Besé cada meandro que iba dejando su lágrima, acosté el pulgar sobre su orilla, recosté mi palma sobre su mandíbula izquierda, mis dedos acariciaban el lóbulo de su oreja al pasar y sus llemas, jugaban con su pelo tras el cuello. Ella alzó su rostro y me miró, con su mirada de siempre, esos ojitos que contenían todo un universo, esos ojos en los que me encantaba ir descubriendo cada tonalidad de sus iris, cada motita negra que orbitaba a sus pupilas, podría estar horas, perdido navegando por ellos, hipnotizado. Pero esta vez no me perdí, le enseñé los mios, que le dijeron que también eran de ella, y con un pestañeo, le dijeron que yo quería besarle los párpados, ella accedió, yo besé, y al volver a mirarme, las galaxias que vivían en sus ojos, habían bailado, soñado y se habían sumergido en mil mares distintos, eran preciosos y una vez más, esta vez sí, me perdieron, no se cuanto tiempo, pero me perdieron. Cuando me di cuenta, el sol nos había sorprendido, a ella, siempre le caía esa lágrima en su primer bostezo de cada amanecer. Era mi lágrima de "Buenos Días". Un autentico regalo.
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La tenue luz,
me hizo verte,
y ya tan guapa...
Nuestra lágrima (Si me lo permite)
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