Me abandono,
me olvido tanto de que existo
que a veces la respiración alerta a mis pulmones
del deber de su existencia.
Soy un pedacito de nada
aliñada con aire y reojos accidentales,
un cuerpo que cruje en cada movimiento,
la alteración del espacio por obligación,
un deber que no acata reglas.
Muero por todo
y por algo minúsculo,
pero muero.
Me recojo mientras la luna
trabaja en su esquina del cielo,
¡la puta del firmamento!
La puta del firmamento
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