De un empujón le tumbaron sobre el camastro. Ambas comenzaron a acariciarse lentamente. Sus lenguas se entrelazaban en sus bocas. Su saliva se mezclaba. Exploraban sus cuerpos por debajo de sus ropas: nalgas, espalda, senos? Los primeros gemidos de placer salían ya de sus gargantas.
Las contemplaba absorto. Su pene totalmente erecto.
Le miraron. Sonrieron maliciosamente. Al instante, desgarraron sus hábitos. Aparecieron dos cuerpos totalmente blanquecinos, sin ropa interior, perfectamente rasurados. Ambas se tumbaron. Una a cada lado. Comenzaron a toquetearle, a besar, a lamer cada parte de su cuerpo. Ambas fueron en sentido inverso. Una desde nuez, la otra desde las rodillas. Las dos fueron yendo hacia el mismo sitio. Agarraron su miembro con suavidad. El pulso le latía a cien por hora. Con movimientos suaves iniciaron un vaivén hacia arriba, hacia abajo. Todo su cuerpo se estremecía de placer. Cerró los ojos y se relajó por completo. Con una mano fue tanteando los muslos de una de las dos prostitutas. Dejó caer el otro en la frágil mesa de al lado. Agarró la copa y le dio un buen trago.
Una de ellas se la quitó violentamente. Vaciaron su contendido sobre él. Le rociaron pecho, muslos? Todo su cuerpo embadurnado. Se dispusieron a bebérselo. Una de ellas no pudo más. Montó encima de él. Primero, unos vaivenes lentos. Cada vez fueron más y más deprisa. Cabalgaba a toda velocidad. De repente, dejó escapar un pequeño grito. Acto seguido se derrumbaba exhausta. Cayó pesadamente a un lado.
La otra chica saltó enseguida. No querían darle tregua. Puso su sexo sobre su boca. Lo retuvo mientras ella se agitaba sin parar. Sus gritos resonaban en toda la estancia. Se movía frenética, se pellizcaba los pezones. Él no aguantó más. Se incorporó rápidamente. La colocó de rodillas, apoyada sobre el colchón. La penetró enseguida. El líquido había actuado de lubricante. Los movimientos fueron cada vez más fuertes. Más y más fuertes. Iban a explotar. Un empujón contundente. Ambos gritaron. Ambos cayeron. Agotados.
Aquel hombre estaba feliz. Había cumplido su deseo.
A los pocos segundos se recuperaron. Ambas mujeres se vistieron muy deprisa. Se acercaron. Le escupieron. Le insultaron y salieron como alma que lleva el diablo. Por el camino maldecían su triste suerte. Acostarse con un condenado a muerte. Era parte de su trabajo.
El momento antes...
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