Un conjunto de cuervos me picotean el estómago y a veces los muy cabrones se ponen a volar ahí dentro. Cuando no tienen suficiente suben hasta el corazón y se alimentan de él. En la cabeza tengo otro nido, pero aquí aparte de cuervos, hay más pájaros. Y éstos son los peores. Se llevan muy mal, no paran de pelearse entre ellos.
Esto me viene pasando a diario, a cada minuto. Es una situación agobiante, me supera por todos lados. Imagínate lo que es estar todo el día metido en una jaula rodeado de pájaros pegándose cada dos por tres.
Pero cuando la veo, se paran. Creo que lo notan, que ellos también la ven y por eso se paran. Están incesantes, en una tensión con calma, esperando mi reacción. Entonces sé que tengo que cogerla, cogerla y probarla. Cuando hago esto los pájaros se callan, se amansan, me olvido que están ahí y ellos se olvidan de mí. Ambos vivimos tranquilos.
El efecto dura unas horas, a veces un día entero; hasta que acaba, entonces se repite el proceso. Los pájaros despiertan y vuelven a enfadarse, sienten que les falta algo pero yo no quiero dárselo, por eso se enfadan. Pasa el tiempo y los picotazos cada vez son más duros, mas dañinos. En ocasiones sangro y casi siempre lloro. A si que no me queda otra, salgo a por ella. Allí está: única y bella; la solución de mi vida. Mi vida.
La observo y la esnifo: que buena es la cocaína.
Que buena es cuando no la tengo a ella...
Desintoxicacion...
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