INSPECTOR COLOUSSOS detective privado de éxito

Poesía y relatos.
ajb
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INSPECTOR COLOUSSOS detective privado de éxito

Mensajepor ajb » Jue Oct 02, 2008 11:27 am

buenas familia, hace un par de años o tres creo recordar que os dejé una pequeña novela corta, muy corta, por cierto, y ahora pues os quiero dejar otra, aunque un poco mas larga.

Son 30 capitulillos que os iré poniendo poco a poco, si os apetece leerla aqui la teneis, sino, pues no pasa nada evidentemente.

Espero que os guste.





INSPECTOR COLOUSSOS
Detective privado de éxito.


1.- Con el café.

La vocación no es excusa, es más, me atrevería a decir que es lastre. Entiéndanme, llegan aquí ávidos de desenmascarar sus patéticas realidades, absolutamente lisiados de la vida moderna. Y esperan que les solucione la exigua trama a punto de caducar, en la cual navegan los días a la deriva de su impronta reacción a sus propios errores.

No, no hablo de ustedes. Hablo de mis clientes. De la sombra rancia que deja entrever el tenue cristal semi opaco, perfecto para stripteases a contraluz, que la pared de este ático esconde cada vez que golpean la puerta, o cuando alguien se atreve a derrochar sus pocos cuartos en manipuladoras compañías telefónicas. La polifonía enmascara monotonía. La pornografía, cultura. Y así sucesivamente hasta que topamos con el clero y el nazismo, pero eso se lo dejo a ustedes. Averígüenlo por sí mismos. ¿Ven? Les tengo estima después de todo. Les creo capaces. O miento cuando escribo. Vayan ustedes a saber. Averígüenlo también.

Y ¿saben?, solía tener secretaria. Amanda se llama, si aun sigue viva, claro. Su metro cincuenta y su perfecta incompetencia se justificaba con el vaivén sutil de sus caderas perniciosas. No les quiero llenar de flujos la lectura, pero lo cierto es que su lasciva actitud en la entrevista por el puesto fue aval sin reparos. Lección aprendida. Nunca indefinido, siempre hasta finalización de obra. Finiquitos y otras carencias lastran mi realidad económica, que no la ergonómica, pues sigo yendo al quiropráctico como quien bebe cerveza. Caprichos de glamour que enmascaran realidades. Apuesto a que saben de qué hablo.

Perdonen que no les haya aún ofrecido un café, pensaba que se marcharían antes de que empezase a hablar. No tengo por cortesía ser educado, y sí, ese olor son mis axilas. Ahorro alquiler y jabón viviendo en la oficina. Además, recuerdo que mi servicio es 24 horas. Como los videoclubes pero sin sección infantil. Aquí todo es para adultos. Mis clientes no lo entienden bien, solo tengo adúlteros. Y es que yo, como los toreros, tengo a bien sacar suculentos beneficios de los cuernos.

Pero antes de hablar de mí, hablemos de ella. Amanda, decía, se llamaba mi ex secretaria. Aún recuerdo el día que llegó a la oficina.

Para que se ubiquen bien, tengo una oficina-ático en la 35 esquina con la sexta. El Empire State Building se aprecia de forma magnifica. Y enfrente tengo a un despacho de abogados que necesitan constantemente personal de oficina. Yo, claro, no. La estúpida de Amanda creía que era yo quien requería de atenciones profesionales y por ello golpeó en mi puerta. Al abrirla y contemplarla tan pequeña y a la vez tan rimbombantemente aromatizada por su aroma a feromonas, no tuve más remedio que mentir y aceptar entrevistarla para un puesto que ni tan siquiera existía. La improvisación es el arte mas sagrado. Que se lo digan a Miles Davis si no.

Tras el corto chaquetón beige cubierto de gotas de agua se encontraban los 45 centímetros de seda mejor colocados en la historia del minimalismo textil. Sutiles tirantes negros invisibles a la luz de la penumbra mantenían erguido un tubo de seda suavemente enredado entre las cortinas de su liso cabello rubio. A la altura de la cintura, posición trasera, terminaba el enredo en un perfecto círculo imperfecto que daba forma a la más sinuosa de las curvas. Sus caderas entrelazadas en medio de un mar de seda con un peligroso estanque en la meridiana de mi imaginación, debidamente indicado por la marca de un impreciso tanga que, rápidamente, mi fetichismo dibujó de color negro. Como el traje, por cierto.

Amén fue mi primera impresión. Desacertada la segunda. La creí capacitada. No sé para qué, pero capacitada. Ella hablaba y hablaba de cursos y doctorados efectuados a la velocidad lunar. ¿Dónde estaba el mito? Las rubias son tontas desde el momento en que no dominan el mundo absolutamente. Ellas pueden. Momento mágico: ofrezco café, ¿Ven? Soy todo un decoro de generosidad. Ella acepta. Con disimulo recuerdo que conseguí limpiar la taza. El instrumento utilizado para ello mejor lo omito o averiguarán que ando sobrado de mudas. Ella, sutilmente aceptó el café, y más sutilmente aún mojó sus labios como quien besa un sobaco en un anuncio de Sanex. Aun ansío saber si se lo tragó o escupió antes. ¿Pero de qué hablo? He dicho que flujos no. Ah sí, café.
La entrevista desembocó en una deriva de preguntas tales como franco paso por la organización espacial, la mecanografía, las dotes de gentes y la predisposición a viajar en fines de semana. Tanto sí en su respuesta dibujó en mi una distorsionada percepción de la realidad. Bendita distorsión. Así nació el punk, según mis informaciones. Hablemos de salario. Lo que nunca se dice, salvo en los anuncios radiofónicos de CCC fue lo siguiente que dije. Y ella dijo mil y la luna, y yo dije cien y un café, y ella dijo mil y la luna y las estrellas, y yo acabé pagando un hotel. Y así fue como contraté de forma indefinida, una habitación en una pensión una vez al mes por mil doscientos dólares. Ya saben lo que vale la luna.

Y habiendo contratado una mujer cinco veces más valiosa que la luna, decidí poner seriedad en mi negocio de investigación privada. Y si prueban el café que les he ofrecido sabrán a que sabían sus labios. Una mezcla sutil de depravación, carencia y ecologismo me invitó a beberme el café en el cual fluctuaban sus sutiles babas. Ella ya había abandonado el despacho, ocupando de forma ilícita mi corazón. Bueno, mi corazón tampoco, pero eso a la empresa clinex no le importa y el sexo con amor vende más, incluso, siendo practicado por uno solo. Y me supo a gloria, por cierto. El café y la paja.


...continuará
sexto_anaklan
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Mensajepor sexto_anaklan » Jue Oct 02, 2008 6:53 pm

* Estado de sexto_anaklan: ...Esperando el segundo capitulo.

Me alegra su regreso.
ajb
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Mensajepor ajb » Vie Oct 03, 2008 8:14 am

2.- El primer día.

Para todo en esta vida hay un primer día, incluso para sentirse vivo, mas allá del nacimiento. Pero no me refiero al vitalismo adolescente que emana de las espinillas, ni al trajín por debajo del jersey de tu primera novia. Me refiero a estar vivo sabiendo los riesgos que con ellos trae el miedo a morir de verdad. Ese miedo irrefrenablemente teñido de vejez. Aun sin serlo, sentirse. Ese primer día para mí fue una prolongación del más inaudito de los orgasmos imaginarios que en mi vida he tenido. Y fíjense, más que vivo, me sentí pervertido, y más que realizado, me sentí aliviado. Calmen sus dolores inglinales con la mejor de las imaginaciones hechas mujer. No olviden que el veneno es absorbente. Y menos aun cicatricen sus heridas. Que sangren.

Hablando de los primeros días, les quería comentar, hecho el inciso filosófico, perdonen la disertación, el primer día de Amanda. La cité a las once, hora poco profesional, pero adecuada si se me quiere encontrar con algo más que resaca. Por ejemplo: pantalones. Preciosos los portaba. De hecho, y esto es novedad, estaban limpios. Ella acudió a las once menos cinco en señal de predisposición, golpeó tres veces a la puerta mientras que mi chivato cristal semi opaco no alcanzaba a trazar tales curvas con alta precisión. Su belleza, pensé. La bombilla fundida en el pasillo, en realidad. Insisto, la imaginación traza sus guías. Permítanme un nuevo guiño filosófico. No se limiten. Y no me metan prisa, es una historia pasada. Vivimos en presente.

Tras de mi imaginación, un cristal semi opaco y una bombilla fundida, se encontraba, portafolio en mano, Amanda Rosicki, hija de inmigrantes checos nacida en Queens hace unos escandalosos 29 años. Trazas de inmadurez plantada sobre el eclíptico cemento de dos piernas extremadamente cercanas a unos senos que para nada conocían a Newton. Es más, si se me permite, diría que sus dos tetas estudiaban para astronautas, no conocían la gravedad, ni ella el sostén. Bendita ignorancia. Dio un paso al frente, me regaló un buenos días y le ofrecí café. Sutil en su movimiento a la hora de sentarse en la silla que tengo a la entrada, aceptó mi invitación no sin antes dar un vistazo general al despacho. Lo veía distinto. Ordenado, en realidad.

El cambio se percibía en el ambiente. Conecté el hilo musical, la selección melódica fue acertada, y es que todos sabemos que el dark side of the moon es el disco más grande de la historia de la música. En el fondo, aun creo que ahí la inconsciencia mía me dio una pista que yo tardé en entender. Ella era la cara oscura de la luna. Ella cotizaba más alto. Y yo quería invertir. Y digo bien, inversión, pues nunca antes había necesitado ni contratado lugarteniente en la oficina. Si acaso una vez tuve un loro, Rodolfo, muerto sin avisar encontró tardíamente su vocación: submarinismo. Al descubrirlo muerto lo tiré por el retrete. Quien iba a pensar que estos bichos necesitan comer. Así fue su primer día de buceo. Regalos de clientes, ajuar innecesario e incómodo. Siempre nos quedará el trastero. París es otro desván.

El primer día se adentró en un momento realmente inesperado para mi. Ella se atrevió a someterme a un tercer grado con una pregunta heladora para la cual no estaba preparado, y de hecho nunca me había planteado. ?Bueno, ¿Qué hago ahora?? Fuera de juego evidente por mi parte. Pensé que una colada me venía bien, limpiar el polvo mejor aun y una mamada ni te cuento, así que me limité a pedirle que atendiese el teléfono en el caso de que sonase, y me archivase por favor unos casos que tenía encima del escritorio con todo el papeleo revuelto. Dicho y hecho, con la salvedad de que el teléfono sonó solo una vez. Insultante desenvoltura. Parecía que conociese al cliente de toda la vida. Llamaba Linda Burns. Multimillonaria con tiempo libre. Cuando la bragueta es a la inversa resulta estresante. Conozcan a su vecino. Maravilloso misterio. Si sus vecinos son gente normal entonces tiene solo una opción: huir del vecindario, el raro es usted. Y Linda era rarísima. Luego hablaremos de ella.

Centrémonos de nuevo en la arrogante frescura de las palabras de Amanda, de su arte al teléfono y de esa incierta profesionalidad. Por no hablar de la minifalda a cuadros que llevaba el día de su debut. Britney Spears siempre será referente para todas las jóvenes del mundo. Por suerte. Esperemos que cunda el buen ejemplo. A mi me cundía el cigarro mañanero y a Amanda, aparentemente, el trabajo. Le entregué una copia de su contrato, copiado palabra por palabra de uno que guardaba de un trabajo anterior como vigilante de seguridad. Cinco olas superpuestas del maremoto de su mano derecha rubricaron el acuerdo de forma indefinida. El tiempo de vino en villa abstemia. Y su aroma embriagador meció mi tenue resaca. Hoy sol y buen tiempo.



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ajb
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Mensajepor ajb » Lun Oct 06, 2008 10:56 am

3.- Tres tonos.

El ser humano cuenta con un reloj invisible que nos marca los minutos de nuestra vida de una forma muy sensitiva. No entiende de tiempo, pero sí de necesidades. A las dos y cuarto este estomago castizo exigía un almuerzo difícil de encontrar en estas latitudes. Dos gusanos como nosotros en medio de una gran manzana. Sugerí a Amanda que la hora del almuerzo, dentro de nuestro desdibujado plano laboral, sería las tres de la tarde. Momento en el cual la liberación sería de una hora. En realidad su trabajo estaba resuelto en apenas veinte minutos, pero mi labor de voyeur necesitaba más horas. Al menos ocho. Lo que estipula el pacto firmado anteriormente. Siendo el primer día decidí invitarla a comer. El menú consistió en un plato único en el cual se entremezclaban verduras ignoradas por el chef, carne muy hecha y patatas fritas. Un ágape digno de mariscales, pensarán ustedes, no sin sorna. Aciertan. Sin embargo debo comentarles que fue ella quien eligió restaurante y menú, así que aparten mi imagen de desaliñado por un segundo y admiren lo que nutre a las diosas.

