Erase una vez una hormiga que paseaba tranquilamente por la orilla de un río, donde se encontraba una serpiente. Ésta era grande y hermosa, muy tranquila al sol, pues nadie osaba a acercarse a ella. Solo su presencia asustaba. Su piel deslumbraba con sus escamas plateadas y coloridas.
La buena hormiga, iba mientras avanzaba, buscando alimento para llevar a su hormiguero y se quedo sorprendida ante ese brillo olvidando por un momento, el peligro de acercarse por donde se encontraba la serpiente.
Unos trozos de fruta y algunas semillas estaban gustosamente muy cerca de la serpiente, con el riesgo de que si se acercaba a ellos podía ser aplastada por aquel cuerpo escamoso y pesado. Ignorando los consejos de su madre, se acerco a ellos, he intento arrastrar uno con sus antenas. Perdiendo el equilibrio y escapándose el trozo que rodó y fue a parar justo delante de la cara de la serpiente, que abrió sus ojos y miro con desprecio a la hormiga.
Serpiente: ¿Quién te crees qué eres al venir a molestarme? No te das cuenta de que con solo moverme te puedo aplastar.
Hormiga: Yo solo intente tomar un pedazo de fruta, pero era tan pesado que me hizo resbalar y se me cayó. Le pido perdón.
Serpiente: ¿Crees acaso qué te voy a admitir tal error? Te equivocas. Aunque seas un insignificante bocado para mí, tengo que mantener mí nombre. No quiero que me pierdan el respeto los demás.
Y diciendo esto, la serpiente se alzó ante la hormiga. Abriendo su boca mientras se iba acercando, esperando contemplar la cara de susto de la hormiga. Cosa que no ocurrió. La serpiente indignada se echo para atrás. Se quedo observando un momento a la pequeña hormiga, que lo único que movía eran sus antenas.
Serpiente: ¿No te asustas de mí?, si es así, no me dejas otro remedio que aplastarte. Por muy valiente que me parezcas, no te puedo perdonar. Prefiero matar a un inocente a que otros puedan aprender de ti.
Mientras la serpiente se iba preparando para su ataque, un ejercito de hormigas se encontraba ya su alrededor. Había sido avisado por la pequeña. Al menor movimiento de la serpiente, su cuerpo perdía el control. Eran tantas y tantas hormigas, que dominaron a la serpiente. Intento negociar con las hormigas para que la soltaran, pero no funciono.
Las hormigas, son pequeñas e insignificantes cuando se encuentran solas. En unión, forman un verdadero ejército. No tienen miedo a ser aplastadas, lo que las hace más valientes. Y son muy voraces. Sobre todo las de un tipo.
Creo que el cuento, es mejor dejarlo en ese punto. Que cada uno saque su pequeña enseñanza de la historia.
El cuento se me ocurrió por una situación en particular. Lo comencé a escribir y lo deje. Retomando ahora su historia.
Muchas gracias a todos los que me leéis.
