Algo viejillo, el título viene de lo que inspiró todo esto...
Clavé mi ancla en el lugar más árido que encontré. Casi no sé como la dejé caer, solo recuerdo el chillido del agua al ser golpeada y las frías gotas que, traídas por el viento, me salpicaban la cara. Sentí la brisa marina ondulando mi pelo a su antojo y mis pies recorriendo la cubierta hacia la tabla, la misma que había llevado a la muerte a tantos polizones. Intenté imaginar lo que se sentía al caminar sobre ella, estuve muy cerca...
Al volver me tumbé sobre una montaña de redes y las acaricié toda la noche dejándome envolver por ellas suavemente. Amaba la sensación de volver a estar cerca de algo vivo. Yo notaba que aquel navío tenía un alma, que bajo su coraza de madera latía un corazón, y sentía que sus velas estaban izadas solo para mí, para que pudiera embelesarme con su blancura y majestuosidad. Y así pasé aquella noche, sintiéndome segura entre las ásperas cuerdas y adormilándome con el sonido arrullador del mar. Lo único que me sobresaltaba eran los desafiantes sonidos emitidos por algunas olas que golpeaban furiosas, tal vez envidiosas de mi ficticia paz interior.
***
El por qué de mi viaje está escondido en el fondo de mi corazón. Supongo que sentí la necesidad de verme envuelta entre el cielo y el mar, de sentirme libre, de llenarme los pulmones con una bocanada de aire fresco que me devolviera la vida. Sentí la necesidad de escapar, de dejarme llevar por el viento, de desobedecer las reglas y comprobar que aun quedaba algo de adrenalina en mis venas. Quería sentir algo más que agonía... supongo que quise ser egoísta...
***
Por la mañana desperté con la misma sensación de bienestar que había estado arropando mi alma durante toda la noche. Observé el cielo azul que parecía sonreírme, era como si el firmamento entero hubiera estado velando por mí en la oscuridad. El sol temprano calentaba ligeramente mi cuerpo, devolviéndome poco a poco la conciencia. Y entonces vi el ancla al fondo. El mar estaba en completa calma y el agua, tan clara, me permitía ver un fondo marino poco profundo. En él pude ver, esparcidos, los restos de los corales que habían sido destrozados por el peso del metal. Una belleza colorida y un tanto macabra que me hizo completamente consciente de la envergadura de mi error.
Me sentí morir. Realmente era eso lo que deseaba. Hubiera querido pasear hasta el final de la mortal tabla que se hallaba tentadoramente extendida sobre el mar, un mar que me miraba con ojos turquesa teñidos de rojo coral reprochante. El cielo me había traicionado...
El viento ya no acariciaba mi piel, el sol, avergonzado por su acción, se había escondido tras unas negras nubes y el mar había ocultado su mirada iracunda y me mostraba la bravura de sus olas. Ordené izar las velas que ahora ya no me parecían tan blancas y esbeltas. Mi navío me mandaba señales augurando muchos malos días seguidos de muchas malas noches.
El canto nocturno de las sirenas me había engatusado dulcemente aquella noche, y la inmensidad oscura del mar me había mantenido estática y extasiada durante horas. Su recuerdo era sobrecogedor...
...Ahora me amenazaba...
En mi camino de vuelta al que todavía esperaba que fuera mi hogar, vi unos extraños pilares rocosos que emergían de las profundidades. Unos eran escarpados, tanto, que su sola imagen pudo hacerme sentir el dolor que supondría tocarlos o acercarme a ellos. Otros tenían unos bordes más suaves, se notaba que ya habían sido erosionados por la furia del mar tiempo atrás. El mismo mar que golpeaba la nave desataba su furia también contra ellos. Todos parecían llorar...
Mi tripulación estaba más callada que nunca. Mi querido navío cruzaba los mares en silencio, golpeado por el mar cada vez con más brusquedad y únicamente apoyado por unas promiscuas ráfagas de aire. La húmeda brisa presagiaba un triste viaje de regreso...
Al llegar al puerto noté como el peso de mi propia alma me mantenía la cabeza gacha. Estaba en casa pero no me sentía a salvo. En mi mente solo estaban los pilares de piedra que emergían del mar. Su recuerdo me quitaría el sueño y la sonrisa...
***
... Y, sin embargo, lo volvería a hacer.
Insomnio...
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