Actitud cordial y extremadamente receptiva. Cruce de piernas con horizonte cercano. Tela que juega a mostrar lo que esconde. Vino francés, Don Perignon del 67 en la copa. Sin embargo debo comentarles que fui yo quien eligió el vino, así que aparten su imagen de diva un segundo y admiren mi savoir faire con el caldo rojo pasión. Y fácil verbo en ambos lados. Fue sencillo navegar. El primer mordisco rancio de carne quemada dio paso a una alegre sonrisa camuflada por la mano de la educación y el pudor. Hacer reír a la gente es un arte. Hacerles reír con la boca llena de comida, la metafísica del arte. Salir ileso de los perdigonazos que emana esa sonrisa fue digno de veterano de guerra. Para todo lo demás Mastercard, y pagué la comida, como imaginarán.

Pero en esta vida siempre hay lugar para un café distendido. Hagamos un alto en el camino. Contemplemos el café. Lo tenemos solo, como el noventa y nueve por ciento de la gente, amargo, como el noventa y nueve por ciento de la gente, cortado, como el noventa y nueve por ciento de la gente, descafeinado, como el noventa y nueve por ciento de la gente, frío como el hielo que a veces le acompaña, como el noventa y nueve por ciento de la gente, y hasta capuchino con chocolate, sustitutivo del sexo en el noventa y nueve por ciento de la gente. Pues ella acertó en ofrecerme un café relajante, dulce y bien acompañado, como el uno por ciento de la gente. Y nunca cambiaría un ratito de sexo con ella por este café con mucho chocolate.

Sin embargo la magia se puede cortar en un segundo, y ese segundo duró tres tonos. Lo que tardé en descolgar el móvil. Linda Burns de nuevo. Ella y sus insoportables celos. Traza inexpugnable de la inseguridad que su vida de alto standing ha tratado de enmascarar. No todo tiene precio. El aire que respiramos, la imaginación y la creatividad de cada cual, los atardeceres en Central Park? La carencia de gratuidades, por pocas que haya, en vida, crea monstruos. Permítanme un nuevo inciso: continúen la lectura en un parque. Salgan, respiren, realícense sin necesidad de rascarse los bolsillos. Hagan esto al menos una vez a la semana. No sé donde les llevará, probablemente a nada. Bienvenidos pues, es donde están antes de empezar, pero serán un poco más libres.
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Mensajepor ajb » Mar Oct 07, 2008 8:12 am

4.- Prisión.

Me imagino la vida en la prisión. Retinas que esconden viento, miradas que enseñan tormenta. Quien esta encerrado cumple condena. Y en el fondo, ¿Quién de nosotros no cumple condena en algún modo? Hipotecas, trabajos, complejos?. Hay más amor a la vida en una sola cárcel que en todo el mundo libre. Seguimos proscritos, pero podemos cambiar de canal. Aleluya para hoy. Gracias Luis del Val. Y en mi retorno a la prisión de mi oficina hoy tenía un bis a bis con las motas de polvo que se posaban en su escote. El menú prefabricado de bollería industrial había sido sustituido, por no decir aniquilado, por la magia de las laderas enfrentadas. Las cimas más hermosas se encuentran siempre cubiertas. Tela y nieve. Sinónimos en mi diccionario.

Tres toques a la puerta. Intuí cierta tradición en su entrada al despacho. El cartero llamaba dos veces. No es igual la carga que portan. A esta altura del camino, y en tan solo dos días ya me encontraba más centrado en mi repentina musa secretaria que en mi propio trabajo. Aunque nunca presté demasiada atención. Ni al trabajo ni a ella, más allá de su fachada. Presto tan poca atención que no saben ni mi nombre. Creo que va siendo buena hora de presentarse. Jordi Colou Uxó. Natural de Calaf. Gran alumno, aplicado internacionalista comunista a los dieciocho años. El mundo como pasión por montera. Viajar, perderme. El desierto más grande es tu propio domicilio. Si lo atraviesas entras en el mundo. Universitario con metas y perspectivas. Apasionado de Agatha Christie. Tauro. Heterosexual. Fumador. Hasta hace cuatro años funcionario del cuerpo de policía en Barcelona. Acto seguido vigilante de seguridad en nueva York. Autónomo hoy. Autómata siempre.
En cada punto y seguido he escondido un golpe, una idea, un sueño, una perspectiva, un sostén, una huída, una salida profesional, un mito, un signo, una tendencia, un vicio, un error, segunda huída, una solución y una definición. En cada palabra, vivencias. Sólo vivencias. Fotografías exiguas de un mundo, el mío, que se asocia con otros mundos, pero que nunca ha entendido la idea colectiva. El yo prevalece. El ego centro me alimenta y me mantiene enfrentado al miedo. No soy tan extraño, lo que pasa es que uso distintas palabras. El mensaje es el mismo. Necesito vivir. La deriva golpear, la marea ahogar, el silencio callar, el sueño soñar y mi única intención es camuflar mi prisión. Disfrazarme de ser libre. Permítanmelo, aunque sea solo en estas líneas.

Ahora tenía una carcelera que me traía tostadas en vez de pan duro. Leche en vez de agua. Vino en vez de sopa. Incluso descubrí los placeres de ir a trabajar recién duchado. Si miro hacia atrás en mi currículo me cuesta recordar un momento en el que trabajase contento. Cuando logré la plaza para el cuerpo de policía recuerdo que la sensación fue de alivio al tener mi oposición aprobada. Alivio que duró exactamente tres horas. Cuando me entró la claustrofobia. Tardé años en quitarme esa sensación y desapareció aquí. En este mismo ático, apartamento forzoso y oficina ocasional.

Y es que siempre me ha gustado seguir los pasos que nunca están indicados. Buscar una puerta en medio de un solar enorme y vacío. Estrategias de vida. Quizás ahí estuvo mi error, hace cuatro años. Abandonar el cuerpo de policía para retomar la mochila es un reto. No lean el resto del párrafo. Lo anteriormente dicho suena tan poético que es mentira. Quédense con la magia de seguir tus instintos y tus ilusiones. En realidad, conocí a un camellote de tres al cuarto que trampeaba varios kilos de costo al mes traído de Tánger. El método de entrada en el negocio fue simple. Descubrí que un subordinado mío estaba dentro de la trama. Lo presioné cobrando unos dividendos suculentos para guardar mi silencio en buen recaudo. Una vez amasado un buen bote destapé la trama. La avaricia puso el resto. No crean que no me arrepiento. Las consecuencias se derivaron en cascada. Camello y agente en prisión, yo bajo sospecha soy retirado del cuerpo. Sin embargo en limpio saqué la comodidad económica necesaria.

Nadie dijo que vivir fuese sencillo, pero cuando se pasa más de seis años de inspector de policía puedes obtener ciertas facilidades burocráticas para cambiar de aires. La green card para los Estados Unidos fue un proceso de apenas seis meses. Lo que duró el juicio. En mi descargo aun pienso que no maté a nadie. Lo cierto es que si lo hice. Un compañero de trabajo desgraciado y un tipo no menos desgraciado que yo. Los mitos caen, un lunar en mi impoluta hoja de servicio. En cierto modo somos Jesucristo y los dos ladrones. Ellos cumplen condena. Yo también. La mental es incluso más dura. No me atrevo a volver. Me auto condené a desaparecer de este mundo. Y me reencontré con mi aire de cabrón. Acepten otro consejo: nunca oculten sus instintos. Somos animales.
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Mensajepor ajb » Mié Oct 08, 2008 8:39 am

5.- Fiables.

Los comienzos aquí no fueron fáciles, sin embargo no fue problema encontrar una pensión en el Spanish Harlem y un trabajo de vigilante de seguridad con el que poder subsistir. En el país de las oportunidades pensé que sería sencillo paralelamente abrir mi propia oficina de detective privado. Hay que tener en cuenta que mi carrera fue criminología, que era inspector del cuerpo de policía, aunque estuviese apartado del cuerpo, y en el fondo, siempre había soñado con ser el protagonista de las novelas de mi venerada Agata Christie. Yo me sentía el inspector Poirot. Gasté todos mis ahorros en acondicionar un mugriento ático en la parte antigua de Manhattan, muy cerca del Empire State Building, lo cual no es sinónimo de económico, pero sí de desfasado. El chocolate de quemar me ayudó en las tres cuartas partes de la letra. El dueño, un abogado negro, se encargó de blanquear, y un crédito a diez años puso el colofón de este sueño que era montar mi propio despacho. La adaptación, o la culminación de la huída me la proporcionó un cristalero de Brooklin que tenía un sobrino vigilante jurado. Un metro y veinte centímetros cuadrados semi opacos en el cual lucía con letra negra y fuente Times New Roman un mensaje claro y conciso. El cristal anunciaba: ?George Coloussos, Private Detective. Just look at your back. 1-890-6946?. Jordi Colou Uxó no existía más. Americanicé mi DNI, no así la persona. No se si lícito o no, pero lo conseguí y permítanme una moralina: los sueños se cumplen si en verdad crees en ellos. Yo hablando de moralina. Mundo hipócrita. Me adapto al medio. Soy fiable.

Y fiables eran las pistas de Linda Burns. Por mi despacho al inicio solían entrar todas las clases de calaña neoyorkina imaginables. Ciudad impactante que te envuelve en tu aire de personalidad camuflada, aquella que ocultas es la que muestras en estas calles. Un espejo gigante tal vez. Indescifrable estética. Probablemente el lugar más ególatra del mundo. Le sobra encanto. Esta ciudad te convierte en un masturbador de monos. Y no verás ni uno por la calle. Están todos en mi despacho. Maridos infieles. Mujeres tras del cristal semi opaco. Esposas infieles. Hombres tras del cristal semi opaco. Las putas me roban poca clientela. Tramas sentimentales, mi especialidad. Crímenes ocultos los de la bragueta. Tan poderosos como un cuchillo. Tan complejos como un sudoku. Como un sudoku complejo, claro. Mi tiempo libre quiere su frase. Toma. Toda para ti. Y Linda Burns. Mi última gran clienta. O la inflación de mis sueños. Me la follaría. También.

Hablemos de Linda. Pecado capital. No especialmente atractiva, pero bien cargada de lívido. La clave es tener dinero para mantener la fachada. Por partes: castaña, cuarenta y tantos, casada, sin hijos, fortuna de herencia, hija de papa hasta los 32 que falleció, entonces pasó a ser esposa de su marido. Florero en esencia. Flor marchitándose en el interior. Falta de riego. Necesidad de amante. Carencia de agallas. Lo que se nos olvida con los años. Si no tiene etiqueta algunas cosas se vuelven inalcanzables. Es todo una cuestión de educación. Los hijos que nacen careciendo los bienes materiales tienen mucha mejor conversación. Y la vida es para los charlatanes. La estabilidad para los mudos.

Ah! Sí, Linda, se me olvidaba. Solía combinar las faldas por encima de la rodilla con las blusas esponjosas de tonos transparentes sobre copas de fina lencería. Ignoro en su caso la acción de la gravedad. Eso si, sabía realzar. No, nunca me hubiera imaginado una clienta así. Y con esa fiabilidad en el pago. Su problema calzaba calzado italiano, calcetines franceses, traje inglés, reloj suizo, corbata india, tabaco americano y coche alemán, envuelto siempre en finanzas japonesas de un perfume afgano que dirigía con un móvil finlandés. Una polla multinacional con la carrera en Yale. Ya le vale. Yo que estudié en la pública me veo investigando sus trapos sucios. Lo normal sería que se los limpiase. Su mayordomo se encarga por suerte de eso. Un ingeniero cubano sin papeles. Pero con trapos. Con muchos trapos. Y con carrera, con más carrera. Y probablemente con más polla. Es la polla, de hecho, estudiar ingeniería y acabar de mayordomo en Nueva York y de taxista en Barcelona. Razón de más para hacer siempre lo que te salga de los huevos.

Qué fálico final, justo de lo que carecía Linda. Con lo linda que era, sin duda era una pena. Una pena que su marido no usase el pene, al menos con Linda. Y para eso estaba contratado yo. No para quitar las penas de Linda con mi pene, por muy linda que fuese, sino para averiguar si su marido quitaba las penas de otra linda mujer. Con su pene. Juegos de palabras que camuflan líos de faldas. Y la señorita Burns, que ardía por dentro, pues ignoraba el porqué de tanta frialdad en su entorno.
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Mensajepor ajb » Jue Oct 09, 2008 11:49 am

6.- Estrategia.

