LA NOVIA DE MIKEL
Aún cree que esa fue la noche más hermosa de su vida. La acarició con ternura y lujuria en una combinación perfectamente equilibrada. Lamió y olfateó cada parte de su cuerpo repitiendo que jamás se cansaría de explorarla. Confesó alguna que otra debilidad sin olvidarse de mencionar lo especial que debía considerarse ella por ser la elegida para escuchar estas confesiones. Repitió una y mil veces que ni se acordaba de cuándo había estado tan a gusto. Y todo gracias a ella. Eso no lo decía, pero la miraba y se perdía nadando en los abismos de su mirada. Y ella la mantenía, no bajaba la vista. Siempre se había puesto nerviosa cuando alguien trataba de sostener su mirada, pero él consiguió darle la confianza suficiente, porque hizo que se amase. Y esa autoestima le dio seguridad. Una seguridad frágilmente construida sobre timidez y debilidades arrastradas durante años, era de esperar que se tambalease ante la mínima contrariedad. En ese momento se amaba porque él la amaba. Y en consecuencia cuando él cambió gradualmente su actitud y sus miradas e hizo que dudase de su amor por ella, su amor propio también se tambaleó. Pero como decía, aún cree que esa fue la noche más hermosa de su vida. A esa noche le siguieron meses. Una armonía dulce que le hacía flotar. Él la trataba bien, de hecho nunca dejó de hacerlo. Eso cree ella, pero ya te he dicho que sigue pensando que aquellos fueron buenos tiempos.
Pasaban el tiempo en el local. Contemplándose, explorándose. Compartiendo risas, saliva, cervezas y porros. No sabe cuándo entraron los llantos y los gritos en el cóctel.
No necesitaban hablar. Pasaban las horas uno al lado del otro aunque no siempre estaban juntos. El local constantemente lleno de amigos o de conocidos o de clientes con los que pasar un rato agradable o puede que quizá sólo pasar un rato. O de vendedores que querían cobrar y disfrazaban sus conversaciones de amenazas veladas. Diría que eran sutiles si no hubieran estado tan metidos en el juego y no conociesen tan bien las reglas. O puede que no fuese eso, puede que sólo ella se diese cuenta. Quizá estudiar sí sirviese para algo al fin y al cabo. Pero prefería la ignorancia, en eso y en todo lo que concernía a él, a su historia. Estaba ansiosa de saber de su vida, de saber qué sentía, y sobre todo qué sentía por ella, qué suponía en su vida, si era para él, como él lo era para ella, un elemento vital básico. Pero poco a poco, supongo que como medida de autodefensa, se había convertido en una necia. Contempló la opción de la ignorancia y decidió abandonarse a ella. No siempre lo conseguía, ya sabes, por mucho que lo desees si te das cuenta de algo te das cuenta de algo. Pero digamos que la necedad era su actitud ante todo lo referente a esa vida. En fin, era inevitable que se diese cuenta de cómo les amenazaban los muy listos pero nada inteligentes proveedores con los que negociaban. Se daba cuenta de eso y de tantas otras cosas... Fue Juanito el que robó las plantas de la montaña, David y los otros sólo iban a verle a él para comprarle o pedirle, no porque fuesen sus amigos (¿acaso alguna vez lo habían sido?), aquella noche que él llegó tarde y magullado no le habían atracado, Ginés no había delatado a nadie a pesar de haber podido reducir la condena de su hermano, que él la necesitase quizá no significaba que la quisiese...
Ellos también tenían los días contados, y ni siquiera lo imaginaba. Todo eso al fin y al cabo le daba igual. Se daba cuenta y punto. Pensaba que era a causa de ser mujer, son más intuitivas. Pero a veces soñaba con aquello que al principio de todo le dijo su amiga ?tú vales más que él y más que todo eso?. No sé si llegó a comprender el sentido de esas palabras alguna vez. Lo que sí debía importarle era cómo había perdido el contacto con su gente y cómo él conseguía que terminase pidiendo disculpas cuando poco antes tenía tan claro que era él quién debía hacerlo. Quizá nunca se lo planteó, o puede que decidiese no hacerlo. Un esfuerzo tremendo, casi tan grande como el que tenía que hacer cada vez que él estallaba y se ponía a romper cosas. El esfuerzo era para no volverse loca. Unas veces creía que ella era la culpable, otras sólo pensaba que estaba enfermo y la rabia de sus entrañas quería salir a matarle, pero todo lo que conseguía era transformarse en unas cuantas lágrimas. Lo que sentía era imposible de describir con palabras, al menos con las palabras que ella pudiera conocer. No, ni ella ni nadie, era demasiado complicado, demasiado arraigado en el alma, sentimientos que nunca había sentido y para los que el lenguaje no tenía el matiz adecuado. El amor y el odio se entremezclaban en el laberinto de pasiones en el que se estaban adentrando. La incertidumbre. Al principio todo estaba tan claro... Pero la incertidumbre había penetrado en lo más hondo de su ser y lo cierto es que ella se había enganchado a ese sentimiento. Su estómago le decía que todo era mentira y poco después creía en él ciegamente. Nunca le había pegado, enloquecía cuando ella se planteaba irse, le lloró varias veces para tenerla a su lado, le necesitaba. Además tenía unos celos tremendos y qué otra cosa podían significar sino que él le quería. Aunque la mayor parte del tiempo no sentía ni amor ni odio, sólo la duda constante sobre qué sentía él, sobre si efectivamente le amaba de manera tan desgarrada o si no sabía amar. La incertidumbre le enganchó. Quizá sólo anhelaba sentir algo. Recordaba que de niña sentía infinidad de cosas. Como añoraba a su padre, como odiaba a su madre cuando ésta descargaba sus frustraciones en ella, cómo se sentía sola a menudo o la felicidad demoledora y efímera de las tardes jugando en la calle y comiendo golosinas. Después de eso, desidia. Ahora no, ahora sentía cosas, aunque no sabía muy bien qué. Simplemente estaba viva. Los días iban pasando y ella se limitaba a estar ahí, con él. No es que quisiera estar siempre con él, lo sabía. Era una sensación extraña esa certeza. No tenía elección, lo sabía sin más, lo sentía en su interior y lo aceptaba. Ella debía estar ahí; con él, para él.
