca abajo y sólo pensando en clavarla donde fuera. Desde entonces, todos los días iba a visitarla. Tanto, tanto, que un día la tomaron por prostituta también y la mujer la defendió de un viejo verde que quiso tocar a la jovencita. Se hicieron grandes amigas después de todo lo que había pasado. Seguramente si no hubiera sido por el choque con ella, y su posterior vuelta al internado arrastrada por la bruja, no se hubiera enterado de su muerte o ¿quién sabe?, igual el destino hubiera variado y no hubiera muerto. Quizá tampoco hubiera variado con respecto al señor Idoiz.

Llegaron los diecisiete años de edad para María. Cada vez más hermosa, con más curvas, cada vez más apetecible. Cada vez más experimentada, pero aún virgen. La noche que celebró su cumpleaños con sus compañeras de colegio (que ya no tenían envidia) la fiesta terminó pronto, al día siguiente tenían que estudiar, volvió a su habitación... y entre la penumbra surgió su silueta.

Rápidamente, María descubrió que era él... Lucifer, quien la observaba oculto entre las sombras. El miedo psicológico no pudo con ella, y pregunto:

-Tú has estado cuidando de mí durante todo este tiempo, ¿verdad?
-Si ? repuso él ? elegí tu alma cuando naciste. Supe que serías un ser especial, no podía dejar escapar tu alma...
-Dado que me has ayudado tanto, te la regalo - dijo María. ? Nada de lo que ha acontecido se hubiera solucionado de no ser por ti. Gracias en nombre de mi padre y en el mío propio.
-Voy a apropiarme de tu alma ? dijo el diablo ? pero aún no. Deseo que vivas tu vida a tu antojo y cuando mueras te reúnas conmigo para pasar juntos el resto de la eternidad.

El ?ente maligno? surgió de las sombras. El instinto la guió hasta el oído del diablo, donde casi susurrándole, dijo:

-No te irás sin que te dé las gracias como es debido, ¿verdad?

Casi sin permitir que María terminara la frase, Lucifer, con un gesto de su mano, hizo que las vestiduras de María cayeran al suelo despedazadas en fino hilo, y su cuerpo pecoso quedó al descubierto. La piel de la joven comenzó a erizarse debido a la baja temperatura nocturna. La chimenea comenzó a arder tan mágicamente como sus vestidos se habían deshecho.

-Deja tus oscuros poderes a un lado y une tu cuerpo al mío. Esta noche no será necesario prender la chimenea.

