Desperté de un sueño que jamás había soñado y volé y navegué en la imaginación de mi propio mundo creando un mundo imnirico deseado.
Allí me hayaba yo, con los ojos cerrados, y aquí, con los ojos abiertos observando mis sueños.
La oscuridad era mi miedo y en una senda donde se había parado el tiempo, eché a correr. ¿De qué huyes si son tus sueños? ¿Acasp es de ellos de los que huyes? Si. O no...
Topandome con los ramajes de árboles sin ramas, de flores deshojadas y raices que me atrapan, llegué donde estaba el gran sauce de los llantos de las almas. En cada hoja, una lágrima, látigos de desdichas. En cada lágrima, una historia, pensamientos perdidos en la soledad que como yo, de la oscuridad también huían.
La luz blanca y cegadora, que al sauce servía de vida, como gotas al amanecer, que guardaba aun la escarcha de todas las mañanas perdidas, fue secuestrada por la oscuridad de la que huía. Adios lágrimas plateadas, adios lástimas que alli se escondían.
Quedo sumida en la más oscura de las oscuridades.
¿Corro? Hacia dónde. ¿Espero? Para qué. ¿Grito? Palabras mudas...¿Y ahora?
Una luz plateada se acerca, veloz, la música la acompaña. A mi lado izquierdo se detiende. ¡Eres tu, mi unicornio compañero!
Llévame en tu lomo a la más alta de las montañas, donde la oscuridad no alcance y devore su luz, mi luz, tu luz mi salvadora. Llévame contigo. Eres tú mi caballero.
Ahora si tengo los ojos abiertos, ¿o no? no veo nada...
¿Dónde queda el límite de mi fantasia? ¿Dónde realidad, y dónde sueño?
Da igual. Tu sigues siendo mi caballero.
¿Eres tu, caballero?
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