Mis pies han hollado un desierto
habitado por ondeantes espejismos.
Voraz de gloria, ávido de peligro
he recorrido los horizontes de Al-Kulab,
viendo al tiempo nivelar las montañas
en su búsqueda y en su hambre de mi.
Y he visto los gorriones acercarse rápidos,
tan osados como un lobo al ataque.
Se han dispersado por el árbol de mi juventud.
He oído su multitud en mis ramas.
¡Y he conocido sus picos y garras!
De "El despertar de Arrakis", por la Princesa Irulan.
Himno al hombre viejo
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