En una eskina de la mesa guardaba un maletín de cuero marrón, ke le regaló su mujer el día de su cumpleaños, unos meses antes de que le dejara abandonado por su hermano, con el ke mantenía una relación desde hacía meses. Meses.
Nunca encendía la luz, porque odiaba ver su cara reflejada en la mesa, y pensar una y otra vez "si, soy un fracasado". Su piel había envejecido rapidamente, y su Absolut bajaba al mismo ritmo día tras día.
Mientras daba las explikaciones de su muerte en una nota, todavía amaba a su exmujer, a pesar de que la odiaba, porque había sido el motivo de su hundimiento y de su desesperación. Era algo inevitable, que no salía de su cabeza. Una tras otra vez recordaba el beso que le daba antes de ir a trabajar, justo antes de que su hermano la follara una y otra vez hasta dejarla sin aliento. Se puede decir que era una familia unida, pues hasta en navidad follaban.
Ahora ya no había ni martxa atrás ni motivos para utilizarla, por que ya las drogas y el alcohol le habían matxakado el cerebro, ya la vida le había dado la espalda y se había reido de el. Siempre había sido el empollón de la clase, nadie le había respetado.
Al terminar la carta, metió en el maletín su oreja deretxa y firmó con su sangre su sentencia. Después cogió la soga y se ahorcó.
En el último instante recapacitó.
Su carta
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