I. Preludio
Los rayos de sol se filtraban entre las nubes, quizás para recordarnos que seguía ahí arriba o para avisarnos de que llegaba definitivamente; las lluvias de ayer aún estaban frescas, y la humedad que reinaba en el ambiente no representaba mas que la resaca de aquellas lluvias. A mi me gustaba esa humedad en el aire, era mas fácil respirar, a veces el aire está tan enrarecido que es difícil respirar; cuando la acción mas básica para nuestra supervivencia se convierte en dificultosa piensas que puede ser una invitación divina al suicidio, por eso prefiero estos días, cuando la resaca de la lluvia hace que no tengas que pensar en esas cosas en cada dosis de aire que metes en los pulmones.
Llegaba temprano, mas temprano de lo debido si pensamos que hoy en día la puntualidad no está de moda, por lo que nadie iba a aparecer a la hora acordada. No me gusta esperar sentado mucho rato, parece que el tiempo agoniza a tu lado y los segundos cada vez pasan mas lentos, es mejor el movimiento, a cada paso que das, el tiempo corre alegre junto a ti y pasa mas rápido.
Decidí dar un paseo; es una forma como cualquier otra de perder el tiempo y mucho mas barata q todas las que conozco. Imprimí un ritmo vivo, cuando caminas despacio la impaciencia se apodera de ti, además la gente se percata de que estás perdiendo el tiempo, hoy en día la gente siempre está apurada, nadie camina con pasos vacilantes.
Trato de ocultar con mi sudadera los libros que llevo en mi mano para no contradecir los estereotipos establecidos, así cuando me miren me encasillaran en la categoría de tío raro, vago, inculto, borracho y drogadicto, y no tendrán que romperse la cabeza pensando lo que hago con dos libros en la mano. Además hace calor, el sol va ganando terreno a las nubes y la sensación de los rayos calentando mi piel de forma selectiva es agradable.
Camino por la interminable y ancha calle peatonal, cuanto mas larga mejor, más tiempo desperdiciado en mi andar; es extraño ver la gente que cruza velozmente la calle, como si tuviesen que llegar a algún sitio, me pregunto cuantos habrá como yo, fingiendo ese andar característico que no nos lleva a ninguna parte. Parece una caricatura si se compara con hace menos de un mes, cuando el sol de agosto quemaba los adoquines y la calle estaba repleta de gente que no escondía su paso hacia ninguna parte, tenían excusa, ya estaban en el lugar en el que de forma meditada, contrastada y socialmente aceptada, iban a derrochar quince días de su vida: lo mismo que hago yo en estos momentos pero a mayor escala... y mas cara, claro. Perder el tiempo en un lugar exótico es divertido, las autoridades locales disponen grupos de música, mimos, malabaristas y divertimentos varios por las calles animando a desperdiciar el tiempo; esos mismos que en otras épocas del año son echados a patadas de las aceras porque están molestando en la vía publica; no se, al menos daban cierta sensación de alegría, la gente sonreía y esas cosas; comparado con esos días, la calle estaba desnuda, sin vida. Una señora pasea a su perro en dirección contraria a la mía, el perro olisquea el suelo con la cabeza gacha y la mirada perdida, su dueña levanta su cabeza orgullosa, no se parecen en nada, pero ella le da comida y él la aguanta, me parece un cambio justo, quizás con el tiempo surja el cariño, no lo se; la relación perro persona, se parece demasiado a las relaciones interpersonales, puede que por eso sea el animal de compañía por excelencia, los humanos también se acercan unos a otros por el interés y luego al final aparece el cariño; el éxito de los perros debe radicar en que, llegado el momento, anteponen el cariño al interés mientras q los humanos anteponen el interés al cariño, visto así, pueden que sean una especie superior a la nuestra, deberían llevar ellos la correa y nosotros el collar...
Tuerzo hacia el paseo marítimo, el sol me golpea con fuerza en los ojos y tengo q apartar la mirada hacia un lado, algunos considerarían esto como un gesto de humillación, a mi me es indiferente, no me gusta mirar a los ojos de la gente, no me gusta ese constante desafío de a ver quien es mas fuerte aguantando la mirada, tampoco me gusta lo que veo en la mayoría de los ojos.
