Con la luna en un bolsillo y el sol al cuello
sonrío sin más al ver que el invierno tiene que morir,
que vendrá la pubertad del nuevo año.
A la espera del entierro y del parto,
cantautores con recursos besan mis sentidos
con los versos navegando a duras penas
por los ríos de saliva,
con los insípidos acordes que nacen
de sus amarillentos dedos retocando la perfección
de la propia vida, adornada con rosas húmedas y
savia a borbotones, ¡sangre de poeta!.
El acné de la ardiente brisa,
la ignorante contradicción de la palabra ?maricón?
en la boca de los iguales de cabeza y latido.
La nada somos
y en las manos de la incertidumbre soplaremos el polvo
de las canciones de aquellos cantautores,
soplaremos el polen y las hojas muertas,
el vacío transparente de una nada semejante,
¡rebuscada coincidencia!.
“Dos iguales y diecisiete mordiscos”
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