Del mismo modo en que no sabe cómo cambió la situación entre ellos tampoco sabe cómo empezaron a complicarse las cosas. Supone que debió empezar cuando empezaron a vender de todo dentro y fuera del local. No debían haber tenido tantos móviles. O a lo mejor no debían haber pasado de los porros. Bueno, aunque las pastillas eran realmente rentables. A cinco euros de beneficio por pastilla, si en cada rave vendían unas 30 echa cuentas. Puede que dejar que otros utilizasen el local como almacén fuese el error. No puedes dejar que mucha gente sepa cómo pringarte, es el error más recurrente y tonto. Además, cuando alguien cae, tarde o temprano su mierda termina salpicándote. Ahora le parece gracioso que su preocupación fuese que él no pudiese contenerse y se metiese la droga que no era suya. Pensaba que lo que pudiese hacerte un camello sería mucho peor que lo que pudiese hacerte un agente, pero los hombres son siempre iguales lleven el traje que lleven, ahora lo sabe. Cuando entraron aquella noche había mucha gente en el local. Estaban cortando, pesando y repartiéndose trabajo. Irían todos a la cárcel, pero, como siempre, él se negaba a mirar de frente a la realidad y, como siempre también, le arrastraba con él. ?Buena jugada? dijo mirándola, con sorna. A ella le hizo gracia ?como todo lo que él decía-. Era cierto, un buen palo, de un golpe siete traficantes, para que luego digan que la policía no trabaja. No me preguntes por qué él era así, por qué seguían sintiendo esa superioridad que les embargaba siempre que vivían buenos momentos y estaban juntos. Esa superioridad que les llevaba a cachondearse aun cuando sabes que ya no hay escapatoria posible y que no estás ante un registro fortuito sino ante una redada ideada especialmente para ti. Quizá fuese por eso, eran buenos momentos para ellos y se sentían tan seguros y respaldados el uno con el otro que el hecho de que apareciese la policía no les hizo aterrizar de golpe en el suelo. A lo mejor confiaban en eso que habían hablado tantas veces, a ellos sólo les condenarían por el local, fingirían no conocerse mucho y declararían lo mismo, acusarían a los demás, que al fin y al cabo eran los peces gordos de la noche.
Ni siquiera la muerte de Mikel le hizo caer de lleno en la realidad, más bien todo lo contrario. Sintió cómo algo se desgarraba dentro de sí, era un sentimiento físico, estaban desmenuzándole lentamente las entrañas. En cuestión de segundos enloqueció. Sus gritos provenían de lo más hondo de su ser, desgarradores, no parecían humanos. Helaron a todos los demás, pero ella ardía en fuego mientras arremetía contra el agente ?hijo de puta, hijo de puta?. No recuerda nada más. Cuando despertó el efecto de los tranquimacines aún no había pasado. Pasó cinco largos meses sin hablar, sin dormir o comer a penas. Mirada perdida en el infinito, con ese destello en los ojos, esa forma de mirar, entre inocente y enajenada, que se les queda a aalgunas almas perdidas al salir del trance.
Pero el sueño no podía durar. Ella es inteligente y, aunque no lo parezca dado su historial, su mente es demasiado fuerte como para permitir a su voluntad abandonarse a la locura. Empezó a comer, a hablar, a dormir... Y finalmente lloró. Amarga y hondamente. Así que, como sabes, la sacaron de allí y la trasladaron a un centro penitenciario no psiquiátrico.
Dentro de poco, cuando salga de aquí, tendrá que volver a empezar, pero lo cierto es que la mayoría de los días no le apetece hacerlo.
La novia de Mikel
-
- Mensajes: 7524
- Registrado: Jue Ago 05, 2004 10:24 am
- Ubicación: A Coruña... y sus bares de rock xD (y www.ladesidia.com)
- Contactar:
-
- Mensajes: 1557
- Registrado: Jue Jun 10, 2004 11:42 am
- Ubicación: Walking around
Me ha gustado mucho, enhorabuena! Aunque yo tal vez también echo en falta algo más de información acerca de la muerte del chaval. Si te sirve como idea, creo que le 'iría bien' una muerte dramática; por ejemplo, esta frase:
Ni siquiera la muerte de Mikel le hizo caer de lleno en la realidad, más bien todo lo contrario (...).
