MI MEJOR AMIGA

[Sr. Boniato]

El otro día me visitó la muerte. Me hallaba yo en pleno reposo dominical, Eloisa estaba dedicada a sus menesteres culinarios y mis dos hijos se habían reencarnado en fierecillas indomables, volteando por el pasillo y jugueteando con las fotos de su primera comunión. Yo, abstraído de todo, me dedicaba a rellenar crucigramas que nunca terminaba y a cambiar de canal el televisor compulsivamente, buscando algún programa decente que agitara mi aletargada conciencia.
Fue debido a un hueso de aceituna,- lo del encuentro con la muerte- al hueso y a verte en el televisor. Estabas espléndida y provocaste que me tragara el maldito hueso, alojándose en mi garganta y obstruyendo el paso del aire de manera salvaje. Es la segunda vez que casi me llevas a la tumba, a traición, como tu bien sabes hacerlo, y ciertamente que el intento fue ejemplar.
Mi mujer dice que me puse muy morado, que desvariaba y pronunciaba tu nombre insistentemente. Creo que no le sienta nada bien que no te haya olvidado todavía, pero es que ella nunca entendió lo nuestro. Es un idilio sempiterno, como una suegra anquilosada en casa.
Cuando apareciste tan elegante, con el traje negro bien planchado -hasta las costuras- y empuñando flamante la guadaña me dio un vuelco el corazón. Reconozco que con ninguna otra tengo esa sensación de vacío tan pronunciada. ¿Nunca te han dicho que tienes una generosa sonrisa? Eres la mujer de la generosa sonrisa, la de muesca pérfida y mirada enigmática.
- Ahora ven ?dijo la dama-
- ¡Imposible !-espeté cabreado- Todavía no me ha llegado la hora
- Eso, por si no te habías dado cuenta., lo decido yo ?respondió ofendidísima-.
- Pero?.no puede ser ?intentando desesperadamente producir lástima-. Tengo que ayudar en la cocina, montar un mueble del Ikea, bañar a los niños. En fin, ¡hay miles de cosas por hacer!
- Debes venir conmigo ahora. He dejado a una anciana enfermísima para acudir por ti. Fíjate si estaría mal que ya había recibido la extremaunción y todo. Ahora estará sufriendo los últimos azotes de su existencia.
- Ella es una mujer mayor, ¡ves por ella! Yo todavía soy joven y tengo mucho por vivir.
- No te hagas el remolón, ¡a cada cerdo le llega su San Martín!
- ¡Que maligna eres! Si te parece nos le echamos a doble o nada
- ¿A doble o nada?
- Si. Méteme una aceituna en la boca. Si ésta arrastra el hueso que me obstruye me prometes que no me molestarás en los próximos veinte años. De lo contrario, puedes llevarte también a mi mujer contigo.

Hoy se cumplen veinte años desde entonces y has vuelto a buscarme. ¡Cuan rencorosa eres mujer sin miramientos! Reconozco que lo de la bombilla fundida ha sido una artimaña muy lograda, pero?
¿Qué te parece si nos lo jugamos a doble o nada?