Antes de conocerte ya te conocía,
Me sacaste del cielo aquel día,
Que lloviendo en tu piel decidiste,
Que yo, que aun no era yo, iba a ser mía.
Como el músico y su melodía,
Las nubes vierten sus gotitas,
Para verlas desde fuera,
Y convertirlas en rocío de vida.
Que floreciendo cada primavera,
Terminé por ser nada y marchitarme,
Y tú, me susurraste desde arriba,
Como sembrar mi semilla,
Y no ahogar pétalos en sequía.
Y las suaves olas de tu voz,
Abrieron sinuosas mis parpados,
Que ya no eran ríos de pena
Y tus enredaderas atraparon,
Los esbozos de lamentos,
Que quedaban en mi pecho
Y así todas tardes ocurre,
Que el sol con la luna enrojece,
Porque sabe que mis ojos,
Son reflejo de los tuyos,
Y mi voz, resquicio de tu vida,
Siempre.
A mi madre
(desde luego, no es ni un pedacito de lo que ella merece)
ella
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