La agonía de Agnoia
Jamás despertar de ti,
creída tu vida, ya la mía,
pero tus besos me rozaron,
sólo dos días de mi vida.
Mi voz esculpió el primero,
aquel creído en bambalinas,
sellando algo que empezó,
entre letras y cortinas.
Entre tanto bebió ron,
descuidadas, sus caricias,
por el pelo algún botón,
de sus besos, mis mejillas.
De mi vida, un alfiler,
sosteniendo la pericia,
de querer juntar la piel,
que descose mi avaricia.
Colgaditos del dintel,
de la puerta de los días
cuando entraste por mi casa
embrujándome de hastía.
Desdibujando nitidez,
de mis ojos boca arriba:
horizontalidad angelical
y verticalidad, endiablecida.
Despeinada por tu piel,
implorando las caricias:
de tu lengua por mi sien
de tus manos, si su guía.
Un me marcho sentenció,
que de ti despertar, debía,
consintiendo que tal vez:
de nuestro amor, repetiría.
La verticalidad de tu cuerpo es la antítesis de tu línea?
Gracias por estos días, han sido, maravillosos.
Eternamente, tuya.
La agonía de Agnoia
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¿La agonía de Agnoia reside en unos días maravillosos? La agonía de Sexto, por el contrario, radicaría en no haberlos vivido, como tus versos se merecen, exprimiendo cada segundo al máximo. Hasta, si la rima se proyectase en realidad, explotar el sentimiento desbordándolo en lágrimas. Entre lágrimas de felicidad, que recordar, por siempre.
No me quedan manos, para aplaudir, más...
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