Llevo treinta noches sin escribir,
Por estar esas mismas un poco cansado,
Un tanto lejano y simple,
Mas sucio y envenenado.
Llevaba estancadas conmigo las manos,
Y no se movían,
Y no las miraba,
En ellas pensaba a la luz del día.
Y no se movían,
No decían nada,
Tan solo llevaban,
Hierros y chatarras.
Pero hoy de repente,
Sentí movimiento,
Como el de siempre,
Gimiente y lento.
Respiran, las oigo,
Me quedo con ellas,
Han vuelto a cederme,
Puñados de letras.
Para solo contarte,
Que lo necesitaba,
Meterme en mi mundo,
El de mis palabras.
Sequia
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