Troquel de llanto es mi estampa,
yermo, por la cizaña vencido
cansado, humillado, alicaído
cansino en mi desdicha, mi alma clama.
¡Perdón!
Nutridas horas de incertidumbre
sembradas de dudas e ignominia
el sentir amargo calienta mi lumbre.
¡Perdón!
En umbrío cenagal se convierten mis lágrimas
una vez huido el alborozo en las botas viejas
mi alma, pobre diablo, remendado y lleno de endejas
condenado al ostracismo, vagando solo cual ánima.
¿Perdón?
De dormir cansado entre horas raídas
y recordar estivales días olvidados
augurar vejez, lágrimas, gitana maltraída.
Perdón...
¿Deshonra el pedir perdón?
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