Algún día, dentro de muchos, muchos años, volveremos al lugar. Él seguirá vivo. Tú seguirás vivo. Yo seguiré viva y me ocuparé de organizar el reencuentro. Porque aunque dejemos de estar, seguiremos siendo. Y nos sentaremos en su sombra a charlar. Tú me contarás los pormenores de la mala vida y yo te contaré que sigo siendo joven, que aún me queda mucho. Respiraremos el vapor de sus suspiros. Miraremos al cielo, sonreiremos nostálgicos. Tú me refrescarás la memoria. Me recordarás que un día te quise. Yo te describiré cómo llegué a olvidarte y tú me darás las razones de por qué tú nunca lo hiciste. 'Un día me pediste ayuda para plantar un árbol', dirás. 'Sus raíces se agarraron a mis entrañas. Ahora soy parte de él, de ti y de esta sombra que nos cobija. Has vuelto a mí, a él, como un día prometiste'.
En un giro inesperado, las robustas ramas del árbol treparán raudas por mi cuerpo, se apoderarán de todos mis miembros, me inutilizarán las extremidades. No podré huir. No querré huir. Abrazada a su tronco, acariciada por sus hojas. Durante los dos mil años siguientes, seré parte de él. De ti. Nadie volverá a saber nada de nosotros. Llorarán. Como llora, al vernos juntos de nuevo, y para siempre, nuestro sauce.
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