Aquellas palabras tan sencillas llenaron de excitación al demonio que, con sus fuertes brazos, cargó el ligero cuerpo de María, casi sin esfuerzo, y la llevó a la cama, donde suavemente la depositó. Se reclinó levemente sobre su cuerpo y dulcemente besó sus labios, y acarició su pelo, ese precioso pelo que tanto realzaba la belleza juvenil de la muchacha. María le miraba con ternura y a la vez con deseo. Quería ser de él, y él la deseaba para sí mismo. Deseaba hacerle el amor a toda costa. Pero dicen que las cosas que se hacen esperar son después las más placenteras.
El calor corporal de ambos se fundió en uno solo cuando María abrazó a Lucifer por los hombros, besándole apasionadamente, desatando parte de su fuego. Ambas lenguas se daban la mano en la cueva formada por sus bocas, sin querer separarlas, respirando y bebiendo él de ella y viceversa, como un solo ser. Y cada vez más apretados, y cada vez sintiendo más calor... la frente de María rompió a sudar, cayendo la primera gota por su pecosa nariz, enfriándose milímetro a milímetro y llegó a la mejilla del demonio. Este abrió de pronto los ojos como si hubiera visto a dios y ya sabiendo que no había vuelta atrás, puesto que estaba excitadísimo, cogió a María en brazos, esta le agarró la cintura con las piernas, notando el duro miembro rozando el suyo y lanzó un gemido que después ahogó pensando que las hermanas y sus compañeras lo oirían. Y siguieron besándose y acariciándose como si fuera lo último que hicieran en la vida. María detuvo a Lucifer y acercándose de nuevo a su oído, susurró dos palabras, ?hazme tuya?, que le pusieron la carne de gallina al diablo, y no tardó en reaccionar, encaminándose hacia el gran diván con María literalmente colgada de su cuerpo. Mientras caminaba, notaba como el sexo de la joven iba rozando el suyo, haciendo que sus pensamientos lujuriosos aumentaran de intensidad por momentos. ¿En el diván? No, mejor un sitio donde pueda... ya sé, el balcón.
María notó un cambio de dirección en los pasos de Lucifer, y cuando se quiso dar cuenta, estaba a punto de ser atada en las celosías llenas de preciosas enredaderas que había en el balcón.
El frío de la noche no hizo mella en la temperatura de ambos cuerpos. Lucifer la amarró a la celosía con las enredaderas que de ella se agarraban. Era una noche clara y parecía que las estrellas se apagasen de envidia, frente a tanta belleza que portaba todo el ser de María. Él la miró y le dijo, contestando a su petición anterior, ?ya lo eres, y siempre lo serás?. Se reclinó sobre ella y comenzó a besarla de nuevo, pero esta vez no se limitó a su boca. Sus deseos iban llevándole a pasar su lasciva lengua de demonio por los lóbulos, cuello y garganta de María, arriba y abajo, haciéndola desearle más a cada momento. Acariciaba los suaves pechos endureciendo los pezones con el estímulo de sus dedos; la joven gemía pausadamente, pero se notaba cierto aumento paulatino de velocidad en su respiración. El sonido del deseo.
Luego los pellizcó, aumentando más aún la excitación de ambos y por fin se lanzó a comerlos, primero suavemente y después más fuerte, y después a mordiscos y para terminar succionándolos... y vuelta a empezar. María gritaba y quería soltarse, pero esa era su noche... la noche en que ella era la que debía disfrutar, después de una vida de sufrimiento. Lucifer no paraba, no podía parar, María era adictiva como la más dulce de las absentas. Bebió de su piel, su sudor... mmm, que rico, se relamía sólo de pensar en beber de su sexo...
La lluvia de sudor del cuerpo del demonio se juntó con la que comenzó a caer de las nubes nocturnas; una llovizna muy leve empezó a humedecer el cuerpo de María y su pelo se llenó de diminutas perlas que brillaban al fulgor del fuego de la chimenea. Relucía como una estrella nueva en la noche. Ante este efecto, Lucifer se excitó más aún debido al color del fuego que adquirió la carne de la joven. No podía más, quería poseer su cuerpo, quería su sexo, no sabía por donde empezar... pero aún no había terminado ese festín de placer que estaba dedicando a María.
Delicadamente abrió sus piernas, despacio... despacio... y aún más despacio fueron desplegándose sus labios mayores, y al final, el rosado clítoris ya erecto de la joven, que clamaba sexo. Lamió con su larga lengua los muslos, cada vez más acercándose a la entrepierna, la joven cada vez gemía más y más fuerte, y con más ganas de que el demonio se adentrara en ella. Por fin alcanzó el clítoris con su lengua, arriba y abajo, lamiendo suavemente, succionándolo, saboreándolo como un rico licor, para que no quedara nada sin beber, emborrachándose de ella. María comenzó a experimentar convulsiones, a jadear, y los jadeos a convertirse en gritos... estaba teniendo el primer orgasmo de su vida. Su espalda se arqueaba casi a punto de romperse, sus manos se soltaron arrancando las enredaderas y rasguñándose las muñecas; clavó sus uñas en los brazos de Lucifer, que la asía por las caderas, dificultosamente, porque la joven había perdido su en aquellos momentos su condición de humana. Un licor dulce y caliente emergió del interior de María, chorreando por sus nalgas y en la boca del demonio, que estaba muy satisfecho de su hazaña. Pero no había sido suficiente.
Ahora el demonio parecía ella. Oculta entre las enredaderas, con el pelo empapado sobre la cara, mirando a través de él a Lucifer; en sus brillantes ojos no había odio, ni rabia, ni tristeza, ni alegría... sólo sexo. Saltó sobre él casi sin darle tiempo a reaccionar y comenzó a moverse con el miembro en su interior como un animal en celo. María gritaba cada vez que notaba como Lucifer lo clavaba, cada vez más alterado, en el cuerpo de ella, que cabalgaba cada vez más y más fuerte, cada vez la quería más dentro de ella. El dolor de sus rodillas sobre las piedras del suelo del balcón era inexistente, la sangre que se derramaba de sus heridas en las muñecas y rodillas no existía. La lluvia cesó levemente. Todo quedó en silencio durante un solo segundo, y ambos alcanzaron el clímax al unísono. Un grito en la noche... juntos en uno solo, dos animales, compartiendo un espacio precioso... abrazados... terminaron aquel instante besándose dulcemente, despidiéndose, sólo por el momento...

pos eso... :twisted: :twisted: :twisted:
RASP
Mensajes: 5944
Registrado: Sab Dic 28, 2002 4:36 pm
Ubicación: Gran Canaria.
Contactar:

Mensajepor RASP » Lun Jul 25, 2005 8:01 pm

Recuperado está.


...
Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).
princesa_duende
Mensajes: 307
Registrado: Dom Feb 27, 2005 1:03 pm
Ubicación: in the lap of the gods

Mensajepor princesa_duende » Lun Jul 25, 2005 8:02 pm

este es el q mas me gusta, el ultimo q he hecho...
RASP
Mensajes: 5944
Registrado: Sab Dic 28, 2002 4:36 pm
Ubicación: Gran Canaria.
Contactar:

Mensajepor RASP » Lun Jul 25, 2005 8:05 pm

¿Todos son tuyos?

Usas la épica para simular situaciones de tensión sexual.

...
Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).
princesa_duende
Mensajes: 307
Registrado: Dom Feb 27, 2005 1:03 pm
Ubicación: in the lap of the gods

Mensajepor princesa_duende » Lun Jul 25, 2005 8:08 pm

los otros dos del otro topic y este, si, son mios.

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 3 invitados