http://cucufate.wordpress.com/2011/02/1 ... at-1-2009/La aproximación musical a este primer disco de Mursergo ha de ser cuidadosa y nos deberÃa guiar por un intrincado sendero en el que la única venda que debamos excluir de nuestro equipaje sean los prejuicios. Maite Arroitajauregi da forma a este proyecto que cobra vida a través de la silenciosa presencia de un quiróptero. Acostumbrada a vivir entre las sombras, en una sempiterna oscuridad, Maite en un tiempo pasado solÃa acompañar con su cello a quien, afligido, buscase entre la frotación de sus cuerdas el consuelo a un pesar sometido a la tiranÃa de armonÃas y melodÃas.
Bat (1) (autoeditado) es un viaje que el aventurero no ha de compartir, ha de ser partÃcipe del mismo, ha de lanzarse a ese tumulto desconocido de sensaciones aún por inventar que conforman los escasos veinte minutos de duración de este plástico redondo. Siete canciones donde la formación musical clásica se abraza al desgarro experimental y a la fuerza expresiva de elementos sonoros ajenos al costumbrismo popular mientras su voz sirve de bálsamo en un trasiego idiomático que empaña y destiñe nuestra percepción de la realidad en un enjambre sonoro donde solo la textura y el sabor nos darán la ubicación exacta de la pieza a degustar.
Los siete cortes que conforman el debut de Maite deben ser paladeados lentamente. La sinuosidad de sus cuerdas debe bailar sobre nuestras papilas gustativas mientras nos afanamos en acompasar la respiración al pausado ritmo de sus interpretaciones. Iniciada ya la digestión mecánica de Bat (1) existe cierto temor a deglutir su contenido y que el ácido clorhÃdrico pierda en el vacÃo las sucesiones rÃtmicas. Pero la pervivencia de las canciones de Maite Arroitajauregi va más allá de su digestión mecánica. La breve concepción y ejecución de esta obra parece adentrarnos en una remesa de canapés, una breve degustación presagio de un posterior cúmulo sensitivo.
Pero lo cierto es que estamos ante un delicado e inabarcable postre creativo. Una confluencia de texturas donde lo orgánico se entremezcla con lo electrónico, un espacio en el que la superposición de capas conduce hacia incesantes repeticiones intrÃnsecas, un gran telar en el que la necesidad mutua de pertenencia a un conjunto mayor hace de cada hilo, cada nota, cada cuerda frotada, una parte necesaria e imprescindible de esta obra musical.
Y sÃ. Bat (1) sabe a arroz con leche.
¡Qué discazo, madre mÃa!