Agobiada por la sed, la cría se inclinó para beber. El fuego se le clavaba en la garganta. Se echó unos pasos más hacia delante. Bebía y bebía completamente entregada.
Era una calurosa mañana más en la sabana.
De repente, surgió del agua un enorme cocodrilo con las fauces totalmente abiertas. Agarró entre sus poderosos dientes a su presa. El cervatillo chilló. Aquella bestia giró sobre sí misma y le partió el cuello en dos. Tenía hambre.
Fue hasta tierra firme y tiró el cadáver al suelo. Le miró a los ojos. Vio el terror aún reflejado en ellos. Quedó paralizado. Nunca había visto nada igual. Nunca se preocupó por ello. Su corazón comenzó a palpitar más deprisa. Más y más deprisa. Oía los gritos de aquel pobre animal. Veía su rostro por todas partes.
Al instante, aquella bestia antediluviana rugió, rugió como nunca lo había hecho. Con una rapidez formidable volvió a sumergirse. Llegó hasta lo más profundo y comenzó a llorar.
-¿Qué he hecho?, se repetía a sí mismo. -¿Qué he hecho?.
Un pez acertó a pasar por allí y atónito contempló como lloraba. Era inusual ver a un animal tan grande arrepentirse de sus actos. Se acercó sin miedo hasta donde estaba y amablemente le preguntó:
- Perdona, ¿estás bien?. ¿Puedo ayudarte en algo?.
El saurio le respondió entre sollozos:
- He matado?he asesinado a alguien que ni siquiera podía defenderse. ¿Por qué?. ¿Por qué?. Me quedaré aquí hasta que muera dentro de unos días. Sigue tu camino, pececillo.
- ¿Acaso no puedes comer nenúfares, algas?, le respondió su interlocutor.
- ¿Crees que viviría mucho tiempo si se dan cuenta los de mi especie que ya no cazo más animales?. Se burlarían de mí, me expulsarían, contestó el cocodrilo.
- ¿Y eso es malo?, le preguntó el pez.
- ¡Claro!. ¡Soy carnívoro por naturaleza!. No puedo cambiar, le dijo aquella bestia.
- Ahí te equivocas. Claro que puedes. Arrepentirse es el primer paso. Puedes vivir respetando a los demás animales. Sin ejercer la violencia indiscriminadamente.
Mira a tu alrededor querido reptil. Observa como los que son como tú pasan la vida peleándose unos con otros. Se odian y su odio les carcome por dentro. Siempre aspiran a presumir entre ellos a ver quien ha cazado más piezas. Cuando ya no sirven se devoran los unos a los otros. Dime, ¿crees que eso es vida?. ¿Ves acaso que sean felices?. Yo nunca les veo reir. Sólo aspiran a devorar y devorar. ¿Crees que merece la pena seguir siendo como ellos?.
Aquel pobre monstruo negó con la cabeza. Tenía razón.
- ¡Ven a mi refugio, te presentaré a unos amigos!, le rogó el pez.
Pasado el tiempo, aquel enorme animal reía y compartía la comida con los de su nueva especie. Les defendía cuando era preciso. En la lejanía veía como sus antiguos compañeros seguían devorando y compitiendo los unos con los otros. Y aprendió a reirse de aquello. Ya no le hacía falta. Por primera vez se sentía querido. Se sentía feliz. Era lo único que le importaba. Por primera vez, se sentía como pez en el agua.
P.d.: Dedicado a Anfibia y a Gueva, por ser mis musas en este cuento. Dedicado a Ralde y a Def_Korn_, mis hadas madrinas.