Volvamos la mirada. Esto era Linda Burns. Ardores imposibles de calmar con Almax, como dice una canción que escuché una vez y desde entonces no puedo dejar de tararear. La mirada perdida tras de unas gafas de sol pidiendo una cita en el despacho para comprobar el resultado de mi investigación. La respuesta al acertijo de la segunda vida de su marido. Del camino paralelo que se intuía en su proceder. Interesante camino paralelo, teniendo en cuenta la estabilidad, en todos los sentidos, que Linda podía proporcionar. Así pues, la cité en el despacho por la tarde. No sin antes apremiar a Amanda para que pusiese orden en su historial y su caso, que yo tenía tirado por el suelo de la oficina.

Amanda y su falda a cuadros se reclinaron recordándome que en Japón a esas horas estaba amaneciendo. Ese ojo rojo de la bandera japonesa por un momento se atrevía a guiñarme su mirada. Y yo, tuerto, balbuceé como un bebé hacia mis adentros un leve ?harigato?. Hora y media tardó Amanda en ordenar el archivo de Linda Burns. Lo ordenó a conciencia, prestando la máxima atención en mis datos y en las pistas para seguir el rastro al marido de Linda. Tanta alienación en el trabajo por parte de Amanda me permitieron perderme, con mi imaginación de compañera, por los pliegues del cuerpo de Amanda. Ella jugueteaba con un mechón de su pelo, mientras un poco más abajo sus dos piernas se entrelazaban constantemente, enredando la minifalda a cuadros con su piel, elevando tenuemente su pierna izquierda, mientras su zapatito de tacón jugaba a columpiarse por el tobogán mas erótico del mundo. Y las gotitas de sudor que se escurrían por detrás de mis orejas eran las mismas que se lanzaban en tromba, canalillo abajo, por su vertiginoso escote. Encendí el aire acondicionado. Calorcito veraniego. Neuronas febriles.

Mientras ella estudiaba a fondo el caso de Linda Burns, yo iba quemando el cigarro de antes, de durante y de después, pues la nicotina en ciertos casos es buena para la salud. Calmaba mi ansiedad de pervertido, lo cual es mucho. ?Pues ya esta todo ordenado y listo de forma cronológica?, dijo Amanda. Una diosa. Más aun si se tiene en cuenta que yo no tengo a bien anotar las fechas ni numerar las páginas, pero ¿Qué mas da?, si ella lo ha ordenado, bendita sea. ¿Quién se puede resistir a tal encanto? Nunca una voz maravillosa, embutida en un cuerpo perfecto, que además se dirigía a mí, me entregaba un archivo mientras me guiñaba el ojo, y un mechón de su largo cabello se enredaba con su escote, encallándose en las delicadas gotitas de sudor que le seguían cayendo. ?¿Te preparo un café? Me preguntó. En ese momento le hubiera pedido matrimonio.

Y comenzó el aire a refrescar el ambiente, lo cual enfureció a mi lado depravado dejando aliviado a mi lado moralino. Y es que en menos de quince minutos llegaría Linda para revisar la situación de su caso y darme futuras guías para continuar mi investigación. Un solo golpe en la puerta y la bombilla fundida del pasillo, que había sido sustituida, permitía a mi cristal semi opaco dejar entrever a Linda. Silueta familiar. Nueve minutos antes de lo previsto Linda entraba en escena. Furiosa y a la vez calmada. Y mi cristal semi opaco de nuevo con luz en el pasillo, de nuevo listo para un strip tease. Hubiera matado por averiguar cual sería la frase que una vez pronunciada hiciera que Linda y Amanda me brindaran un strip tease conjunto para mi. Por cierto, Linda me traía un regalo. Güisqui bourbon. Eso Linda sí lo tenía. Grandes detalles.
Al entrar en el despacho, Linda y Amanda se cruzaron un par de miradas curiosas. Linda no se esperaba, ni tan siquiera se imaginaba, que yo fuese a contratar a nadie. De hecho yo tampoco, sin embargo la vida nos depara sorpresas impredecibles, y yo, en este caso, me había dejado sorprender. El gesto de Linda fue de duda, como de cara vagamente familiar. En la otra banda, el de Amanda fue de agradable sorpresa. Al fin podía yo demostrar que sí tenía clientes y que no los fingía.

La amabilidad que en Amanda se caía de sus bolsillos no se apreciaba en la blusa de Linda, que deseaba reunirse a solas conmigo en una habitación. Decidí liberar a Amanda de esta situación incomoda dándole el resto del día libre, y a solas con Linda revisaríamos la situación del caso. Otra gran sorpresa para Linda fue que aun no la hubiese ofrecido café, y más aun, que no lo tuviese al menos listo. Así pues, con nueve minutos de retraso sobre mi horario habitual, me dispuse a preparar café mientras le comentaba que tendría suficiente con todos los itinerarios posibles que me había indicado para espiar a su marido. Las fotos que me había proporcionado también eran más que suficientes para poder reconocerlo de entre una manifestación de fabricantes de espejos. Creía tenerlo todo pero aun Linda me dio otro dato de interés. En teoría, ese fin de semana se celebraba un cocktail como lanzamiento del producto estrella que vendía su marido, así pues, me había conseguido una invitación para acudir al evento al cual ella no iba a asistir. Según ella, ese sería un buen momento para iniciar mi rastreo, para convertirme en la sombra de Michael Bubble. Y es que el evento se celebraba en Miami, justo el día en el que la madre de Linda cumplía años. De repente admiré a Michael Bubble. Eso es estrategia.
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Mensajepor ajb » Vie Oct 10, 2008 8:44 am

7.- Los pecados capitales.

No es habitual que el cliente te entregue una tarjeta de crédito para cubrir tus necesidades. Normalmente se les pasa una hoja de gastos o se les carga, con un coste adicional en la factura. Pero Linda era distinta. Insultaba de tal modo al dinero, con esa desvergüenza de quien siente que el derroche es un vicio, que me sentía especialmente atraído. Quizás desease naufragar en su cartera, o morirme de sed bajo el agua de sus siete piscinas. O ser un simple juguete de plástico escondido en su ajuar secreto de lencería fina.

El caso es que debido a todas las circunstancias que envolvían este caso, que por otro lado era pestilentemente rutinario, yo me sentía enganchado a él. O enganchado al lujo de la tarjeta a mi nombre. Y por un momento me llegué a sentir el típico ejecutivo del tres al cuarto que pasa hasta los gastos de las putas. Un executive manager con una gran dieta, que no hace sino engordarle la barriga. Comer caliente y fiado es posiblemente un pecado capital. Ahora no los recuerdo, pero si ustedes sí se los saben, compruébenlo por mí. Creo que había uno que hablaba de la gula. Corríjanme.

En mi avaricia mental, decidí necesario y complementario para realizar un trabajo digno y profesional, que Amanda me acompañase a Miami, a pesar de que ella no tuviese invitación. Al fin y al cabo, avión y hotel estaría cubierto por la visa platinum que me había cedido Linda. Y sería una gran oportunidad para dejar correr y fluir la lujuria que Amanda me despertaba. Así pues le propuse a Amanda que si tenía a bien acompañarme a Miami, a lo cual ella respondió dubitativamente. Antes de caer en la ira decidí hacerle ver de modo sutil la conveniencia de este caso para el futuro del despacho. Ella entendió mi punto de vista y gentilmente me dio el Ok. Así pues, empecé las gestiones para lograrle a ella una invitación también.

Pero lo cierto es que padezco un poco de pereza, así que preferí dejar esa labor a Amanda, para ver qué tal se desenvolvía. En realidad yo lo intenté, pero me denegaron la invitación para ella. Sin embargo ella dio con la tecla clave que abre todas las puertas. No me pregunten cómo, pero ella sí consiguió una invitación. Perfecto, pensé. Esta chica es una caja de sorpresas. En el fondo esa soltura me producía envidia. Para qué lo voy a negar. Y es que Amanda sabía adaptarse a cualquier situación. Le veía un gran potencial como comercial sin escrúpulos, la verdad. Tanto potencial le veía, que nunca se lo propuse. La principal razón para no proponérselo es que me hiciese caso y, claro, abandonase la oficina. Era ya imprescindible, y yo tengo la suficiente soberbia como para ver cómo una empleada mía medra en la vida y me supera en status social. Uno tiene su orgullo.

Y como orgullosa es la vida, y soberbia la muerte, en realidad nos volvemos ansiosos, desatamos la gula, incidimos en la envidia y nos volvemos carentes de sentido común. Lujuria, ira y pereza. El resto de la definición. Los pecados capitales es el mote cariñoso para la definición del ser humano, ¿No creen? No sean necios y véanse reflejados. En el fondo no es tan malo. Simplemente es humano. Cuando tengan una tarjeta de crédito de su empresa con crédito ilimitado me entenderán mejor.
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Mensajepor ajb » Lun Oct 13, 2008 12:37 pm

8.- Anonimato.

La rutina envenenada, o envuelta de glamour. El menú de los aviones, digno ejemplo. De pequeño me encantaban las azafatas de vuelo. Me las imaginaba idealizadas, viajando por el mundo. Sin parar un instante. Y volar y su eterna magia. Enfrentarnos a alta velocidad a un medio que no es el nuestro. No somos aves. Si acaso nos las comemos o las enjaulamos. Y las gallinas no pueden volar. El ave más parecido al ser humano. Por la cobardía. Pero pone huevos, que nunca serán de oro, salvo que coma oro, y sin embargo les damos pienso químico, nocivo incluso para las gallinas. Pero esperamos oro. Necios. Para mi la necedad es el octavo pecado capital. Ustedes mismos.

Efectivamente estábamos Amanda y yo listos para embarcar, Business class, en un boeing 737 de American que nos llevaría hasta el aeropuerto de Miami, y una vez allí, el coche de alquiler, un clase K, que nos llevaría, gps mediante, a nuestro hotel. Una mansión de estilo colonial situada al sur de Miami, dirección Key West.

Era precisamente en ese hotel mansión estilo colonial, llamado Saint Patricks Garden Rest House, donde estaba organizado, junto a su salón de banquetes, una inmensa carpa con salida directamente a la playa en la cual se iba a celebrar la presentación de la apasionante colonia que Michael Bubble comercializaba. Amanda, siempre increíble, reservó las dos últimas habitaciones disponibles en el hotel, pues estaba todo bloqueado para el evento. Magnífica, una vez más. Claro, con las invitaciones debía ser más fácil lograrlo. En cualquier caso, magnífica.
Una vez en el hotel nos dieron dos preciosas suites con acceso directamente a la playa, rebosantes de champagne y con dos copas por habitación. Sabía pues, cual era la distancia que nos separaba y sabía romper copas. Más cerca cada vez. Una vez desecho el escaso equipaje que llevaba decidí salir y dar una pequeña vuelta por el hotel, pero justo al salir me encontré con Michael Bubble. Los dos nos quedamos mirando el uno al otro como si de un antiguo amigo de la infancia se tratase. Rápidamente Michael se acercó hacia mi y me preguntó si venía a la presentación, a lo cual yo respondí afirmativamente mostrando mi cara mas cordial. Él me dio la más sincera bienvenida, no sin antes indicarme que en recepción me darían toda la información necesaria acerca del planning del evento.

Reconozco mi absoluta perplejidad pues, primeramente, prefiero que la persona espiada no me conozca, y en segundo lugar, me resultó extraño que no me preguntase ni mi procedencia ni el motivo de mi invitación, por lo que supuse que sería una presentación masificada, aunque nada más lejos de mi percepción. Cuando acudí al puesto de información me comentaron que tan solo cincuenta personas formaban la comitiva, eso sí, con el lujo por todo lo alto. Sin duda eso facilitaba mi labor de espionaje por un lado, pero por otro la dificultaba al abandonar mi anonimato. La sombra es siempre un lugar más agradable que el pleno sol.
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Mensajepor ajb » Mar Oct 14, 2008 7:49 am

9.- Sinónimos.

Las estaciones de tren son lugares sórdidos, apasionantes quizás, mágicos, en definitiva. Los lugares de paso que son obligatorios para todo el mundo que vive de paso, ocultan un enigmático rostro en el cual la cotidianeidad se envuelve de mil formas. Y en cada rostro hay un escondite, y en cada historia una huída. Y huída es sinónimo de reencuentro. De nuevo hablo de mi diccionario. De nuevo hablo de mi. Y de todos los que no somos cobardes, pero nos dejamos llevar por la marea de la cobardía. Y crecemos. Y en el fondo vivimos. Y lo necesitamos. Necesitamos los cambios de aires, volver a nacer, adoptar distintas personalidades dentro de un entorno cambiado. Pero volvemos a ser nosotros mismos y entonces nos damos cuenta de lo que realmente somos. ¿Madurar? No encuentro un sinónimo en este caso. Prueben ustedes.

