Llevabamos estudiando tres horas, yo no podia concentrarme, la tenia en frente, notaba sus piernas abiertas bajo la mesa, un bendito nervio que hacia que me rozara de vez en cuando y me apretara más aun el pantalón, me estaba poniendo muy cachondo, fue entonces cuando Dios en su sabiduría infinita pidió ese tiempo muerto para que pase lo que no debe.
Sonó su mobil y se marchó para poder atender la llamada, fueron 4 minutos, 4, como los beatles, las patas de la mesa o las noches que llevaba sin cascarmela. 4 minutos en los que sentí la caricia en el alma del mayor de los vacíos; por lo menos pude tirarme ese cuesco que llevaba aguantandome toda la tarde sin ser descubierto..
