pilló con la estación cambiada,
en el fragor sudoroso de la calenda solana,
allá cuando mudan las serpientes,
desprevenidas,
y de un machetazo cercenan su lengua ahogándolas en su propia ponzoña.
Como un géiser seco al que cebar,
un volcán que hace tiempo se durmió,
su lava petrificada,
parajes perfectos para el turismo
entusiasmados con su naturaleza extinta,
vaciada de contenido,
mientras aireamos nuestra complacencia
cuando en el fondo se encuentra desvirtuada su idiosincrasia.
Quizás no lo advirtamos;
quizás eso precisamente sea lo peor.
Dime, ¿qué fue antes?
¿La risueña ignorancia
o la falta de curiosidad que nos deja sin gatos?
Surfear o zambullirse bajo la marejada ...
Ideas inacabadas rebosan la papelera de aquel rincón oscuro,
más bien palabras sin hilvanar intentando desarrollarlas.
Cíclicamente alimentan las piras de San Juan
encontrando allí la efímera utilidad
de proveer de calor a alguien,
siquiera,
aún cuando la acción es inútil en si misma.
Un chispazo en el tiempo,
un destello obsoleto
como la explosión de toda una galaxia
que se convierte en un simple fogonazo
lejano
reflejado en nuestro iris.