Yo la redactaría de una forma más o menos así:
Ni siquiera cuando entró en el baño aquella noche y encontró el cadáver de Mikel rodeado de pastillas cayó de lleno en la realidad, más bien todo lo contrario (...).
Aunque claro, es lo que dice Cronos, tal vez el propósito sea ése, hacernos fantasear con la muerte del susodicho Mikel... En ese caso, lo has conseguido
Me encanta cómo está redactado, con todas las frases perfectamente enlazadas... Es como muy suave... No sé. Además, describes perfectamente ese sentimiento que yo (afortunadamente) no he vivido, pero sí que he visto en parejas cercanas a mi. Por desgracia, la mayoría de la gente cuando dice que "quiere", lo que en realidad dice es que "quiere tener". Supongo que Mikel y su novia sólo se querían a ellos mismos.
Ah! Tengo otra 'crítica constructiva' (espero no estar metiéndome donde no me llaman jeje, ya te digo que el relato me ha encantado
), ésta acerca del narrador, de la voz. No sé, quizá tendría más 'encanto' si la narradora fuese la chica, o tal vez una persona ajena a la pareja (ejemplo: una camarera del pub, etc). Pero vaya, ya te digo, que así como está me encanta 
Ni siquiera la muerte de Mikel le hizo caer de lleno en la realidad, más bien todo lo contrario (...).
Yo la redactaría de una forma más o menos así:
Ni siquiera cuando entró en el baño aquella noche y encontró el cadáver de Mikel rodeado de pastillas cayó de lleno en la realidad, más bien todo lo contrario (...).
Aunque claro, es lo que dice Cronos, tal vez el propósito sea ése, hacernos fantasear con la muerte del susodicho Mikel... En ese caso, lo has conseguido

Me encanta cómo está redactado, con todas las frases perfectamente enlazadas... Es como muy suave... No sé. Además, describes perfectamente ese sentimiento que yo (afortunadamente) no he vivido, pero sí que he visto en parejas cercanas a mi. Por desgracia, la mayoría de la gente cuando dice que "quiere", lo que en realidad dice es que "quiere tener". Supongo que Mikel y su novia sólo se querían a ellos mismos.
Ah! Tengo otra 'crítica constructiva' (espero no estar metiéndome donde no me llaman jeje, ya te digo que el relato me ha encantado


-
- Mensajes: 644
- Registrado: Lun Abr 26, 2004 8:26 am
- Ubicación: Akí y en ningún sitio...
- Contactar:
Oh, gracias, gracias mil. Me alegro de que os guste.
Y q va mtoykitando, no te estás metiendo en nada q no debas, si lo dejo aquí es para compartirlo, y además, las críticas constructivas siempre ayudan a evolucionar. Ole.
Lo de la muerte de Mikel es más o menos intencionado. Pero creo que está mal espresado porque él muere en la redada, un policía le dispara o algo, no se sabe muy bien qué pasa. Se supone que está provocando, riéndose, y claro, la policía les considera peligrosos traficantes así que le disparan y le matan... O a lo mejor es que él hizo algo más además de provocar y reaccionaron así como defensa... No se sabe muy bien porque se supone que la historia la cuenta alguien que conoce la historia porque se la ha contado la novia. Pensaba que se entendía porque en el párrafo de su muerte hablo de "lo demás" (los otros que estaban en el local) y "un agente" (policía, de los de la redada)
Lo del narrador, bueno, en realidad es intencionado que no se sepa quién es. Me gusta lo de contarlo en tercera persona porque esos sentimientos son difíciles de explicar en primera persona. Cuando vives una situación así transmites tu historia poco a poco, proporcionando pequeños detalles cada vez... Lo único referente al emisor es el "aquí" del último párrafo. Aquí es la cárcel. Puede que lo cuente otra presa, la psicóloga de la cárcel, la fiscal que lleva el caso, su abogada, la psiquiatra que lleva su casa desde que estaba en el psiquiátrico y que sigue atendiéndola en la cárcel... En fin, quien sea.
Y creo que en realciones de ese tipo no es que sólo te quieras a tí mismo, de hecho creo que a tí mismo te odias y claro, no sabes amar. No sabes querer, ni a tí ni a nadie. Sabes ser dependiente de otro, porque de ese otro depende tu estabilidad mental, tu autoestima... O a lo mejor vivies en un mundo desrealizado y esa incertidumbre, esa duda constante sobre si te querrá o no, te hace sentir que estás vivo. O topas con un tipo insestable y frágil, que te necesita, y sin saber cómo te vuelcas en él, quieres ayudarle, cambiarle, que sea feliz... Y si eres el insestable, necesitas que esa persona esté ahí, demostrándote con imposibles que te quiere. Y tú siempre le exiges más porque no sabes qué es el amor y no te conformas con el amor puro y la entrega completa de alguien. Quieres más y más, y no sabes siquiera qué quieres... Uf, me enrollo, pero es que yo, por desgracia, conozco esos sentimientos de cerca, así que podría hablar sobre ellos largo y tendido... jeje
Y q va mtoykitando, no te estás metiendo en nada q no debas, si lo dejo aquí es para compartirlo, y además, las críticas constructivas siempre ayudan a evolucionar. Ole.
