Hoy canto rasgando
sobre la madera de tu vientre,
hoy sueño sudando
pesadillas a poniente.
Y cae el cielo sobre el sol,
se enjuaga la boca el viento
cruzando con intención
tu dorada piel de lienzo.
Que vino estática la pericia
de las hojas de tu sauce
y llorón en sus caricias
se hizo el loco de remate,
y andaba a saltos tras tu ombligo
que corría en ondas de tela
y con sus pliegues encogidos
navegaba en caravela,
que se hizo mar tu cuerpo
y la hierba te echó de menos,
los pájaros alzaron vuelo
volando sobre tu pelo,
sus voces fueron "te quieros",
de los nidos hicieron corazones
y con sus plumas de febrero
dieron calor a tus girasoles.
Y yo,
entré a la orilla despacio,
con la espuma por los tobillos,
dejando caer mis manos
por notar los dedos fríos
y besaron tus olas la piedra
y fui pequeño en la montaña
ni fuerte roca, ni nube tierna,
triste bruma en madrugada.
Y yo,
triste bruma en madrugada,
volé como humo hasta el horizonte
surcando en estelas el agua
reptando entre tus rincones,
y la playa quedó lejana
el calor del sol sobre nosotros
que con la luz de la mañana
hundí en el mar mi viejo rostro.
Y no fui bruma,
ni tú mar,
ni velero sin tripulación,
no fui las gaviotas,
tampoco el viento,
ni tú fuiste la espuma,
ni las olas,
ni el tiempo,
todo fue eso mismo,
nosotros los dos solos,
tú mi niña, yo tu niño,
los dos, dos malos rorros.
Mar (Otra vez)
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