Una prosa en verso o una poesía hecha historia. No hay rimas, no hay hostias.
No quiero puertos,
ni andenes,
ni vías,
ni puertas de embarque,
no quiero volverés.
Aquel inglés sin bombín
debió pasarse con el vino
para convencerse
de que las despedidas
son de dulce parecer.
Hoy,
nuestra despedida es salada,
como los mares que pronto
nos separan.
Ese agua llenará una clepsidra
que yo miraré día y noche,
con fiebres para que se evapore,
con un goteo dañino,
deseándote lejos de una vez
y con ganas de volverte a ver.
Te odio
porque nadas en mis venas,
llegas al fondo
retozas en la superficie,
me contaminas.
Hoy es la despedida.
Me digo.
Que no te vea llorar,
que no te vea llorar,
chiqueta estúpida,
que las lágrimas
añaden gotas de sal
a esa lejanía.
Tú sólo di ADIÓS
y vuélvete.
Si quiere que esperes,
soñará en vano;
si quiere volver,
volverá
y te encontrará
cómo en tus propias lágrimas
te has ahogado.
Caminante
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