Lo de la muerte de Mikel es más o menos intencionado. Pero creo que está mal espresado porque él muere en la redada, un policía le dispara o algo, no se sabe muy bien qué pasa. Se supone que está provocando, riéndose, y claro, la policía les considera peligrosos traficantes así que le disparan y le matan... O a lo mejor es que él hizo algo más además de provocar y reaccionaron así como defensa... No se sabe muy bien porque se supone que la historia la cuenta alguien que conoce la historia porque se la ha contado la novia. Pensaba que se entendía porque en el párrafo de su muerte hablo de "lo demás" (los otros que estaban en el local) y "un agente" (policía, de los de la redada)
Lo del narrador, bueno, en realidad es intencionado que no se sepa quién es. Me gusta lo de contarlo en tercera persona porque esos sentimientos son difíciles de explicar en primera persona. Cuando vives una situación así transmites tu historia poco a poco, proporcionando pequeños detalles cada vez... Lo único referente al emisor es el "aquí" del último párrafo. Aquí es la cárcel. Puede que lo cuente otra presa, la psicóloga de la cárcel, la fiscal que lleva el caso, su abogada, la psiquiatra que lleva su casa desde que estaba en el psiquiátrico y que sigue atendiéndola en la cárcel... En fin, quien sea.
Y creo que en realciones de ese tipo no es que sólo te quieras a tí mismo, de hecho creo que a tí mismo te odias y claro, no sabes amar. No sabes querer, ni a tí ni a nadie. Sabes ser dependiente de otro, porque de ese otro depende tu estabilidad mental, tu autoestima... O a lo mejor vivies en un mundo desrealizado y esa incertidumbre, esa duda constante sobre si te querrá o no, te hace sentir que estás vivo. O topas con un tipo insestable y frágil, que te necesita, y sin saber cómo te vuelcas en él, quieres ayudarle, cambiarle, que sea feliz... Y si eres el insestable, necesitas que esa persona esté ahí, demostrándote con imposibles que te quiere. Y tú siempre le exiges más porque no sabes qué es el amor y no te conformas con el amor puro y la entrega completa de alguien. Quieres más y más, y no sabes siquiera qué quieres... Uf, me enrollo, pero es que yo, por desgracia, conozco esos sentimientos de cerca, así que podría hablar sobre ellos largo y tendido... jeje
-
- Mensajes: 644
- Registrado: Lun Abr 26, 2004 8:26 am
- Ubicación: Akí y en ningún sitio...
- Contactar:
CONFESIÓN
No sé porque lo he hice. No lo sé. De hecho no recuerdo exactamente qué pasó. Usted dice que lo hice, y no lo niego. Las evidencias son las evidencias y ustedes saben de eso. No había nadie más, sólo nosotras. Me encontraron allí, metida en la bañera, limpiándome obsesivamente la sangre. Bueno, ya no había sangre pero eso es lo que ustedes deducen, que estaba en la bañera porque me sentía sucia y necesitaba borrar de mí los restos de aquella acción horrorosa que acababa de cometer. Es lógico, suena lógico. Sí. Yo lo hice. Lo confieso aún sin saber qué hice exactamente ni si realmente lo hice yo.
Recuerdo la primera vez que me pegó. O puede que no fuese la primera, quizá sólo sea la primera que recuerdo. Me había quedado a dormir en casa de mi abuela y me preguntó si me había cambiado de muda. Me bajó los pantalones y, al ver mis bragas teñidas de azul por algún problema en la colada de mi abuela, me dio un puñetazo en el estómago. Creo que, aunque sólo tenía 4 años, comprendí enseguida que yo no tenía ninguna culpa respecto al incidente. No me merecía aquel puñetazo así que mi reacción fue de perplejidad. Ella siempre me dice que soy una rencorosa, pero sinceramente creo que en aquel momento, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, me abrazó y me pidió perdón, yo la perdoné. Sólo tenía 4 años pero ya empezaba a intuir que su vida no era en absoluto fácil y que yo era lo que más la había complicado: Si alguna vez me utilizaba para descargar tensiones que yo no había causado indirectamente, debía perdonárselo. Creo que una de las cosas que más daño me han hecho jamás ha sido darme cuenta de que era un ser humano, con sus defectos y demás. Tiempo después, cuando creces, te das cuanta de que tu madre tiene errores como todos, es un ser vulnerable y débil, a veces tremendamente fuerte y frío, otras amorosamente frágil... Como todos. Pero si lo descubres antes de tiempo es duro. Y me siento patética pensando que algo así pueda suponer algún tipo de trauma, con la de niños que hay en el mundo que lo pasan realmente mal... Pero sinceramente creo que para un niño acomodado del primer mundo, descubrir antes de tiempo que sus progenitores no son perfectos es algo duro.
