De repente,
entró un cuervo,
me llamó cabrón el muy bribón.
Lo perseguí hasta la ventana,
y alzó el vuelo.
Yo salté y lo cogí,
nos vimos luego en el suelo.
Le dije que por qué tanta
gilipollez en su boca.
Me decía que era la
a contracorriente.
Yo flipado,
le dije que me dejara en paz.
Salí a la calle,
venía una chiquilla,
bastante mona,
le dije "hola guapa,
te vienes a echar unas birras".
Me mandó a la mierda,
como era de suponer,
subí a lo mas alto de las escaleras,
y me empecer a liar un peta.
Vino el cuervo,
y me acompañó en toda la fumada.
Me dejó reir,
e irme en paz.
Me dió un consejo,
que nunca sonriera,
si no lo sentía por dentro.
Le dije que muy bien,
que haría lo que decía.
Pero, llegan las horas,
donde uno quiere reir,
llorar hacer miles de cosas.
Y decir que matemos al Comandante General,
y empetemos al Aznar.
Y decir,
que yo no soy nada.
De repente
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