Fuiste tu,
la rosa de un jardín envenenado
la docta que atisbó un par de alas
que cubría mi lumbar entramado
la misma que inocula mis palabras
y que con lastres y argollas
hoy me quiere entreverado.
Por contra, siempre dudé de la identidad del aire y aún así vendé los ojos a mi conciencia, simple sumisa a tus creencias, que hoy mueren lapidadas mucho antes de que el alba escancie justicia sobre los mutilados hombros de quien te versa. Yo permanezco impasible, aparcando al nihilista que siempre fui, mirando por la sola ventana que vira a poniente y que caza mientras duerme a la incauta mañana. La llave del candado que te hace esclava de tus palabras se ha inmolado en la más asoluta nada.
Anudado a mi cimbel
como presa de cetrero,
te pondré un cascabel
para en vuelo ser certero.
No pretendo ser el viento
de la veleta de tu opinión
no soy ni movimiento
si pretendes ser acción.
Hoy no he desayunado con el enfado ni he comido con los celos, ni tan solo he cenado un poquito de maldad. Jamás el velero de mis palabras o de los actos dirigidos por mi inconsciecia tuvo por puerto tu agravio ni tu pesar. No voy a seguir contemplando la razón del sinsentido, no pienso seguir polemizando con la palabra y, desde luego, poco me importa el duelo entre tus bragas y mis calzones. Por que en las entrañas de mi pecho cavernoso, los sentimientos se gravan con el acero en rojo intenso y resulta complicado apagarlos con la mera brisa que vierte el mar del desengaño. No me preocupan tus pensamientos acerca de la naturaleza de mi esencia, lo mismo me da verme alado que desdentado. Soy el mismo que era, el mismo que será y el que quiero ser, el mismo que sigue rindiendo pleitesía a los recuerdos tuyos que en mi mente pestañean.
La razón del sinsentido
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: Amazon [Bot] y 1 invitado