El cielo blanco y cálido
que muere por hemorragias internas
alumbra este cuaderno carente de interés y sentido,
donde mis manos gobiernan
por encima de cualquier ley que se pronuncie.
Necesito volar hasta morir
suspendida sobre su lomo,
hasta que lo que se ve desde el tejado
esté en mi puño,
y que cuando lo aprese me sangre la sonrisa
al ver que no era para tanto.
Se percibe en los escotes
el olor a primavera en este derrotado invierno
que todo lo quiere amorfo y melancólico.
El acné de mis impulsos
resurge abundante al ver que es el momento,
el sagrado instante de las 7 y 20
para embestir por la puerta
hasta romper el aire que venga a contracorriente.
Sagrado momento de las 7 y 20
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