Toda la gente apelmazada,sus jovenes con cascos, sus mayores hablando con quien se tercie; cada uno a lo suyo.
En general me gusta todo el transporte urbano: un cúmulo de gente que probablemente tengan muy pocas cosas en común unido en un espacio nimio y homogeneo.
Pero sin duda,lo que me fascina es el juego de miradas que se puede llegar a desarrollar, las miradas lo dicen todo y a la vez no dicen nada.
Y la mirada de una mujer es demasiado bonita como para fiarse de ella.
A cada parada del trayecto,hay una nueva mirada esperando a cruzarse con la tuya,a mi me matan,no puedo evitar enamorarme de cada una de ellas,jugar con ellas y olvidarlas con la misma facilidad con la que me las encontré.
Hasta que llegó ella, todo empezó como otra forma de pasar el trayecto,pero ahora ya no,su pelo rojizo me atrapa entre sus olas,sus gestos,sus rasgos son un influjo demasiado poderoso como para ignorarlo entre paradas.
Y sé que nadie me comprendo cuando estoy a su lado y me dan ganas de susurrar a su oido,de pasar mis palabras por cada uno de los poros de su piel,tomar su mano, recorrer su cuerpo,mientras me mira de esa forma tan neutra, no diciendo nada con ella,pero transportándome un poco más allá del tu y el yo,dejando volar mi imaginación; soñando lo que no me atrevo o no quiero.
Ni da esperanzas ni desesperanzas, su mirada indiferente es lo que me hechiza.
Un hola es toda callada que obtengo por respuesta ante mis miradas deseosas de jugar con sus ojos,de transportarlos fuera de ese autobus,a jugar en un mundo en el que probablemente solo yo creo.
Ya no sé si es hoguera o simple tiento. Si me quema o es que no siento. Palabras al viento,y en mi garganta ya no queda aliento.
Quizá me atrapó el miedo, me paralizó como Medusa, muero o reviento, ni razón ni escusa.
Solo una cosa me queda, el deseo de volverla a ver al día siguiente en el autobus,destino al futuro, que nadie conoce,que nadie quiere saber,pero que todos desean poseer,como yo a sus ojos. Como la ruina ama a sus escombros, y la hoguera a las cenizas que deja en el corazón de cualquiera que haya amado,más allá del deseo.
En lo profundo de una mirada.
Y ella, allí imperturbable, en la parada de autobus,quizá esperando otros jugadores a los que mostrar su indiferencia.
No es la chica de la habitación de al lado,no.
Es la chica del bus.
