Dormía anoche
en la calle,
era la puerta la
puerta número ocho.
Sonaban
los violines, que tiene
la luna, en su atico.
Ya andaba cansado
de vivir, y de no reir,
parecía que me cantaba
la luna.
Ella me arropaba,
con las estrellas,
me quitaba el frío,
de mis brazos, y de mi
espalda.
Buscaba
la ilusión, en cada
rincón, para
volver a reir
como un niño
que era feliz.
Siempre
me gustaba mirar,
por la ventana,
y ver como las nubes
se juntaban.
Al final,
me encontré
debajo de un puente,
mirando sin saber,
y con algo de dinero
en el bolsillo.
Había alguien
que no logro recordar,
me dijo que me abrigase,
parecía un sueño,
y ella se marchó,
y no volvió,
mi corazón se quedo parado,
y yo no volví.
Cantando al corazón
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