Y ahí me encontraba yo, deambulando por el hotel, dándole vueltas al hecho de que Michael Bubble me conocía aunque no supiese en ningún momento cual era mi motivo real para estar allí. En ese mismo instante de divagación se alumbró ante mi un pequeño traje rojo pasión escoltado por unos tacones de 6 centímetros. Dos tobillos que se escorzan sosteniendo en su vuelo el ocaso de los dioses o acaso una diosa. Ícaro convertido en mujer, o mis sueños chateando con las nubes. Y este cielo me hablaba a mi. Cuantas drogas hubiera necesitado de joven yo para levitar de aquella manera? En cualquier caso las tuve. Ayer y hoy, ahora y siempre. Porque quien no necesita las drogas es porque ya ha muerto. Sean legales o no. Porque la droga es un medio para alcanzar una meta, sea legal o no, sea efímera o no, sea correcta o no. Y es que en mi diccionario el sinónimo de droga es motivación.
Y mi droga era Amanda. Chute inmenso su abrazo y mi caricia recorriendo su espalda, tropezando con la marca que cedía al encanto su tanga. Una vez me adentré en la maravillosa mejilla de su culo desistí de seguir bajando, y con la misma mano viajera le indiqué donde estaba la cafetería en la cual le iba a invitar a un café.

El café, otra droga social extremadamente recurrente, y no solo para llenar un párrafo entero en el capítulo de los tres tonos. Una droga recurrente para invitar al olvido a que se reencuentre con el calor del ser humano. Para acercarme un poquito al olimpo de los dioses que se dibujaba en el escote de Amanda. Parecía la guerra de dos mundos enfrentados por un leve estrecho que no hay patera que quiera cruzar. El objetivo es naufragar en ese margen. Yo quería morir ahogado en su canalillo. Y en la caída vertiginosa resbalar entre la tela y su piel. Acariciar la seda de su tanga e infiltrarme, ladera abajo por su pubis. Columpiarme por los pelos de un coño imaginario aun para mí pero revestido de vicio, de líbido, de dependencia, de alcohol, de cocaína, en definitiva de droga. Sigo hablando de motivación. Mismo sinónimo. Mismo ser anónimo que no muestra sus pensamientos. Que nadie sepa que eres un pervertido te limita. Debiéramos ir todos a playas nudistas a masturbarnos frente a los socorristas. Gran profesión. Gran hobbie. Masturbar y socorrer, ¿adivinan? También son sinónimos.

Para cuando había terminado el café ya había realizado exhaustivos controles del cuerpo de Amanda, no sin antes contemplar el ambiente de recargado ajuar francés que rebosaba cada mesa de la cafetería. El Champagne ese fin de semana corría a cuenta de Bubble. Y ante tanta gratuidad, uno que sabe lo que es tapear en Granada, no deja pasar la oportunidad de brindar, copa en mano, con el más etílico de los alcoholes, Amanda. Por cierto, era diestra. Detalle absolutamente superfluo. Brindamos. Como me hubiera gustado escribir aquí la palabra ?follamos?.

Porque un brindis es en el fondo un choque de cuerpos. Cuerpos acompasados, que en su contacto colman una celebración entre dos o mas personas que se reúnen para compartir los líquidos que portan en el interior de la copa con la que han brindado. Y el follar es una celebración entre dos o mas personas, compartiendo los líquidos que portan en su interior. Brindar y follar. Ya saben lo que digo en estos casos. Sinónimos en mi diccionario.
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Mensajepor ajb » Mié Oct 15, 2008 12:48 pm

10.- Maremotos.

El ser humano tiene ideas descabelladas. Y a la vez insultantemente inteligentes. Con las ideas solemos cubrir necesidades. Somos ingeniosos creadores. Y nuestra máxima necesidad es comunicarnos. Hablar. Creamos idioma, usamos idioma, somos idioma. Llegamos a crear un lenguaje universal, el esperanto, y esperando que resultase, fue un absoluto fracaso que acabó siendo estudiado por frikis de la vida. El único lenguaje universal es el de los gestos, como los que hacían los camareros para que entrásemos en la carpa en la cual Michael Bubble nos iba a dar una cordial bienvenida a los cincuenta invitados.

La cordial bienvenida estaba presidida por un soberano brindis de los cincuenta invitados, y ya saben a qué me recuerda el brindar. Lástima que mi forma de pensar no sea religión. El problema está en que mi forma de pensar es sincera, es real, dice las verdades y se centra en las necesidades. Nunca podría ser religión. Dios es mentira. Y cada día se devalúa un poco en su mentira. El euro cotiza fuerte. El dinero capitaliza el mundo. Y lo que es más importante, es lo único que mueve al ser humano. Es nuestra gasolina. Y ahora la gasolina está muy cara.

Mi alma diesel tenía un largo recorrido. Aunque en este caso solo tuve que recorrer los veinte metros que separaban el brindis de una gigante mesa redonda, rota por una pasarela de la cual desfilaría una despampanante modelo en ropa interior, portando apenas lencería fina y dos gotitas en el cuello del perfume afgano que nos habían de presentar.

Una segunda copa de champagne tras el vuelo del cisne y mi mente se desnudó por completo. Y al verme desnudo perdí el rastro a Amanda. Y el rastro a mi mismo. Tal vez enamorado, me socorrí de la tormenta de burbujas con un canapé de salmón ahumado por el humo del puro que Michael Bubble fumaba elocuentemente en la mesa presidencial. Mesa presidencial enorme. Él solo sentado en ella. Michael se aferraba a la mesa de forma especialmente llamativa. El humo teñía al viento. La cortina gris en el ambiente te hacía mirar al cielo. Pero se debía mirar abajo. Inconscientemente creo que me perdí algo. Hubiera matado por ser hormiga y viajar debajo del mantel de esa enorme mesa presidencial. El cisne desfilando y el champagne me despistaron. En ese momento estaba cegado. Y tal vez sí, enamorado perdido de Amanda, que resurgió cual ave Fénix veinte minutos después. Envuelta en humo. Y es que, Amanda también fumaba.

Tras el desfile, la muestra, el humo y más champagne, una refinada orquesta nos amenizó el silencio tocando música de cuerpo a cuerpo. Ya tocado, me dejé llevar por Amanda en un baile frenético de giros y frotamientos, que desembocó de nuevo en una escapada por la espalda de Amanda. Mi mano quería navegar. Mi mano perdida. Esa noche me la daba libre. Reconozcan que es un gran placer. Como cuando trabajando sales antes de la labor. No quiero que se rebelen en su trabajo, pero tengan más estima por ustedes mismos. No quiero definir ahora la palabra explotación. Tienen espejos en casa, ¿verdad? Si le miran fijamente me ahorran un párrafo.


Y decidimos bailar la torpeza en el amor de Sinatra y las excelencias de la vida. No entendemos de apellidos ni de cargo. Ella y yo. Somos viajeros de la vida. En el camino nos encontramos y en la puerta de la habitación pagada por mi clienta olvidé el primer beso de la adolescencia. Otorgué el primer beso de mi vida. Mi vida de renacido. Un renacido manco pues mi mano perdida seguía reencontrándose indefinidamente por la espalda de Amanda. Solo que esta vez no huía al alcanzar la mejilla de su culo. Y prosiguió el descenso hasta que la nieve desapareció. Tela y nieve de nuevo. Recorrió el camino de vuelta buscando ser un camaleón, escondiéndose bajo la tela de su leve faldita. Y el paraíso no usaba tanga. Y no me importó creer haberlo notado antes. Tampoco lo busqué.

Modifiqué la trayectoria del aire de esta habitación enormemente minúscula para este pequeño cuerpo que crecía debajo de mi corazón. Aunque a estas horas mi corazón pilotaba ya la nave. Y se pueden romper copas, se puede beber, se puede soñar, agarrarse piel con piel. Babear, tocar, acariciar, arañar, molestar, agradar, gemir, insultar, sudar, lamer ese sudor. Se puede gritar, se puede celebrar, se puede empujar. Ser un jardinero que arranca todas las rosas del jardín de su clienta para guardarlas en un jarrón de su casa. El caso es agua pasada. La vida es un puto río, nuestro rostro las rocas erosionadas del fondo. Nuestros pasos los sedimentos transportados, nuestros recuerdos olvidados sirven para regar los campos de la orilla de este río. Los recuerdos que perduran van al mar. Cuando morimos de esto nos acordamos. Nuestros mejores recuerdos, nuestros momentos de vida pura serán olas del mar. Puedo ser cruel, pero yo quiero ser un maremoto devastador. Y esa noche desolaría unas cuantas islas.

A la mañana siguiente una terraza abierta de par en par con dos cortinas sedosas elevadas por el viento eran el único escaparate. Las dos cortinas sobrevolando el viento mañanero señalaban la puerta. Amanda no estaba. Y honestamente, tampoco recuerdo cuando marchó. Esa noche yo había destrozado un archipiélago entero. Como para recordar a que hora marchó Amanda.
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Mensajepor ajb » Jue Oct 16, 2008 7:54 am

11.- Fracaso.

El fracaso es esa línea divisoria que divide la ilusión y la realidad. Esa pequeña franja al sur en el cual residimos los seres humanos. Las estrellas habitan en la ilusión. Nos ilusiona ser como ellos, imitarlos, oler sus pies. Sin embargo disfrutamos las caídas de las estrellas, la vuelta a la realidad. Los realities son un invento genial. Cuando la caída es de alguien socialmente reconocido entonces camuflamos la caída de hecatombe. Como si fuese a cambiar algo nuestro mundo. Geena Davis fracasó con la Isla de las cabezas cortadas y sin embargo sigo cagando sentado. ¿Acaso usted vive más a gusto desde que Michael Jackson es blanco? Midamos nuestro margen de derrota sin comparaciones. Entonces no sabremos donde esta la victoria. Es más fácil aceptarse a uno mismo.

Y yo me acepto. Me dormí creyendo en la heroica del amante perfecto y me desperté vacío al costado. Amanda no estaba. Al principio, y gracias a la resaca, no valoré esa situación. Sin embargo me sentí perdido al sentir dos golpes en la puerta. Me imaginé que Amanda había bajado a por el desayuno y me lo subía a la cama. Nada más lejos de la realidad. No recordé que Amanda golpea tres veces y no dos. Cubierto tan solo con una toalla blanca me acerqué a la puerta. Xenia Edilma Rodrigues. La estúpida camarera de piso que se creía capaz de despertarme de plena resaca, simplemente porque no tenía un ?no molesten? en la puerta. No quiero parecer prepotente, pero su impertinente llamada me devolvió a mi día a día, y mi día a día no consume daikiris en un yate de la costa azul. Mi día a día es tan asqueroso como el de ustedes. Somos vecinos de la misma franja. Somos hijos del fracaso. Camuflemos con eufemismos nuestra vida. Digamos realidad.

Con un leve exabrupto despedí a Xenia Edilma. Su alma de fregona ya estaba acostumbrada. Sin duda ella era una habitante consolidada de la ?realidad?. En realidad, creo que ella ignoraba que hubiese otra forma de vida. Limpiaba la mierda que deja la otra vida, pero no veía opciones de cambio. Tal vez eso sea lo más triste. Es todo una cuestión de educación y de complejos. La peor barrera del ser humano. La aduana de la vergüenza. Y yo esperaba no caer en el complejo del mítico semi-dios de la mitología clásica chamán: ?Lephasto, el amante nefasto?. Yo esperaba saber donde estaba Amanda.

Cuentan los sabios que María Sabina, sacerdotisa de los hongos mágicos, dio la tutela de la mujer más bella del mundo a Valikirias Lephasto, hijo bastardo de Zeus encaprichado de las más dulces melodías de los cabellos negro cobrizo de las damas chamanes. Y ella, Maria Cruz, en señal de ofrenda le otorgó el más dulce de los pecados, que fue desaprovechado en un ataque de lujuria por la bebida y la comida por el propio Lephasto. Borracho en su grandiosidad perversa, abrió los ojos a los zoofilicos. Leto, su madre, rechazó cualquier parentesco y Zeus condenó a la cultura chamán al subdesarrollo. Aun no se porqué pero esta vieja leyenda vino a mi mente. Me sentí Lephasto. Y es que Amanda no estaba tampoco en su habitación.

