Mirando al pozo.
Miguel.
Cada noche... cada noche vuelven las pesadillas. Cada noche la misma escena repetida una y otra vez en las profundidades de mi mente hasta el punto de hacerme temer al sueño. Todas y cada una de mis noches desde entonces me llevan de nuevo al mismo lugar, a la misma situación, al mismo momento. Nunca te perdonaré lo que hiciste, y nunca olvidaré tu pecado. Me robaste mi imagen, lo que yo quería ser. Me robaste lo que más quería y nunca podré perdonártelo. Espero que te pudras en la cárcel y que nunca salgas de allí.
Desde aquel día no sé vivir, no tengo fuerzas, no tengo voluntad y no tengo motivos para seguir. Desde que me lo robaste nada tiene sentido. Continúo viviendo solo para demostrarte que no podías destruirme a mi destruyéndole a el. No podrás… al contrario, seguiré queriéndole y recordándole, y seguirá siendo mi modelo a seguir. Púdrete, maldita, púdrete y sufre porque eso es lo que yo he tenido desde entonces. No tenías derecho… no lo tenías… maldita…me robaste mi infancia y mi juventud… me robaste mis sueños y mis deseos… me robaste mi vida… no puedo perdonarte, porque no puedo olvidar…
Vanesa.
Odio los espejos. Los odio. Nada miente más que ellos. Nada es más cruel y más despiadado. Nada ni nadie más perverso. Todavía me cuesta enfrentarme a uno. Mi vida ha girado en torno a ellos hasta convertirse en una cruel broma de mal gusto. Espejos, cámaras, imágenes. Quien dice que la belleza es algo interior miente, y lo hace de manera cruel. Nadie sabe eso como yo. Nadie puede imaginarse lo asquerosamente cruel que es la gente ante la fealdad. Nadie.
Nunca he dejado de sentirme fea. Ahora ya sé que pertenezco a una especie hipócrita y falsa que miente cada vez que habla. Los que dicen valorar el sentimiento, la inteligencia o la cultura por encima de la imagen mienten. Todos y cada uno de ellos son hipócritas que se intentan convencer a si mismos de que su corazón y su cabeza gobiernan sobre sus ojos, cuando saben que es mentira. Cuando eres feo, nadie te respeta. Cuando eres distinto, nadie se acerca. Odio a los seres humanos. Me odio a mi.
Carlos.
El fuego. Es tan hermoso. Tan bello. Tanto que podría decirse que, a simple vista parece inofensivo. Cuando uno fija sus ojos en la danza de las llamas es imposible no sentirse hipnotizado. Su movimiento caótico, a la vez repetitivo y desordenado, a la vez rítmico y cambiante. Podría estar mirando una hoguera durante horas. Viendo como evoluciona, como cambia, como poco a poco gana y pierde fuerza, como se alimenta de su combustible. Me fascina.
Nunca he dejado de recordarte, Luis. Cada vez que veo el fuego. Nunca he dejado de desear entrar en él y desaparecer en él como tú. Nunca he dejado de sentir que en cada fuego estás tú… de nuevo vivo, de nuevo entre las llamas… como yo te recuerdo. Adoro el fuego… nunca puedo dejar de mirarlo ni de pensar en el… porque tú te lo mereces. Nunca morirás mientras pueda verte entre las llamas…
Teresa.
Oh, señor… has hecho tan borroso mi camino… me has hecho dudar tanto… que ahora la duda no se va. Me he preguntado tantas veces el porqué… el porqué de lo que sucedió aquel día, el porqué de mi pena, el porqué de mi error… mi error… pero… ¿Cómo no iba a cometerlo? ¿Cómo podía amar algo que no era fruto del amor sino de un acto horrendo? No podía. Entonces mis sueños se veían inundados por las caras de los siervos del diablo, con lo que había sucedido aquel día… y ahora… ahora en mis sueños puedo ver a aquel al que no le permití vivir… ¿Cómo puedo continuar con mi vida?¿Cómo puedo redimir mi pecado? ¿Cómo puedo devolver el daño que he hecho? Señor… necesito que me ilumines porque hoy ya no sé nada… hoy ya no se si soy digna siquiera de rezarte, de dirigirme a ti…
Zoran.
Sigo viendo caras. No siempre son las mismas. No siempre son iguales. Hombres, mujeres, ancianos, niños…Y siempre con la misma expresión. Siempre la misma, exactamente la misma. Y siempre siento lo mismo. La misma sensación de poder absoluto. La sensación de ser dueño de alguien hasta el punto de decidir sobre su vida y su muerte, sobre la cantidad de dolor que va a sentir antes de morir… la capacidad de decidir el momento y la forma del fin de una vida humana. Y ellos me imploran. Al principio. Después, acaban pidiéndome que los mate a ellos. Siempre es igual. Siempre fue lo mismo. Siempre igual de sencillo. Una familia. Dos familias. Cien familias. Que más da. Yo sólo hacía mi trabajo. Y mi trabajo era matar. Y lo hacía bien. Son tantas las caras que acuden… tantos los momentos. Solo hacía mi trabajo. Solo cumplía con mi deber. Otro lo hubiera hecho si yo no lo hiciese. Quizá me lo hubiese hecho a mí.
El Hotel Torralta: 1-Mirando al pozo
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