No fue

[Lunera]

Así fue, un haz de melancólica sombra en pleno anochecer de septiembre, siendo nadie en un barrio del que sólo conozco tramos y nisiquiera,
viendo a la gente, tan feliz y tan sin problemas que me dio por llorar de alegría en su honor. Fue un adiós con prisas de esfinter y temerosos nervios de pulsar el timbre, lleno de preguntas y reproches por mi parte hacia mi propia persona, de tristeza por sus lágrimas y por que no tenga otro sitio que la merezca, y me fui a la espera de su silueta por el balcón poniéndome una sonrisa triste al tiempo que yo, mirando el reloj, la tiraba un beso de buenas noches.
Mi casa con ella era extraña, tanto que hasta yo me sentí muy fuera de lugar entre sus brazos en alguna ocasión, y nos dieron las séis y veinticuatro sin dormir, desnuda ella, toda mía y yo tan ida que no lograba volver. Lloré, es cierto, pero no por ello fue bonito el acto en sí del lloriqueo, lo hice por que me hirieron las palabras de dulzura y amor, los ojos brillantes y su cara inocente entre mis manos temblorosas, lo hice porque en ese instante mi corazón estaba dormido no sé dónde, y mientras ella, palpaba mi pecho en su busca.
Y la conocí pensando que no iba a poder ser, que una chica de pelo corto que pintaba y la daba igual todo no podía fijarse en mí, ya que soy poca cosa, algo que sólo sabe escribir cuatro líneas sin faltas de ortografía, y por eso dicen estar bien dichas. Lo que fue un viernes, se convirtió en días enteros bajo el suelo, perdidas en el metro buscando algún paradero "no demasiado", manchándonos los pantalones con el verde de El retiro, buscando ella mi hombro en un portal de la calle Hortaleza, besándonos a media vergüenza como cualquier otra pareja, sábados, jueves, algún domingo, y todo ese día me pareció poco, dentro de mí se habían escondido nuestras vivencias, nuestras saudades, los días de nervios y esperas por un abrazo o un beso, una mirada, un te quiero, un... me da igual, porque ante todo estamos nosotras. Sí, ese día me sentí mísera, vacía de amor, entera de rabia por querer darla hasta mi último aliento sin haberlo tenido, por el coma temporal de mi corazón, porque quería besarla como hacía uno o dos días, sin embargo lo sé, sé que ese día no fue, que no estuvo en mi retina, que no respiró y nadie lloró ni se sintió menos viva.
Así fue, en un tren de cercanías, de noche y con nada que tuviera sentido, las estaciones sin ella no eran más que un triste reflejo en el cristal, el olor a Renfe ni siquiera lo capté. Cuando llegué a mi cama, pareció que la noche anterior no existiera en las sábanas, no se olía ni el más mínimo de nuestra persona, aunque en su camiseta todavía permanecía, y las caricias, y su pelo mojado, y su carita al besarme, y nosotras ahora, antes y ojalá mañana, con abrigos y tiritando de amor.

[lance]

siempre es weno leerte