Una ducha fría, aniquiladora y despertadora, secundada con un café en el bar. Y tras de la mesa de enfrente y el New York Times, Amanda. Zumo de naranja y tostada. Sonrisa entrecortada al verme. Busco asiento. Lo encuentro en su misma mesa. Un saludo. El tópico nos dice que a una mujer nunca se le debe preguntar la edad. Yo pregunté que tal fue la noche. Detecté la primera mentira de Amanda. ?Maravilloso? respondió. Como el que te contesta cuando pides una pizza a domicilio. Sin embargo me regaló un besito en los labios, dulce y delicado, justo en el momento en el que Michael Bubble se acercaba a nosotros. Un ?buenos días? para mí y una sonrisa con guiño de ojo incluido, regado todo ello por un fino ?que aproveche? para Amanda. Reconoceré que el tipo tenía clase, si bien su saludo apenas lo sentí. Volví a derrocar mi orgullo. En estos momentos era una puta sombra juguetona de las feromonas de Amanda. Su perro. Y yo encantado.

Pero mi alma profesional me reconvirtió en la sombra de Bubble por un día. El baile de feromonas debía esperar. Esfuerzo que desde el principio se notaría en vano. Salvando las distancias, las faldas también tienen muchísimo poder. No es como el dinero, pero casi.

Linda Burns un lejano recuerdo, su marido, un obsoleto objeto de trabajo en esos momentos. Mi profesionalidad, un chiste, como toda mi trayectoria. Este fin de semana había sido un fracaso parcial. Perfectamente calificable de total. Pude cabalgar los lomos de Amanda, sin embargo notaba cierta frialdad en ella. La frialdad que merece el amante borracho el día después. Con tres añadidos. Primero: nos teníamos que ver todos los días. Segundo: estaba enamorado perdido. Tercero: ciñéndome al caso, apenas traía unos gestos elocuentes durante la fiesta de presentación de Michael Bubble, que bien eran absolutamente nada. Ni sabía cual era su habitación. Conclusión. Ni rastro de infidelidad. Ni demostrable ni demostrada. Amén.
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Mensajepor ajb » Vie Oct 17, 2008 7:47 am

12.- Ríos.

La moral católica es el vertedero del fanatismo occidental. Y recurrimos a ella de forma primordial. Un médico de cabecera condenado a no jubilarse nunca. Asco de ideas. Son aberrantes sus formas de inclusión dentro de nuestra sociedad. El vómito de las mentes más conservadoras y denigrantes. El radicalismo occidental teñido de la ignorancia que envuelve a cualquier religión, pero en este caso, regado con coca-cola. Mismo perro, distinto collar. Nos auto castigamos con monogamias gratuitas, y cuando las conseguimos, pagamos a borrachos para que las certifiquen. Más o menos eso debía decir a Linda Burns el lunes a las cinco de la tarde en mi despacho. No tenía evidencias de infidelidad. Conclusión anecdóticamente frustrante. Si ella está convencida de la infidelidad y me paga para certificarla, la única forma de hacer un buen trabajo es directamente pagarle una puta a Michael Bubble. Este es el pez que se muerde la cola. Si tiene amante, fotografiarle con ella, si no lo tiene, entonces proporcionársela. La única forma de que se quedase tranquila esta bestia.

Ya en la oficina yo me quedé tranquilo con otro café. Enervante que calma, asesino que da vida, amante que odia, espía espiado. Todo un revés en mi vida. Más tarde todo se entiende. Seguimos siendo ríos. Pero seguimos navegando a la deriva. El ocaso del mar. Los marinos naufragados. Pero en un río no existen islas del tesoro. Los únicos náufragos de los ríos son los suicidas de los puentes. Cuando buscan liberarse. La liberación es segura. Si no la proporciona el viento de la caída se encargará la corriente del aterrizaje en agua firme. Y morir ahogado. Descubriendo así la verdadera libertad. La llegada a meta de forma adelantada. Contemplamos el suicidio de forma triste. Cuando probablemente sea la forma más rápida de realización del ser humano. Cada uno tenemos distintos objetivos. Tal vez, aunque no lo reconozcamos, realmente sentimos envidia del suicidado. Él quería morir. Otros pelean por ser ricos y nunca lo conseguirán. El suicida salta del puente. Se ha ahorrado años de puta basura. La vida a veces es un escombro. Cuando llega ese punto, así debe ser tratada. La pena de muerte es un insulto al ser humano. La eutanasia es volver a nacer. No creo que aceptase esta sugerencia Linda. Su vida es puta basura. Exactamente como mi investigación.

Y puta basura era su cara al recibir un informe tan honestamente mentiroso. Sin evidencias de infidelidad por mi lado, que estuve allí, ella me traía dos evidencias. Un tanga rosa que encontró entre su ropa y que antes de salir no estaba, y una llamada telefónica a la recepción del hotel que confirmaba bien a las claras que había habido dos personas en la habitación de Bubble. Torpes recepcionistas. Hablan más de la cuenta. El teléfono no muestra caras. Solo presta voces que se encarga de distorsionar, para mayor enigma e incertidumbre. El teléfono es enemigo de las personas. Nos encadena. Dependemos de él. Ahora hasta los niños tienen móviles. Nacemos con un Nokia bajo el brazo. Antiguamente veníamos con pan. Acabaremos comiendo plástico y paneles impresos. Eructos polifónicos. Localizados incluso en el infierno. Buen momento para viajar a una isla desierta. Pero no se confundan amigos, recuerden que en los ríos no hay islas desiertas. Definan bien qué buscan. Ríos o mares. Muerte o vida. En la planta menos uno de los cementerios no hay cobertura. La güija nunca ha contactado con nadie.

Linda insistía como brutal evidencia la aparición de un tanga rosa entre la ropa de Michael. Más aún cuando ella le registraba absolutamente todo, y al salir, ese tanga no existía. Con el tanga la llamada de teléfono. El error del recepcionista. Y mis excusas. Me apresuré a decir que el tanga fue un regalo fetichista de la presentación, si bien nunca nos regalaron nada similar. La llamada la justifiqué apelando a la torpeza del recepcionista. Su coste de factura de habitación era el mismo que la mía. Linda se calmó. Y yo vi clara mi derrota. En realidad yo pagué por dos personas, Amanda y yo, con el dinero de Linda. Lo cual Linda ignoraba. Sin querer me encontraba con dos evidencias de mi mal trabajo y de su infidelidad. Y sin querer también, le debía encubrir. Para mi desgracia Manhattan es una isla rodeada de mares. Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja. Como me gustaría ir contigo. Hasta que no tenga más aire.
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Mensajepor ajb » Lun Oct 20, 2008 7:41 am

13.- Bourbon.

La ausencia de sonidos. El embrujador silencio. Amanda tras del virgen cristal imaginario de nuestro despacho cubierto de polvo. El caso lejos de su solución final. El silencio, siempre el silencio. Quien calla otorga. Quien calla nunca hablará de más. A veces se agradece. Saber callar es más difícil que saber hablar. Y solo recordamos a grandes oradores. Porque quien sabe escuchar muere asesinado. El silencio duele. Y Amanda se eternizaba en su silencio. No hubo palabras, ni antes, ni durante, ni después. No hubo un buenos días. La cascada. La caída. Se rompió el cristal imaginario que separa a las personas. Ese mal llamado pudor. El distanciamiento convierte ese muro de cristal en cemento armado. De repente éramos dos Alemanias. Entendí que fue algo pasajero que debía ir olvidando. Buen momento para centrarme en Bubble y el resto de casos que pendían de un pene. El mío, que a su vez pendía de un hilo. Amanda.

Volví a sentir el miedo al amor. Puedes vivir en la habitación de Poltergeist, que mientras sientas el agarrotamiento del alma cuando el corazón necesita depender de otra persona, no hay mueble volador que asuste. No hay mayor debilidad que el sentirse atado a un amor no correspondido. Espiar con admiración cualquier detalle insignificante suyo. Tratar de adivinar el pensamiento de la otra persona. Tratar de que entienda que tus gestos quieren hablarle. Pensar que esa persona va a percibir lo que tratas de gritarle y no te atreves. Servir el café antes de que ni tan siquiera esté en su mesa. Mirar sus labios cuando le hablas y ella mirar al infinito. Miedo. Miedo. Miedo. Y lo que es peor aun. Dependencia.

Amanda escuchó, sin hablar lo mas mínimo, las quejas y los celos de Linda. Ella entretejía el archivo de otro caso que tenía bastante descuidado también. Pulcra en sus movimientos. Discreta cual camaleón. Fin de la jornada, despedida por mi parte con un hasta mañana. Ella correspondió tímidamente. Mientras Linda se comprometía a conseguirme una copia de la factura de la habitación de su marido. Sin embargo no sé para que me serviría. Yo sabía que realmente había pagado por dos. Linda lo controlaba todo, pero en el fondo era muy inocente.

Y yo mal detective. Retiré los papeles de la mesa. Rescaté de la desidia una botella de bourbon que Linda me regaló en un capítulo anterior. Les diría el capítulo exacto, pero releer lo escrito es un coñazo. No digamos revivir lo vivido. Me cago en las putas cámaras fotográficas y en la puta madre que inventó la fotografía. Nos retratamos de forma compulsiva. En Pisa hacemos el gilipollas colocándonos en perspectiva como si gracias a nosotros no se fuese a caer. Moriremos antes de que ella ceda. Y nuestros hijos, gilipollas como sus padres, viajarán allí, y en un ataque de pasmosa originalidad se harán la misma foto. Mis hijos, si es que alguna vez salen de mis huevos, espero que no sean tan imbéciles.

El bourbon efectuaba su misión en mis neuronas. El viento galopaba por la habitación empujando la lámpara en círculos concéntricos. Mis neuronas eran sopladas por el bourbon. La lámpara era abanicada por el viento. Y en el fondo de esas dos corrientes paralelas yo naufragaba, ansioso de hundirme en la marejada. Buscaba una solución a mi apellido en francés, tal vez en Canadá me fuese mejor, Paris descartado. Odio a Francia y a los franceses. Son cerdos chovinistas. Pero mi mente se seguía alejando debido al empuje del bourbon, y la lámpara seguía girando sobre si misma. Comprendí que el bourbon es el viento que arrastra a mis neuronas, otorgándoles una sensación ficticia de libertad, pues estaban encadenadas y obligadas a no salir nunca de mi mente, de mi mundo encadenado al punto concéntrico de Amanda. Y la lámpara estaba condenada a no separarse nunca del punto de toma de luz del techo. A pesar del incesante empuje del viento. A pesar del incesante empuje del bourbon. A pesar. Y a mi pesar, bourbon y viento, también son sinónimos. Alargué los tragos, las vueltas en mi cabeza eran más rabiosas. Más duras. El viento se tornó en tormenta y la lámpara ya no giraba, se golpeaba contra el techo. Un golpe seco hizo el resto. La bombilla se fundió. Simultáneamente, mi cabeza caía teledirigidamente por la gravedad hacia la mesa, en donde la esperaban mis brazos en cruz y un vaso que desparramaba bourbon como los apuñalados sangre en las aceras del último baile. Mañana resaca y mal tiempo.
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Mensajepor ajb » Mar Oct 21, 2008 7:36 am

14.- Carnaval.

La fortuna muchas veces depende de una moneda, el canto es la utopía. La muerte se esconde en un cara o cruz. Si borracho perdido caes dormido, boca arriba, inconsciente y, en mitad del paseo con Morfeo, vomitas, tienes magníficas papeletas de morir ahogado. Son varios los afortunados. Yo caí de cruz, y mi suerte fue por lo tanto cara. La misma cara que amanecía a las cinco de la mañana envuelta en vómito de bourbon. Si la vida es una piscina, yo estaba haciendo submarinismo en la zona abisal del pensamiento. Abismal mi patética realidad. Y como en cualquier fondo marino encontré vestigios de un pulpo. Recordé que en medio del pedo inmenso devoré una lata de tentáculos. Ducha, ropa limpia, ventana ventilando, bombilla nueva y los tentáculos vomitados reconvertidos en marineros de tubería, recorriendo la cañería que conecta mi váter y el alcantarillado de Manhattan. Ya no solo habrá caimanes. Saluden a Rodolfo si lo ven.

Tras facturar los tentáculos por el retrete, el tentador culo de Amanda llegaba diez minutos tarde. Encima empezaba a ser impuntual. Y yo enganchado a su tardanza, aun estando allí, llegaba más tarde aun con mi café. Sin embargo, Amanda esta vez se mostró cordial, amable, habladora. Y yo con una resaca del mil que no podía ni hablar. La vida es un rodaje en el cual el director es un Maquiavelo loco, que se entretiene cambiando los papeles de los protagonistas a su antojo. Yo ayer Coloussos, hoy Amanda. No podía ni hablar. Desencajado. Y el chichón protuberante en la frente. Amanda, ayer Amanda, hoy buscando hielo en la nevera para calmar mi hinchazón. El de la frente. Las preguntas odiosas. Les respuestas tediosas. El café cargado. El móvil apagado. Sin batería. Como el dueño.
Desayuné con las mismas ganas con las que el obrero trabaja horas extras a sabiendas de no ser remuneradas. La vida hoy me pedía jornada intensiva. El convenio del latido es muy claro. El corazón debe latir siempre. No hay remuneración extra. Es su función. La vida es un tiovivo condenado a no parar nunca. Nosotros nos apoderamos de un caballito. Y no podemos abandonarlo aun a sabiendas de que a nuestro lado hay un caballito mejor y más bonito. Apelé al recuerdo de sus tetas bañadas en champagne. O a lo que recordaba de ese momento mágico. Me aportó amabilidad.

