Que fluya el dolor de los partos
en mis dedos,
que fluya la sobervia del Vaticano
en mis vanas palabras,
que fluya.
Que se desvelen los secretos
de una mente insana en el sanatorio de
los mundos paralelos, el vuestro y el mío,
que se develen los viejos
en plena noche de tormenta.
Que todo fluya y se desvele,
para poder sentir el dolor de vivir,
de nuevo, en la propia carne,
para que las nubes negras de un cielo iracundo
techen mi espíritu bohemio
compartiendo la perfección
con siete gatos al retortero,
con la tierra perdida en manos aleatorias.
Noche de tormenta
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