El mar está apacible, casi no distingo el olor a salitre, es increíble la rapidez con la que nos acostumbramos a los olores, si alguien del interior estuviese exactamente donde estoy yo ahora, disfrutaría del entrañable olor que desprenden las olas marinas; en este momento desearía ser extranjero y que fuese esta la primera vez que veo el mar. No creo que eso sea posible. El sol acaricia la superficie marina, visto así apetece darse un chapuzón en el agua, aún a sabiendas que al salir del agua me moriría de frío porque la brisa marina no perdona. Me sorprende la cantidad de veces que deseamos algo sabiendo de antemano que sus consecuencias van a ser desagradables, en fin, es la psique humana; también supongo que de estar en bañador y con una toalla a mano, no me apetecería bañarme, eso también es mi psique humana.
Sigo caminando por el paseo con el mar a mi vera, una pareja de cuarentones bien vestidos charlan delante de mi, caminan mas despacio; cuando se camina en grupo y se habla a la vez los pasos se hacen mas cansinos, es cierto que caminar y hablar al mismo tiempo, cuando el paso es apretado, es mas costoso, también es cierto que socialmente está aceptado caminar mas lento cuando vas acompañado, pierdes igualmente el tiempo pero de forma colectiva; hoy en día es difícil hacer cosas colectivamente, incluso cosas tan estúpidas como perder el tiempo, supongo que es una buena razón de peso para que ese caminar esté públicamente reconocido. Como yo no puedo permitirme esos lujos porque camino solo, paso a su lado sin prestar demasiada atención y continuo mi vagar, a mi pesar no puedo evitar oír el comentario de uno de ellos q cuchichea algo así como en qué trabajara este chaval. Supongo que lo diría por mi ropa o por mi peinado, no se que lugar me corresponde en esta sociedad que se auto proclama tan tolerante. Es curioso ver como la mayoría de la gente identifica trabajo y vida, según lo alto de tu puesto de trabajo vives mejor o peor, eres mejor persona o peor. Esas reacciones antinatura me desconciertan, el resto de los seres vivos, como su propio nombre indica, viven, así de sencillo; la mayoría cree que una sociedad desarrollada como presumen que es esta, necesita a la vez ser mas complicada creyendo que así es más desarrollada.
No me afectan sus comentarios, se que la tolerancia se lleva por dentro, además no me importa nada, hoy soy el centro del mundo y nadie parece darse cuenta.
Paso por delante de la playa, está desierta, hoy nadie pisa su arena. Los lugares que en algún momento son los mas concurridos parecen mas tristes de lo normal cuando no hay nadie, no se porqué, nunca consideré que una aglomeración de personas produjese un incremento de la alegría en un lugar, así que no se porque la ausencia de la gente provoca que un lugar se convierta en triste.
Los rayos siguen golpeándome en la cara y no puedo fijar la vista al frente, pero se que estoy acercándome al punto de reunión, miro el reloj y veo que es la hora exacta, así que todavía me queda un buen rato de espera, no importa, ahora existe una incertidumbre sobre cuando llegará la gente que no había hace unos minutos cuando aún no había dado la hora convenida.
No hay ningún banco cerca así que me siento en unas escaleras y me pongo a releer uno de los libros que llevo en la mano, la gente que pasa por allí cerca me mira extrañada, solo soy un chico leyendo un libro sentado en unas escaleras en una zona apartada de la ciudad, simplemente eso, no hay nada mas, no escondo nada, no estoy planificando ninguna maldad ni pienso atracar a ninguna viejecita. Las cosas que se salen de lo común o de lo rutinario causan suspicacias; la gente recela de todo lo que ve distinto. Si todos fuésemos mejores personas quizás respirásemos un cierto aroma de confianza allá por donde pasásemos, es algo gratificante, ningún político incluye eso en su programa electoral, si algún día lo leyese, puede que me acercase a votar y todo, solo puede. A pesar de las miradas desconfiadas de la gente, consigo concentrarme en el libro. Oigo unas voces lejanas que me resultan familiares, llegan los colegas, es hora de centrarse en el aquí y ahora, es mejor desconectar el chip.