Después pasó un tiempo hasta que me volvió a pegar. Pasó bastante tempo, de hecho. Recuerdo que, cuando me bañaba, se ponía un poco nerviosa porque tenía raro el pubis. Tenía los labios separados y ella decía que eso no era normal en una niña, que de mayor sería una puta, eso es lo que sería yo. No me importaba lo más mínimo, no sabía lo que era. Pero me asuataba un poco que me tocase ahí abajo y me juntase las carnes. Me faltaba el aire ahí dentro. Me asustaba porque creía que tenía algún problema, y que me iba a morir, por eso mi mamá se ponía nerviosa. Pero nunca me llevó a ningún médico y dejó de hacer eso porque ya me bañaba yo sola, así que lo olvidé.
Fue entonces cuando volvió a pegarme, y esta vez no recuerdo cuál fue la primera vez, ni qué pasó, ni nada. No me pegaba siempre, entiéndame, tenía una vida difícil, todos hemos pasado por eso, ¿no?, el estrés de la vida moderna, o algo.
Por aquel entonces no la odiaba. Bueno, ahora sólo la odiaba a veces, no era un estado permanente de rabia, aunque cuando lo sentía llegaba a cegarme de verdad, por eso confieso que lo hice, aunque no me acuerde. Pero como digo, por aquel entonces sus reacciones desmesuradas sólo me causaban perplejidad. Además del dolor físico, pero esa es otra historia. Sus botas... Alguna que otra vez se ensañó pegándome en las espinillas con aquellas botas, ¡cómo dolía! Los moratones se extendían cubriendo al menos un tercio de mis piernecitas y se quedaban allí por lo menos un mes. Cada vez que los rozaba me dolían. Mi abuela pensaba que me daba miedo el agua. Yo sólo la estaba protegiendo, ya digo que su vida era miserable y había tomado ese condenado rumbo desde mi nacimiento. Bueno, no, desde que conoció a mi padre, pero yo nací poco tiempo después y luego se separó de él. Él se fue, pero ella quería separarse de él. No era nada tonta. No era de esas mujeres que siguen ansiando satisfacer al hombre que las maltrata, no. Ella tenía muy claro que su existencia era suya, no para él. Como decía, yo sólo quería protegerla. Empezaba a hacer calor y yo llevaba pantalones largos. Tendría, no sé, 5, 6 años. Había ido a natación años atrás, no sé como nadie pudo pensar que tuviese miedo al agua... La cuestión es que no me quise apuntar. Mi abuela me llevaba, por las mañanas, cuando ella estaba trabajando, y aquel año no quería que me apuntasen. Al principio no insistían, aún quedaba tiempo, pero cuando llegó el momento armé una escena. Nadie se había dado cuenta de que no usaba el vestido ni el pantalón corto y, en vez de sospechar lo que fuese, creyeron que me daba miedo el agua. Monté una escena, lo reconozco. Fue desmesurado. Ahora creo que sólo quería protegerla, pero he de confesar que, además de eso, me daba muchísima vergüenza enseñar mis piernas llenas de moratones. Si me lo veían me preguntaría y tendría que decir qué había pasado. Si tenía aquellos moratones era porque algo había hecho. Ahora no recuerdo qué, pero sé que me daba vergüenza contar lo mal que me comportaba, lo poco que hablaba con los demás y como todo eso decepcionaba profundamente a mi madre. También sabía que para mi abuela sería tremendamente doloroso saber como su hija me pegaba. Ella siempre me trató con muchísima dulzura. Quizá nunca comprendiese porque no socializaba de manera normal en el colegio, yo tampoco lo entendía, pero nunca me lo reprochó. De hecho me compadecía y trataba de compensar mi falta de amigos entreteniéndome. Jugábamos a las cartas, me ponía problemas de lógica para que los resolviese, me ponía películas de dibujos, me llevaba a misa, me leía cuentos... Trataba de entretenerme. No le decepcionaba, le dolía. Yo pensaba que a mi madre también le dolía pero no sabía canalizar de otra manera su dolor. Poco tiempo después supe que le decepcionaba. No era dolor, era decepción. No paraba de repetírmelo una y otra vez mientras me pegaba patadas con aquellas botas. A veces no era para tanto, sólo me pellizcaba en el brazo o me arreaba en la cabeza con el puño cerrado. El anillo gordo de plata dolía durante un buen rato, pero al menos me arreaba una sola vez. Y siempre me repetía que la decepcionaba profundamente. Y que era una mierda. Y a veces, en esos momentos en los que estaba enfadada, me llamaba mierda, como si ese fuese mi nombre. Al principio me importaba, me dolía muchísimo. Creo que ni siquiera me molestaba en hablar con ningún niño porque estaba demasiado triste y hundida. Socializar era une esfuerzo demasiado grande para mí. En aquel momento sólo tenía fuerzas para mí. No es que me compadeciese de mi suerte y me regodease en mi sufrimiento como me dio por hacer más adelante, no, yo era una niña feliz. Me encantaba contemplar las piedrecitas del patio, una a una, les ponía nombres, inventaba historias. Me subía a los árboles, sentía la naturaleza brutalmente viva. Y hablaba con todos los seres, inventaba sus respuestas, creaba mundos de fantasía paralelos en los que me perdía. A veces demasiado, supongo que ese fue uno de los motivos por los que mis maestros llamaban a mi madre quejándose porque tenía ?atención dispersa?. Y eso volvía a decepcionarla. Pero si no hubiese sido así no hubiera tenido paz interior. Me entristece no habérselo podido explicar en aquel momento. Necesitaba mis fantasías. Y sé que ella quería que fuese una niña feliz. Me reprochaba el hecho de que fuese una despistada y una niña infantil que hablaba con los pájaros y las flores y me creía la princesa del campo. Que a los 7 años aún seguía aferrada a aquel peluche al que trataba como a una persona... Me lo reprochaba porque pensaba que me perjudicaba, pero era lo que me ayudaba a vivir en paz... Si en aquel momento hubiese sabido porque lo hacía y se lo hubiese sabido explicar quizá no la hubiera hecho tan infeliz...
