

Había una vez una elfa tan bonita, que todos los duendes iban detrás de su corazón, trataban de conquistarla día y noche, le cantaban, le bailaban, le escribían poemas de amor.. Pero ella no entendía el interés de los duendes, y no les podía corresponder porque le atormentaba la curiosidad de saber como era, más que cualquier cosa en el mundo
Una noche estrellada, mientras estaba suspirando tumbadita en el lago, miró a la luna fijamente, y era una luna tan limpia y clara, que pudo ver su rostro reflejado. Desde entonces y por siempre quedó enamorada de ella y no dejó de mirarla jamás. No por vanidad o capricho, sino porque fue la única que supo mostrarle su belleza al exterior.