Y hablando de aportar, Linda, al otro lado de la puerta. Entre los papeles que viajaban junto a su mal genio de mujer engañada por su marido y por su detective, estaba la factura de la habitación de Michael. La recogí con la mano con la que me limpio el culo. Exactamente eso hubiera hecho eso con la factura, sin embargo me reprimí y la guardé junto al resto de documentación. Recuperé la sonrisa al recuperar la amabilidad de Amanda, defendiéndome ante la ansiosa impertinencia de loba herida de Linda. Por un momento sentí el arropo de Amanda. En verdad, nunca supe porque Amanda se tornó en hielo. Si follo mal, que me lo diga. No puedo decir que me sobre el orgullo. De hecho me suda la polla. Mi orgullo es parte del equipaje que dejé en Barcelona.

Al otro lado del despacho Linda alzaba el puño con el garrote vil listo para finiquitar el caso. Y mi cabeza aplastada entre mi cuello y mis hombros. O eso pensaba yo. Acto seguido, Linda sacó de su bolso un extracto bancario. Mis gastos. Coincidiendo perfectamente con el importe de la factura de su marido. Conste en acta que ni tan siquiera miré que marcaba la factura. Linda loba que venía con la mirada mordedora, pero con el periódico bajo el brazo. Michael Bubble me debía una muy grande. Ahora yo sí creía en la infidelidad de su marido, antes no. Y ahora Amanda creía en la fidelidad de su marido, antes no. Conclusión: la realidad es un teatro de personajes ocultos que nunca se muestran al cien por cien. Las caras ocultas mueven los hilos. Las caras visibles son caretas. Y en este baile de máscaras los que menos se mueven son los que mas bailan. El carnaval de la vida. El azar de las sonrisas falsas. Ajuar impertinente plagado de mentiras. La verdad es lo que despreciamos. En el fondo podía estar contento. Amanda me volvía a tratar bien y Linda aun confiaba, con una salvedad. Una nueva prueba de fidelidad, en teoría la definitiva. Esta vez..en Praga. Esta vez clase turista. No él, sino yo.
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Mensajepor ajb » Mié Oct 22, 2008 9:05 am

15.- Reincidencia.

La reincidencia emocional es hermosa. La épica del sentimiento, del amante derrotado que busca insistentemete esa mínima esperanza. O ese filo de normalidad, al menos. Y nos abrazamos a esa idea. Aun sabiendo fríamente estar perdidos. Eso me encanta del ser humano. Somos incansables perdedores. Apelamos a la nostalgia como veneno y medicina. Hay verdaderos profesionales del sentimiento doloroso de la frustración. Y en las cabriolas de la sonrisa yo ocultaba mi última pirueta. Mi idea fugaz de escapar a Europa con una descendiente de la vieja tierra que vio nacer los occidentalismos mas aberrantes, mezclados con la mas enérgica de la saña humana. Si hasta inventamos los campos de concentración, más allá de las tetas de Amanda, (otro gran campo de concentración). Creativos, egoístas y de cuando en cuando humanos. El europeo medio encadena crueldad y piedad con infinita solvencia. La vieja Europa hace menos de diez años se mataba con saña en la vieja Yugoslavia. Unos años antes derribábamos el muro de Berlín. Tiempo antes lo levantamos. Así somos. Raros e indecisos. Y yo, raro e indeciso, invité, con el dinero de Linda, a Amanda. Low cost esta vez. Reincidencia emocional en cualquier caso.

Apelando al fuego de la profesionalidad, apenas empaquetamos el equipaje, esta vez, reservando yo el hotel. Distinto pero próximo al de Michael Bubble. Un hotel de cuatro estrellas y de porte elegante en el centro de la Praga más romántica. El muro de piedra sólida del Eurostars David sería pared y escondite. El cinco estrellas de Bubble dos calles más céntricas. Amanda en mi fuerte. Capricho de alto standing a la europea. Difícil no dejarme llevar por Amanda. Veríamos como solucionábamos la papeleta. Lo primero era soldarme a la sombra de Michael con el anonimato anulado por el viaje a Miami, pero con la discreción de quien es profesional a pesar de los pesares.

El motivo de Michael en Praga era la promoción de la fragancia en Europa, lo cual había motivado el traslado al viejo continente de todo su equipo privado de trabajadores, consejeros y secretaria. Esta vez no deseaba incluirme en la comitiva. Esta vez yo lo haría a mi manera. Si es que no encontraba un bar y un guiño en Amanda antes.

Amanda estaba especialmente brillante, pues volvía a la tierra originaria de sus padres. Aun balbuceaba un poco el checo que aprendió en la infancia y que nunca más volvió a utilizar. La llevé la primera noche a cenar a Mala Strata, a un restaurante cercano al salón de congresos en donde se celebraría la presentación de la fragancia. Esta vez no quería champagne. Seguiría el rastro de Amanda. Soy irresponsable y Linda no está para juzgar mis pasos. Yo soy sus ojos aquí. Su lazarillo. Pero como buen perro yo me guío por el olfato. Aroma de Amanda. Eclipse a la luna la noche del viernes. Pero esta vez midiendo la prudencia: fotografié a la secretaria de Michael entrando al salón de congresos. No tenía nada que ver con él, o al menos eso creía yo, pero siempre se la puede convertir en una sospechosa. Tenía algo que mostrar a Linda. Y a Amanda.
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Mensajepor ajb » Jue Oct 23, 2008 7:54 am

16.- Claudio.

El vino en cascada pero con moderación. Charlar lento y en bajito, pero charlar. Afrontar el miedo que me producía su distanciamiento. Encarar la realidad de jefe y empleada. Eliminarla en la medida de lo posible. Ganar sus ganas de embrujarse en la Europa central. En la vieja Europa. Quitar años al tiempo del calendario con unos abrazos mientras Michael arrasa con su perfume. Olvidar que tenemos a alguien a quien seguir. Infinitivos infinitos en mi pensamiento. Todos ellos quisiera omitir. Usar pasados. Usar realizados. No anhelos, sino consecuencias. Hablar de resultados, no de proyectos. Dejar el futuro para la vuelta. Volcar el pasado en un colchón. Reandar lo embarrado de Miami. Y guiar sus sonrisas hasta mi bolsillo. Peatones de la vida que corren por las calles que nunca debieran abandonar. Eso le quería decir a Amanda. Si al menos hablásemos el mismo idioma?

La cena transcurrió tranquila pero ella parecía muy cansada. De Bubble ni me pregunten. Volvimos al hotel. La dejé en su habitación y yo me marché a la mía. Miré la televisión. Fumé tres cigarros. Bajé al bar. Me tomé una copa con Claudio, el camarero cubano del hotel. Hay hispanos en todos los lugares del mundo. Y él, como buen cubano, charló conmigo. Conversación agradable que solo podía ser de mujeres y del veneno que esconden en cada sonrisa. Yo me refería a Amanda, él a cualquiera. Amanda era una cualquiera en el fondo. Tenemos amigas comunes. Nos sonreímos. Me recomienda un bar de copas. Acepto su invitación. La gente que trabaja en hoteles de noche sabe más de la vida. Pero saben callárselo. Si presumes de ello te tratan de loco o de flipado. Pero ellos sí saben. Son testigos de nuestros tropiezos y de nuestros triunfos. Pueden experimentar con las realidades de la gente, fijarse en los gestos. Ellos son testigos, como en un laboratorio, de las reacciones humanas. Hotel y laboratorio, sinónimos en mi diccionario.

Según gastamos ron olvidamos que existía un bar de copas buenísimo tres calles más abajo. Nos dan las tres de la mañana. Las luces de la recepción enmudecen, dejando leves hilos de luz que decoran la delicadeza de una acertada decoración. Bebemos. Cuando contemplo con los ojos entrecortados que en el fondo se abre el ascensor. Amanda. ?Me busca? pienso. Pero ella ignora nuestro rincón a oscuras y sale fuera. Claudio me pregunta por ella. Le digo que sí, que es ella el rompecabezas. Me pregunto a donde va. Rápidamente monta en un taxi. El inmenso aluvión de dudas se desborda y dibujo un canal que transporte la riada de incertidumbres que me inundan a Claudio. Claudio apela a la filosofía del carpe diem. Que me quiten lo bailado. Consuela lo mínimo. Y cuelgo mi mirada a oscuras del pestillo de la puerta del hotel. Cerca de naufragar. Claudio me salva con otra copa. Mañana resaca, dudas y un trabajo sin hacer. Como todos los días, por otro lado.
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Mensajepor ajb » Vie Oct 24, 2008 7:53 am

17.- Puzzle.

En esos momentos la cuenta de mi habitación echa humo. Cuando el camarero te invita a copas es que ya has gastado demasiado. Debían de ser las cinco. Amanda volvía. El taxi esta vez era un mercedes negro metalizado. Me retiro, me escondo. Michael Bubble. En medio de la marejada, del mayor pedo, lo veo claro. Espía espiado, luego todo se entiende. Eso mismo escribí hace no demasiado. Suben a la habitación. No hace falta espiar más. Ahora encaja todo. La manera tan fría de jugar conmigo de Amanda.

De un plumazo entendí que todo había sido un puzzle en el cual yo había picado como un inocente. Nunca Amanda quiso buscar trabajo en el despacho de enfrente de abogados. Ella buscaba mi puerta. Por eso ella me engatusó de tal manera. Entendí que pusiese tanta atención a este caso e ignorase el resto. ¡Que lo ordenase de forma cronológica!. Que consiguiese las invitaciones y las dos últimas habitaciones en Miami. Que desapareciese veinte minutos para volver envuelta en humo. E incluso, que se acostase conmigo. Cegándome.

Les regalé información secreta. En el fondo lo vi hasta lógico. Linda no sabe guardar un traje, como para esconder a su marido que me ha contratado. Y pienso en lo mucho que me han engañado: yo pagué el viaje a Miami y el hotel de los dos, cargando todo a mi habitación, la 211. De repente busqué la factura de la habitación de Michael Bubble. La habitación 212. Realmente Amanda reservó una sola habitación. Yo pagué dos. Ellos compartían. Encontré sin querer un tanga rosa que nunca vi, pero si sentí. Y valoré la profesionalidad de los recepcionistas en Miami.

En Praga el avión fue de mi cuenta, y de propina una habitación de hotel en un cuatro estrellas del centro de la ciudad. Y en realidad, yo pasaba los gastos a Linda. Qué pequeños podemos llegar a ser. Si alguna vez esto fue una pelea, estaba claro que yo perdía de goleada. No digamos Linda. En un terreno irrecuperable yo tocaba fondo. Me veía cubierto de fango en medio de una encrucijada de difícil salida. Las cuentas estaban claras. Por un lado podía recopilar las pruebas, hacer las fotos decisivas de ambos juntos. Por otro lado podía callarme como una perra y ser yo uno más que engañaba a Linda.

Me detuve un segundo a pensar. Hacía mucho que no pensaba con sangre fría, cuando yo siempre la he exhibido. Tal vez lavarme el culo y brindarle una coartada perfecta a los dos amantes podía ser la solución. Me planteé una fecha límite. Era sábado. Decidí que el viernes saldría de cuentas. Tendría un largo fin de semana para emborracharme, olvidar el caso y volver a ser el que era antes. El necio que nunca se implicaba demasiado en los casos. Pensé que además tenía un problema añadido. Una vez Linda saliese del despacho, algo debía de hacer con Amanda. Ahora estaba seguro de que nunca volvería a mis brazos. Solamente lo estuvo, y de paso, una vez. En realidad yo fui un secundario afortunado. Lástima que este afortunado clavó su papel a la primera. Mostrando dudas o frialdad tal vez me la hubiera follado más veces.