Estaba contando lo de aquel verano. Monté una escena, ya digo, cuando me iban a apuntar a natación. Al final, gracias a mi abuela, no me apuntaron. Mi madre me cogió en mitad de noche. No fue como aquellas veces en las que llegaba tarde y, como le había pasado algo malo o le habían dicho algo de mí, o yo había hecho algo, o se acordaba de algo, me despertaba pegándome en la cabeza con su puño cerrado y su anillo, gritándome. No. Aquella vez no me enteré. Me desperté cuando me lanzó al agua. No sé de quién era esa piscina, sólo sé que la miré, perpleja, con los ojos empapados en lágrimas mientras ella vociferaba que me iba a quitar la tontería de golpe, que esa niña iba a aprender a ser una persona, que ya estaba harta de mí, cansada, que tenía que crecer de una puta vez, no aguantaba más mis tonterías ¿Miedo al agua? Pero qué me creía que era yo, ¿un bebé? La miraba porque sabía que no soportaba que bajase la mirada, cuando me hablaba ?o más bien me gritaba- quería que la mirase. Lo malo es que cuando lloraba me pegaba así que muchas veces bajaba la mirada para que no me descubriese, pero entonces me pegaba por no sostener su mirada. Aquella vez, chapoteando en la piscina, le miraba fijamente, aunque aquella vez creo que no hablaba conmigo, hablaba de mí, pero no conmigo. Sus gritos eran ensordecedores, pero ella parecía no estar allí.
Con todas estas anécdotas lo que quiero decir es que recuerdo esas escenas a muy temprana edad. Después ya no. Abandoné definitivamente mi mundo de fantasía pero mi cerebro aprendió algo mejor, cuando empezaba a gritarme y a pegarme desconectaba. Era incapaz de recordarlo más tarde. Esto me causaba problemas, porque muchas veces sólo estaba hablando conmigo pero, cuando se alteraba, mi cerebro huía. Entonces, como no le contestaba, no le prestaba atención, enfurecía y estallaba. Yo no quería, mi cerebro huía solo. Soy una cobarde, pero si hubiese podido... Sí, creo que tenía el valor suficiente como para escucharle y contestarle. Era mi madre, por amor de Dios, sólo quería que fuese feliz, que fuese una niña normal. Hubiese podido hablar con ella, explicarle... Pero mi cerebro huía, no lo podía evitar. Y así pasaron los años. Tampoco es que siempre me gritase. Y mucho menos me pegaba. Sólo sucedía de vez en cuando, y casi siempre cuando me lo merecía. Pero era una ventaja, porque, aunque después me dolían los golpes, me escocían las heridas cuando les caían encima mis propias lágrimas y pasaba noches sin poder dormir porque me dolía el cuerpo al estar tumbada, al menos en el momento crucial no me enteraba.
Por eso confieso que sí, lo he hecho yo, pero no lo recuerdo, mi cerebro no estaba allí, sólo quedaban las entrañas donde se enmaraña el odio y la rabia. Y eso también soy yo, así que sí, yo la he matado.
No sé porque lo he hice. No lo sé. De hecho no recuerdo exactamente qué pasó. Usted dice que lo hice, y no lo niego. Las evidencias son las evidencias y ustedes saben de eso. No había nadie más, sólo nosotras. Me encontraron allí, metida en la bañera, limpiándome obsesivamente la sangre. Bueno, ya no había sangre pero eso es lo que ustedes deducen, que estaba en la bañera porque me sentía sucia y necesitaba borrar de mí los restos de aquella acción horrorosa que acababa de cometer. Es lógico, suena lógico. Sí. Yo lo hice. Lo confieso aún sin saber qué hice exactamente ni si realmente lo hice yo.
Recuerdo la primera vez que me pegó. O puede que no fuese la primera, quizá sólo sea la primera que recuerdo. Me había quedado a dormir en casa de mi abuela y me preguntó si me había cambiado de muda. Me bajó los pantalones y, al ver mis bragas teñidas de azul por algún problema en la colada de mi abuela, me dio un puñetazo en el estómago. Creo que, aunque sólo tenía 4 años, comprendí enseguida que yo no tenía ninguna culpa respecto al incidente. No me merecía aquel puñetazo así que mi reacción fue de perplejidad. Ella siempre me dice que soy una rencorosa, pero sinceramente creo que en aquel momento, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, me abrazó y me pidió perdón, yo la perdoné. Sólo tenía 4 años pero ya empezaba a intuir que su vida no era en absoluto fácil y que yo era lo que más la había complicado: Si alguna vez me utilizaba para descargar tensiones que yo no había causado indirectamente, debía perdonárselo. Creo que una de las cosas que más daño me han hecho jamás ha sido darme cuenta de que era un ser humano, con sus defectos y demás. Tiempo después, cuando creces, te das cuanta de que tu madre tiene errores como todos, es un ser vulnerable y débil, a veces tremendamente fuerte y frío, otras amorosamente frágil... Como todos. Pero si lo descubres antes de tiempo es duro. Y me siento patética pensando que algo así pueda suponer algún tipo de trauma, con la de niños que hay en el mundo que lo pasan realmente mal... Pero sinceramente creo que para un niño acomodado del primer mundo, descubrir antes de tiempo que sus progenitores no son perfectos es algo duro.
