La fábula del buen pastor.
Quizá es hora de pensar
a quien dejas pastorearte.
El que trepa para entrar,
se esconde para escapar
cuando no hay luna
con la caja bien segura.
Ineludible, inevitable.
Es la misma catadura
del que gastando es voraz
y a la hora de pagar
siempre pierde la factura.
El escorpion y la rana:
Naturalezas.
Por eso nunca se queja,
porque siempre es su coartada.
Para los demás las reglas,
y para él la tajada.
Lo sabes desde el comienzo,
pero aun asi te atenazas
al deseo de que el viento
le erosione la carcasa
y aflore el principe apuesto,
con su capa y con su espada,
con sus hadas... y su cuento.
Pues lo siento.
Con un beso,
las ranas se convierten en sapos,
o a veces en cementerios.
Eso es lo que hay demostrado.
Lo otro, lo habrán soñado,
y les ha salido a dos.
Y no te condeno por intentarlo,
más bien te aplaudo,
aunque sea ingénuo.
A lo que voy, que me pierdo:
Yo soy mas bien de llamar,
o de timbrar con mesura,
y de esperar mientras dura
una pizca de ilusión
a tener invitación
para pasar a la tuya,
que casa no hay mas que una
y cuido de no ser yo
el que solo ve la suya.
Y si no, será por casas.
Asi que, aunque quiera entrar, no trepo.
Ni me arrastro.
Respeto, lo llaman.
Es la única arma que quiero,
y quizá la más peligrosa.
Si, claro, lo se, es cierto.
Tiene muy poco valor en muchos mercados.
Pues de eso va el cuento.
La fábula del buen pastor.
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