Al día siguiente aun debíamos seguir trabajando, pero no había nada que investigar. Quedamos para desayunar y acto seguido me llevé a Amanda al aeropuerto. Le dije que era una obviedad, que Michael Bubble era perfectamente fiel. Amanda me miró asustada, sin saber muy bien qué hacía, sin embargo ella accedió, no sin antes no volver a dirigirme la palabra. Las relaciones estaban absolutamente rotas, pero, al menos, el silencio y desprecio de Amanda hacia mi me dejaba en claro la realidad. No necesitaba fotos. Amanda y Michael eran amantes. Mis ojos y los lenguajes corporales, las actitudes eran testigos. Somos primarios. Somos viscerales. Reaccionamos bordeando el desequilibrio en momentos de extrema presión. Todos tenemos nuestra dinamita que nos hace explotar. Solo debemos encontrarla. El abogado picapleitos incompetente y el político internacionalista. El hippie y el monje chamán. Lephasto y Claudio. Todos tenemos un equilibrio. Todos somos alterables. Amanda también. Yo ya sabía seguro que la cuerda se había roto. No se si ella intuyese algo, probablemente sí. Sus dos preguntas despreciativas: ?¿de verdad has resuelto el caso?, ¿no tiene amante?? formuladas de forma seguida, con sorna, ironía y desprecio. Nadie me asegura que no supiesen ellos que realmente les estaba mirando al entrar al hotel.

Estaba enfangado. Tras mes y medio de investigación me daba cuenta de que esta era mi mayor derrota profesional. Miré a Amanda con el desprecio de quien te ha enamorado pero ella simplemente ha jugado contigo. Y de forma cruel. Me sentía absolutamente ninguneado. Y debía dar un veredicto final a Linda. Un jaque mate a esta historia que me estaba volviendo loco.

Ni tan siquiera respondí a Amanda. Estaba absolutamente convencido de cerrar de una vez por todas el viernes esta trama que me estaba volviendo loco. Hasta entonces estaría libre, hasta el viernes no quería verla por el despacho. Me otorgaba y le otorgaba vacaciones. Tenía por delante seis días para comerme la cabeza y decidir la respuesta a Linda. En este cruce de caminos tenía la opción hipócrita, que era ceder a Michael Bubble y Amanda y asegurarle a Linda que su marido era absolutamente fiel. Ellos seguirían el romance, y yo cobraba el caso. La vida de Linda no merece nada mejor. En el fondo era justo.

La otra opción era más honesta, por lo tanto más inadecuada. Descubrir toda la verdad. Decirle a Linda que su adulterio lo he estado sufragando yo con su propio dinero, que el incompetente que ahora te pasa una factura no ha hecho sino ser partícipe de las cabriolas maritales de dos amantes sin escrúpulos. Y una moraleja, que no volviese a contratar a un borracho inepto y calzonazos como detective privado. Fui un juguete fácil y divertido para Amanda y Michael.
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Mensajepor ajb » Lun Oct 27, 2008 8:51 am

18.- Mármol.

Era martes. El domingo y el lunes los dormí. Ocho mensajes en el contestador. Ni puta necesidad de responderlos. Ni ganas. Una decisión. El ser humano al afrontar las decisiones se vuelve un cobarde. Quien arriesga es un osado. O un afortunado. Él sabe lo que es la vida. Quien es un cobarde, o bien pasa de todo, y por lo tanto es vecino de la mas absoluta felicidad, o bien es un necio irresponsable que se tiene demasiada estima. En el caso de Linda yo decidí ser un cobarde doblemente. Sabía que en el primer momento lo hacía por miedo. Pero pasado un tiempo sé que mi pasotismo global terminaría por vencer, dejándome una leve cicatriz que apenas compartiría con el Claudio de turno.

La espada de Damocles y el informe final pendían del techo, como las nubes del sol. Lentamente colocadas, desplazadas por un tenue viento, nubes. Decisiones que deben ser tomadas y que son desplazadas por los sentimientos cambiantes que me recorrían en cada momento, decisiones. En mi diccionario de sinónimos encuentro otro más: nubes y decisiones. Sinónimos. Y me dibujo, me escapo de mi mismo. Pero esta semana era más que una nube, una borrasca, con un epicentro, Amanda, y con una fuerza cambiante que por un momento amagaba a tornado. La isla de las bajas presiones hoy era Manhattan, sus habitantes mi calentón de cabeza y yo.

La escapatoria nunca es fácil, pero esta vez lo tenía claro. El camino cobarde era el camino. Hice recapitulación. ¿Cuando no he huido cobardemente? Todos en un momento u otro huimos. No me considero más cobarde que ustedes, y tampoco más valiente. Afronto mis responsabilidades y mis errores, pero si los puedo facturar, pues que quieren que les diga? bienvenida sea la solución. De pequeño siempre me dijeron que las penas con panes son menos. Linda contaba por lo tanto con un matrimonio sólido, al menos desde mi punto de vista. Tanto como el mármol. Y yo era el escultor que había dado forma a una mentira con los pies fríos y el cuerpo de piedra. En el fondo, la vida sin sentido de Linda necesitaba un atrezzo de semejantes características. Y yo, Miguel Ángel ultimando mi última gran obra. Por decidir que hacer después. Huir o seguir. Ríos o mares. De momento alabastro entre los dedos.
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Mensajepor ajb » Mar Oct 28, 2008 8:35 am

19.- Veredicto.

Entre tantos veredictos y juicios finales también debía decidir qué hacer con Amanda. Lo que no iba a permitir es que ella siguiese cobrando un sueldo que no podía ni tan siquiera pagar. Ya me la había follado. No podía lograr más de ella. Ella había jugado con mis sentimientos de una forma tan cínica como espeluznantemente maravillosa. Ella era, como he dicho varias veces, una diosa. Más que diosa, odiosa. Bendito pecado que me había envenenado, se había reído de mí y me había despreciado, pero en el fondo me había enamorado. La decisión final estaba clara. Acto seguido de que cerrase el caso con Linda, Amanda sería despedida. Preparé su finiquito. Jaque mate al dolor. Ojala el cáncer se cure tan fácil en el futuro.

Sabía que esto era un parche, pero me veía capaz de acabar con las reservas de Jack Daniels, hasta quemar la última neurona que recordase el pelo mas diminuto de Amanda. Y esa era mi meta. Además tenía fondo. No soy un cualquiera bebiendo. Aunque me vomite encima, no me acuerde o me vea incapaz de satisfacer en la cama a una mujer como Amanda. Sería despedida.

Y yo debía tener valor para afrontar tal cobardía. Porque para ser un cobarde hay que tener valor suficiente para reconocer el dolor al que te enfrentas. Porque para tener valor hay que saber que hay una barrera que te protege, y esa barrera es la cobardía. Porque el valor y la cobardía son complementarios y en mi diccionario también son sinónimos. Yo soy Coloussos, y soy Colou Uxó. Pero en el fondo soy un puto ser humano sin la polla grande, sin dinero, sin un gran curro, sin propiedades mas allá de un despacho, sin un hígado solvente que evite las resacas. Y con mucha sed. Un fracaso al espejo de la sociedad. Uno más en realidad. Y Amanda debía ser una mas en las calles de Manhattan, una más que juega con sus sentimientos y con los de la gente, porque todos tenemos sentimientos, porque lo mas grande que tenemos es lo que nos une. Es el cara a cara. Es el vivir, el compartir. El desahogarte, porque ninguna vida es insignificante. Porque nos amamos y nos odiamos. Porque tenemos distintas necesidades para subsistir en África y en América y en Asia y en Europa, pero buscamos lo mismo, y en el día a día somos absolutamente iguales.

En resumidas cuentas: Amanda, estas despedida. Ahora solo faltaba decírselo.
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Mensajepor ajb » Mié Oct 29, 2008 9:16 am

20.- Jaque mate.

Y llegó el jueves. Llamé a Linda para recordarle que el viernes tendría el informe final del caso, y que era concluyente. Finiquitando así la trama. Y abandonando así la tarjeta a mi nombre. Y los viajes cubiertos. Y las comidas de negocios. Y el buen vivir. Hice lo propio con Amanda, citándola a la misma hora. En señal de humillación personal decidí que fuese ella testigo de su victoria. Así el despido lo entendería como lo que realmente es. Sabía de su relación con Michael. No obstante si no le quedase claro, en privado se lo haría saber. Derrotado sí, pero necio no. Aunque los dos adjetivos me vayan al pelo. Quiero decidir al menos mi forma de morir. El caso es un río que pasa por mi vida. El río es muerte. El caso de una vez por todas acabaría. Y yo de una vez por todas abandonaría esta historia. Pero sé nadar, y quería llegar la mar. Dos cafés fue la medicina nocturna. Recordé que trabajo en Manhattan, vertedero humano, y decidí correrme la última gran farra con el dinero de Linda. Soy un irresponsable, ¿como quieren que se lo diga? Ella es tan podridamente rica que no lo va a echar de menos. Ni sabe cuanto va a ser. Yo tampoco.

Decidí, ya que no había usado la cámara de fotos que me compró la propia Linda para nada, que sería buen momento para darme un garbeo por Manhattan y tirarme a la foto artístico etílica. No escatimé en copas, ni en propinas, me hice amigo de todos los camareros de Times Square, alquilé para un paseo una limousine de las miles que encuentras por allí, besé a una joven que me pedía cien dólares por cada beso. Y la besé cuatro veces. A la quinta me consideré borracho. Pagué una pensioncita con ella. La pensión no me costó demasiado. La cuenta ya estaba rota, y yo ciego perdido. Después la acompañé a su club. Uno de los más lujosos de todo Manhattan. En donde solo un beso son cien dólares. Imagínense el resto. Eran las tres de la madrugada. Estaba ciego. Llevaba preparándome para mañana desde las ocho de la tarde. Vanessa se llamaba esta joya caucásica. Su mirada eran kilates. Y yo pagaba y pagaba. No tenía ni idea de cómo justificar ese gasto. Y en medio del pedo las incesantes ganas de mear.

Fui al baño de hombres. En la puerta un músculo con ojos, negro, pecho desnudo y corbata blanca. Erotiquísimo si fuese gay. Lástima. Meé, después vomité. Tardé diez minutos en volver a nacer. Y renací, vaya que si renací. Al abrir la puerta me encontré en el baño de enfrente el mismo chapero con Michael Bubble entre las piernas, picoteando algo en plena madrugada. Recordé que tenía la cámara de fotos y haciéndome el inconsciente hice tres instantáneas que me dieron la vida. Me di cuenta de mi magnifica capacidad para espabilar ante las emociones fuertes. Salí del baño con disimulo, me retiré a un rinconcito apartado y comprobé la calidad de las instantáneas. Magníficas. Volví a Vanessa, despidiéndome de ella con discreción y pagando la cuenta con la tarjeta de Linda. Nueve mil seiscientos dólares. Amén. Con esa cuenta debía ser lo más discreto posible. No me fuese a encontrar a Bubble. Y volví en taxi a casa. Y como comprenderán, no pude dormir.

Directamente empecé a preparar el informe final, el cual debía hablar de las infidelidades del marido de Linda. Primero elaboré su perfil: ejecutivo de productos de alta cosmética, rodeado de creativas y creativos, vida absolutamente ambiciosa, ignorando cualquier meta. Culto al cuerpo, de carácter comercial y extrovertido, con gran magnetismo, en la ciudad más superficial del mundo, un pez en el agua. Un pez en su agua.... Veredicto: infiel. Un informe detallado con el fin de semana en Miami en el cual redactaba una sarta de mentiras. El viaje de Praga con no menos mentiras. Y fotos, tres fotos en el baño del Black Roxy, con el chapero del lavabo y dos insulsas instantáneas de su secretaria. Que puse, evidentemente, para rellenar. Como la mitad de los párrafos que han leído, por cierto. Tal vez de ellos, por cierto de nuevo, aprendan algo. Yo aprendí. Volví a aprender, mejor dicho. Aprender a ser yo mismo. Amanda me cegó. Este caso era pestilentemente sencillo. Me dejé llevar por Amanda. Pero realmente todo el mundo bailaba en torno a la música de Michael. Ahora sí que no dudaba. Ahora de nuevo lo veía claro. Amanda era un juguete de un coleccionista de triunfos. Daba igual el trofeo, lo importante era ganar. Michael y su nivel de vida. Linda hace muchos años que desapareció de la vida de Michael. Amanda incluso era un trofeo de fines de semana. El juguete con el cual se reía de mí. Un rompecabezas con una trama mucho más sencilla. Lo he dicho antes, esto es un carnaval. Los actores que menos actúan son los que mas bailan y todos bailábamos al ritmo de Michael. Pero esta vez yo le quería hacer tropezar. Amanda, Linda y yo éramos meros titiriteros de la coreografía del bizarrismo mental de Michael. Agua, canela y sal. Le tumbaría, no sin antes admirarle.

Todo estaba finiquitado, y dispuesto pues, para mi jaque mate.
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Mensajepor ajb » Jue Oct 30, 2008 12:09 pm

21.- Viernes.