Después pasó un tiempo hasta que me volvió a pegar. Pasó bastante tempo, de hecho. Recuerdo que, cuando me bañaba, se ponía un poco nerviosa porque tenía raro el pubis. Tenía los labios separados y ella decía que eso no era normal en una niña, que de mayor sería una puta, eso es lo que sería yo. No me importaba lo más mínimo, no sabía lo que era. Pero me asuataba un poco que me tocase ahí abajo y me juntase las carnes. Me faltaba el aire ahí dentro. Me asustaba porque creía que tenía algún problema, y que me iba a morir, por eso mi mamá se ponía nerviosa. Pero nunca me llevó a ningún médico y dejó de hacer eso porque ya me bañaba yo sola, así que lo olvidé.
Fue entonces cuando volvió a pegarme, y esta vez no recuerdo cuál fue la primera vez, ni qué pasó, ni nada. No me pegaba siempre, entiéndame, tenía una vida difícil, todos hemos pasado por eso, ¿no?, el estrés de la vida moderna, o algo.
Por aquel entonces no la odiaba. Bueno, ahora sólo la odiaba a veces, no era un estado permanente de rabia, aunque cuando lo sentía llegaba a cegarme de verdad, por eso confieso que lo hice, aunque no me acuerde. Pero como digo, por aquel entonces sus reacciones desmesuradas sólo me causaban perplejidad. Además del dolor físico, pero esa es otra historia. Sus botas... Alguna que otra vez se ensañó pegándome en las espinillas con aquellas botas, ¡cómo dolía! Los moratones se extendían cubriendo al menos un tercio de mis piernecitas y se quedaban allí por lo menos un mes. Cada vez que los rozaba me dolían. Mi abuela pensaba que me daba miedo el agua. Yo sólo la estaba protegiendo, ya digo que su vida era miserable y había tomado ese condenado rumbo desde mi nacimiento. Bueno, no, desde que conoció a mi padre, pero yo nací poco tiempo después y luego se separó de él. Él se fue, pero ella quería separarse de él. No era nada tonta. No era de esas mujeres que siguen ansiando satisfacer al hombre que las maltrata, no. Ella tenía muy claro que su existencia era suya, no para él. Como decía, yo sólo quería protegerla. Empezaba a hacer calor y yo llevaba pantalones largos. Tendría, no sé, 5, 6 años. Había ido a natación años atrás, no sé como nadie pudo pensar que tuviese miedo al agua... La cuestión es que no me quise apuntar. Mi abuela me llevaba, por las mañanas, cuando ella estaba trabajando, y aquel año no quería que me apuntasen. Al principio no insistían, aún quedaba tiempo, pero cuando llegó el momento armé una escena. Nadie se había dado cuenta de que no usaba el vestido ni el pantalón corto y, en vez de sospechar lo que fuese, creyeron que me daba miedo el agua. Monté una escena, lo reconozco. Fue desmesurado. Ahora creo que sólo quería protegerla, pero he de confesar que, además de eso, me daba muchísima vergüenza enseñar mis piernas llenas de moratones. Si me lo veían me preguntaría y tendría que decir qué había pasado. Si tenía aquellos moratones era porque algo había hecho. Ahora no recuerdo qué, pero sé que me daba vergüenza contar lo mal que me comportaba, lo poco que hablaba con los demás y como todo eso decepcionaba profundamente a mi madre. También sabía que para mi abuela sería tremendamente doloroso saber como su hija me pegaba. Ella siempre me trató con muchísima dulzura. Quizá nunca comprendiese porque no socializaba de manera normal en el colegio, yo tampoco lo entendía, pero nunca me lo reprochó. De hecho me compadecía y trataba de compensar mi falta de amigos entreteniéndome. Jugábamos a las cartas, me ponía problemas de lógica para que los resolviese, me ponía películas de dibujos, me llevaba a misa, me leía cuentos... Trataba de entretenerme. No le decepcionaba, le dolía. Yo pensaba que a mi madre también le dolía pero no sabía canalizar de otra manera su dolor. Poco tiempo después supe que le decepcionaba. No era dolor, era decepción. No paraba de repetírmelo una y otra vez mientras me pegaba patadas con aquellas botas. A veces no era para tanto, sólo me pellizcaba en el brazo o me arreaba en la cabeza con el puño cerrado. El anillo gordo de plata dolía durante un buen rato, pero al menos me arreaba una sola vez. Y siempre me repetía que la decepcionaba profundamente. Y que era una mierda. Y a veces, en esos momentos en los que estaba enfadada, me llamaba mierda, como si ese fuese mi nombre. Al principio me importaba, me dolía muchísimo. Creo que ni siquiera me molestaba en hablar con ningún niño porque estaba demasiado triste y hundida. Socializar era une esfuerzo demasiado grande para mí. En aquel momento sólo tenía fuerzas para mí. No es que me compadeciese de mi suerte y me regodease en mi sufrimiento como me dio por hacer más adelante, no, yo era una niña feliz. Me encantaba contemplar las piedrecitas del patio, una a una, les ponía nombres, inventaba historias. Me subía a los árboles, sentía la naturaleza brutalmente viva. Y hablaba con todos los seres, inventaba sus respuestas, creaba mundos de fantasía paralelos en los que me perdía. A veces demasiado, supongo que ese fue uno de los motivos por los que mis maestros llamaban a mi madre quejándose porque tenía ?atención dispersa?. Y eso volvía a decepcionarla. Pero si no hubiese sido así no hubiera tenido paz interior. Me entristece no habérselo podido explicar en aquel momento. Necesitaba mis fantasías. Y sé que ella quería que fuese una niña feliz. Me reprochaba el hecho de que fuese una despistada y una niña infantil que hablaba con los pájaros y las flores y me creía la princesa del campo. Que a los 7 años aún seguía aferrada a aquel peluche al que trataba como a una persona... Me lo reprochaba porque pensaba que me perjudicaba, pero era lo que me ayudaba a vivir en paz... Si en aquel momento hubiese sabido porque lo hacía y se lo hubiese sabido explicar quizá no la hubiera hecho tan infeliz...