A las dos de la tarde terminé mi informe. Todo listo pues. Me duché. Me fijé en el jabón. En como recorría con el agua el contorno de mis piernas hasta huir por la cañería. Oxidada. El óxido del metal son las canas de su vida. Mis canas al aire son engaños al espejo. Los espejos son fotografías inexactas. La inexactitud es la verdad a medias y la verdad a medias siempre usa panties. La factura también estaba lista. Esta verdad a medias era un trabajo a medias con un veredicto exacto. Un cinco. Un suficiente. Unos cinco mil dólares mi tarifa. Suficiente. Más cuarenta mil en gastos. Cuarenta y cinco mil costó acabar con su matrimonio. Un millón la boda. Imagínense si soy barato. Me debía replantear las tarifas. Las bajadas de bandera de los taxistas son más caras que yo. En realidad nunca había cobrado tanto por un caso. Pero nunca ningún caso me había tratado con esta violencia. Sí. Era viernes. Después me concedía dos meses de vacaciones. Tenía dinero. Me sentía bien. Me sentía distinto. Raramente confortado. Tal vez también pagase algunas deudas. Solo talvez.

A las tres menos cuarto preparé café. El mejor aroma para el momento más importante desde la apertura de mi despacho en Manhattan. Sabía que Linda pagaría bien. Fui rotundo en mi imagen. Me puse mi mejor traje, Me fume un cigarrillo y para mayor exceso, le eché azúcar, al café mal pensados. La vida en torrente. Amargor y enervante. Calmantes. Porque los nervios calman los problemas de la gente. Los aplazan para más tarde. En el momento del nervio estas centrado en el contexto que te enerva, aplazando el resto de situaciones discordantes que te rodean. Calmando el resto de ira que la vida te regala. En mi diccionario enervar y calmar son brutales sinónimos.
La primera en aparecer fue Amanda. Tres golpes en la puerta. Advertencia y amenaza. Ella al cien por cien. Traje negro. Arpía y pérfida. Perfecta en todo momento. Correcta. Me correría en su cara una última vez. O tal vez una primera. Da igual. Sería despedida. Le ofrecí café. Se lo recomendé, hoy estaba especialmente sabroso. Aceptó. Acto seguido llegó Linda. Clase y aroma de Jean Paul Gaultier. Justamente la competencia de su marido. Hoy tocaban a dianas. Acertó en la fragancia. Yo llevaba la versión masculina. Amanda apestaba a sexo. Los papeles estaban ya repartidos. Las dos ignoraban el discurrir del informe. Y lo cierto es que Amanda en ningún momento hizo ademán de trabajar. Ella estaba esperando también el veredicto del caso. Tal vez yo sabía su condición de amante de Michael, pero Linda no. En cualquier caso a Linda no parecía ya importarle. Se había acostumbrado a mi nueva mascota.

Y es que en mis frases cada vez había más desparpajo hiriente e irónico. Estaba crecido. Desprecié de forma pública la capacidad laboral de Amanda antes de dar el jaque mate. Ridiculicé su forma de archivar el caso. Reproché que ese trabajo imperfecto de Amanda hizo que me retrasase en el informe final una semana. Pedí perdón a Linda por tal retraso. Linda la miró con desprecio. Amanda echaba humo, pero callaba y agachaba la mirada. Yo me desbordaba en mi grandilocuencia. Me cobraba en oratoria toda la saña acumulada. Yo estaba cobrando mi peaje a la sombra. Las dos ignoraban el informe final. Me pregunto aun qué estaba pensando en ese momento una mente retorcida como la de Amanda. Probablemente ese era el momento más glorioso de mi carrera profesional.

En una nueva frivolidad presenté, ante las dos, primero la factura. Los ojos como platos en Amanda. ¡Vaya precio! Ella sabía que me había tocado los huevos en el trabajo. Que me habían ridiculizado, pero no sabía el final de la historia. Para Linda eso era una miseria. Tal miseria que el cheque me lo entregó sin ni tan siquiera saber aun el informe. El caso estaba cerrado y cobrado. Amanda amedrentada. Linda ansiosa y expectante. Yo gozando. El café se estaba acabando. Y ya eran las cuatro de la tarde.
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Mensajepor ajb » Vie Oct 31, 2008 10:31 am

22.- Cinismo.

Abrí el portafolio con el perfil de Michael. Mostré los informes de Miami y Praga. La sarta de mentiras. Amanda sonreía con astucia, con elegancia. Veredicto. Con mi mas firme voz simplemente dije ?infiel?. Amanda me miró con los ojos totalmente impactados. Creo que ella creía que yo les ocultaría como ya hice en Miami. Linda rompe a llorar. Un tenue ?lo sabía? acompaña el fin de su matrimonio. Linda era inocente de absolutamente todo. Ella era una niña rica que nunca ha sabido bien como se juega a este rompecabezas que llamamos vida. Pero llegó el desequilibrio.

Los seres humanos nadamos en una piscina inmensa de situaciones. En un mundo bipolar. En la luna y el sol. En la sombra y la solana. El yin y el yan. La noche y el día. Las fotografías blandas y las fotografías duras. Una sospecha. Una culpabilidad. Adjunté, por tener algo que mostrar de Praga, las fotos de su secretaria. Añadí que no tenía nada en claro de ella. Que ni tan siquiera la conocía, pero que ella era la única mujer cercana en su entorno que yo podía ver con peligro. Amanda se sonrió sabiéndose ganadora. Sin embargo empalideció al ver las tres imágenes con el chapero. Ella no era el único juguetito de Michael. Esta puñalada se sintió en todo New York. Los ojos rojos. Se sentó lentamente en su silla. Se quedó mirando el infinito. Enmudeció. Linda no se percató de la reacción de Amanda. Yo no le quité ojo. Linda seguía llorando pero, sin embargo las fotos le hicieron desistir del llanto. Supongo que es una sensación extraña descubrir que tu pareja te es infiel con una persona de su mismo sexo. En el fondo creo que es más asumible. Aunque todos sabíamos que no hay desviación. Michael es un amante del exceso y del máximo nivel de vida sin prohibiciones. Es amante de sí mismo y solo es él a la persona a la en que verdad ama. Rematé la presentación con esta misma idea. Michael no tiene amantes, él es su amante, si pudiese se follaría a si mismo. Amanda rompió a llorar. Linda se giró sorprendida. Amanda se levantó y en un acto de maravilloso cinismo, de teatro puro, abrazó a Linda y le dijo que lo sentía muchísimo, que Michael no se merecía una mujer como Linda. Yo flipaba. Linda sin embargo agradeció el gesto de su nueva amiga. Busqué güisqui desesperado. Trago sanador. Lázaro, levántate y anda. Amanda cada día me sorprendía más. Gloria bendita. Como se puede ser tan mentirosa y tan cínica. Ella es la culminación de la evolución del ser humano. Si venimos del mono, Amanda es el punto final. Tan mona y a la vez tan duramente cruel.

Pero en el fondo Amanda lloraba por si misma. Ella amaba a Michael. Lo entendí. Las dos enamoradas del mismo hombre que solo ama a si mismo. Pero sacando algo en limpio. Un cheque. Empecé a pensar en las vacaciones. No sin antes despedir a Amanda, aunque, claro, ese no parecía el momento. No quería despedir en ese momento a quien consolaba a Linda. Así pues apremié a Linda. Le dije que estaba ahí en todo momento para ella. Que no me viese como un detective privado sino como un amigo, un buen e íntimo amigo al que podía recurrir siempre que quisiera. Ella me lo agradeció infinitamente y salió del despacho. Nos quedamos a solas Amanda y yo.
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Mensajepor ajb » Lun Nov 03, 2008 7:41 am

23.- Sopas con onda.

Qué difícil es a veces hablar. Qué difícil es a veces decir lo que piensas. O decir lo que debes decir, aunque no lo quieras decir. La sensación que te queda después es de duda. De una terrible duda. Has cerrado una puerta. Y hay puertas que no se vuelven a abrir. Hay ríos. Me gusta hablar de los ríos. Me suda la polla mi trabajo. Me gusta divagar. Burlar a la realidad. La realidad es una burla. Mi venganza. Plato frío. La pelea del día a día. Las vacaciones del stress. La libertad. Este viernes yo cogía vacaciones. Para no soltarlas. Y llegaban con una liberación. Cogí aire. Del tirón: ?Estás despedida?.

?Lo sé?, su respuesta. Cogió su cheque. Su finiquito. Si bien el verdadero finiquito la había recibido hace una hora. Abrió la puerta, me miró de arriba abajo y me dio las gracias. Se marchó. Se acabó. Quien sabe si volveríamos a tropezar. Si tropezásemos, si nos volveríamos a hablar, si nos hablásemos, si volveríamos a comer y si comiésemos si volveríamos a tomar café. De follar prefiero no hablar. Esta mujer era mágica. Me hizo daño y sin embargo me dio una verdadera lección. Al fin y al cabo, ella era una víctima como yo. Una víctima culpable, como yo, pero víctima al fin y al cabo. Todos somos víctimas en realidad. Linda, Amanda, Michael y yo. Si, Michael también, y lo que es peor. Era víctima de si mismo. El peor criminal. El peor abogado.

Me senté en la mesa de Amanda. Revisé su trabajo. Me había archivado el resto de casos que tenía abiertos y semi abandonados. Un puto desastre. El despido no era improcedente, desde luego. Era una incompetente del trabajo, pero era una experta de la vida. ¿Quien coño necesita saber trabajar cuando se sabe vivir? Creo que lo mejor era no volver a verla ni volver a saber de ella. El recuerdo en el fondo, era extremadamente positivo. Me hizo daño, pero me dio sopas con onda. Nunca hubiera imaginado que con cuarenta y dos años, una niña de veintinueve me iba a enseñar como se debe vivir. Y ella lo hizo. Un intensivo que agradeceré toda mi vida.

Quedaba café en su taza, y como el día de la entrevista, me lo bebí. Y seguía siendo igual de depravado. Todo tenía su aroma. Ella vencía al café. Ella era la cafeína que enervaba mi alma de bohemio. Este último sorbo a la copa de la vida, este consolador de cicatrices. De trago.

Me relajé, pensé en ella de forma idealizada. Recordé su figura. Entre mis dedos escondía su voz, su tacto, su esencia. Y toda una fuga de pasión recorría mi mano. Acabé mi relación con Amanda como la empecé. Masturbándome. Mi diosa odiosa. La cicatriz mas profunda que ahora este hígado pulverizado debía cicatrizar. En el fondo era un tío con muchísima fortuna.
ajb
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Mensajepor ajb » Jue Nov 06, 2008 8:19 am

24.- Comida china.

Recapitulé. Me di una gran vida mientras el caso duró. Lo reconozco. Y me paré a pensar cuantos días he tenido resaca mientras he tenido el caso abierto. Prácticamente todos. Me vi alcohólico. Decidí cambiar el guión por una noche. Una vez terminé de reordenar el caos que me dejó Amanda y de poner el despacho al día, me tumbé a ver la tele. Llamé al chino de abajo. Atendió mi comanda con celeridad. Es curioso el menú del chino. Siempre sirven la misma comida en los mismos taperwares. El rollito tiene el mismo aspecto en Europa y en América. Me prometí viajar a China para averiguar si allí comen esta misma mierda. Aunque reconozco que el pan de gambas me encanta y el rollito bañado de aceite guarro también.

Me fijé que no tenía cerveza en la nevera. Me había entregado al güisqui. He dicho que no iba a beber, pero la cerveza es agua, así que no vean contradicción. Bajé al Peanuts, comercio de barrio que no cierra. Compré doce cervezas. Suficiente para sobrevivir. Saludé a Ernesto, dependiente boliviano. Gruyere me gusta llamarle. Tiene tres heridas de bala. Esta zona durante el día esta llena de turistas y ejecutivos, pero por la noche las cucarachas campan a sus anchas. Y no por ser el centro del mundo hay mas seguridad. Evidentemente.

La vida en el jirón de mi calle. En la esquina dos enamorados se desenamoraban con gritos. Pensé en darles una tarjeta y que se pasasen por mi despacho. Pero era más divertido verles gritar. La gente les miraba con morbo. Seguí caminando. Volví al portal. Misión cumplida. Cerveza fresca y menú chino. En la tele un concierto de Los Who del año sesenta y ocho. Pura adrenalina. Caso resuelto. Amanda despedida. Linda satisfecha. Y Michael una mera coincidencia en nuestros calendarios vitales. Nunca tendré nada que ver con esa gente. La noche se engalanaba, por lo tanto, para mi y mi independencia. Y en el horizonte vacaciones. Si no me sentía realizado faltaba poco. Esta tranquilidad la escondería como oro en paño. Era mi tesoro.

Y la comida china que sobró fue directamente a la nevera. Mañana esta sensación debía continuar y yo darle lastre. Pero no pensaba en el día siguiente. Estaba realizado hasta la próxima aventura. Y tenía la sanísima intención de que tardase en llegar.

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