Estaba contando lo de aquel verano. Monté una escena, ya digo, cuando me iban a apuntar a natación. Al final, gracias a mi abuela, no me apuntaron. Mi madre me cogió en mitad de noche. No fue como aquellas veces en las que llegaba tarde y, como le había pasado algo malo o le habían dicho algo de mí, o yo había hecho algo, o se acordaba de algo, me despertaba pegándome en la cabeza con su puño cerrado y su anillo, gritándome. No. Aquella vez no me enteré. Me desperté cuando me lanzó al agua. No sé de quién era esa piscina, sólo sé que la miré, perpleja, con los ojos empapados en lágrimas mientras ella vociferaba que me iba a quitar la tontería de golpe, que esa niña iba a aprender a ser una persona, que ya estaba harta de mí, cansada, que tenía que crecer de una puta vez, no aguantaba más mis tonterías ¿Miedo al agua? Pero qué me creía que era yo, ¿un bebé? La miraba porque sabía que no soportaba que bajase la mirada, cuando me hablaba ?o más bien me gritaba- quería que la mirase. Lo malo es que cuando lloraba me pegaba así que muchas veces bajaba la mirada para que no me descubriese, pero entonces me pegaba por no sostener su mirada. Aquella vez, chapoteando en la piscina, le miraba fijamente, aunque aquella vez creo que no hablaba conmigo, hablaba de mí, pero no conmigo. Sus gritos eran ensordecedores, pero ella parecía no estar allí.
Con todas estas anécdotas lo que quiero decir es que recuerdo esas escenas a muy temprana edad. Después ya no. Abandoné definitivamente mi mundo de fantasía pero mi cerebro aprendió algo mejor, cuando empezaba a gritarme y a pegarme desconectaba. Era incapaz de recordarlo más tarde. Esto me causaba problemas, porque muchas veces sólo estaba hablando conmigo pero, cuando se alteraba, mi cerebro huía. Entonces, como no le contestaba, no le prestaba atención, enfurecía y estallaba. Yo no quería, mi cerebro huía solo. Soy una cobarde, pero si hubiese podido... Sí, creo que tenía el valor suficiente como para escucharle y contestarle. Era mi madre, por amor de Dios, sólo quería que fuese feliz, que fuese una niña normal. Hubiese podido hablar con ella, explicarle... Pero mi cerebro huía, no lo podía evitar. Y así pasaron los años. Tampoco es que siempre me gritase. Y mucho menos me pegaba. Sólo sucedía de vez en cuando, y casi siempre cuando me lo merecía. Pero era una ventaja, porque, aunque después me dolían los golpes, me escocían las heridas cuando les caían encima mis propias lágrimas y pasaba noches sin poder dormir porque me dolía el cuerpo al estar tumbada, al menos en el momento crucial no me enteraba.
Por eso confieso que sí, lo he hecho yo, pero no lo recuerdo, mi cerebro no estaba allí, sólo quedaban las entrañas donde se enmaraña el odio y la rabia. Y eso también soy yo, así que sí, yo la he matado.
-
- Mensajes: 7524
- Registrado: Jue Ago 05, 2004 10:24 am
- Ubicación: A Coruña... y sus bares de rock xD (y www.ladesidia.com)
- Contactar:
macabas de dejar los pelos de punta. no dejes nunca dablar sobre ellos. por alguna extraña razon, no me resultan ajenos.
me gusta muxisimo que me conmuevan, es algo q sueles hacer.
enorawena.
me gusta muxisimo que me conmuevan, es algo q sueles hacer.
me gusta la nobleza que contra viento desprenden. tanto la novia del mikel, como confesion. es algo muy grande.su mente es demasiado fuerte como para permitir a su voluntad abandonarse a la locura
enorawena.
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 2 invitados